Dom 13.01.2008
libros

BIOGRAFíAS

Una reina de dos reinos

Figura emblemática de la rebelión y la malicia seductora e intrigante, Leonor de Aquitania ocupa un importante lugar en el imaginario medieval. El investigador Jean Flori reconstruye la vida cortesana tan atractiva como alejada del mundo social.

› Por Leonor Silvestri

Leonor de Aquitania
Jean Flori
Edhasa
573 páginas.

Leonor de Aquitania es una de las figuras de la nobleza más interesante y famosa de todos los tiempos, a la par de Isabel de Inglaterra, la hija de Enrique VIII y Ana Bolena. Leonor, fértil esposa de dos reyes, Luis VII de Francia y Enrique II Plantagenet de Inglaterra, con quienes tuvo dos hijas con el primero y ocho hijos con el segundo, reina, entonces, en dos países: eso sería ya suficiente para pasar a los anales de la Historia Medieval de Europa.

Pero, como todas las nobles que hayan obtenido cierta fama por derecho propio, o por encima de sus cónyuges, como es este caso, y que se hayan repuesto de alguna manera a la falta de libertad de las mujeres de su época para convertirse en algo más que monedas de cambio que simbolizan territorios a poseer por reyes y barones, Leonor puede ser considerada, aún hoy, una rebelde: reina adúltera, mujer peligrosa, que derriba tabúes y costumbres, muchas veces temida y otras tantas perseguida, en especial por su segundo marido, que la hace vivir buena parte de su vida encerrada. Según Jean Flori –reconocido medievalista que se ha dedicado a tema de las cruzadas y la caballería– analiza en abundancia, su habilidad para entablar casamientos redituables y relaciones de poder que le permiten, asimismo, establecer un fuerte vínculo de influencia y persuasión sobre sus vástagos. Sin embargo, tal como Flori explora y demuestra, Alienor, tal su nombre original, que en latín significa “otra Aenor”, llamada así por su madre, es además de una fundamental figura política, sediciosa y confabuladora, una musa inspiradora y mecenas de trovadores y artistas cortesanos en su tiempo.

Este libro es un típico producto de la historiografía iluminista que utiliza diversos materiales escritos, pero considerándolos bien diferentes: por un lado la ficción literaria, o el testimonio directo de “chismosos” de palacio, versus las fuentes oficiales y serias que son “la realidad”, para divulgar ciertas cuestiones sociales palaciegas de un período cercano a la mítica corte artúrica, través de sus digresiones en el relato biográfico de las vicisitudes de la reina, con abundantes datos y precisión. Asimismo, Flori ostenta la capacidad crítica para dialogar pero también discutir con las máximas eminencias del medievalismo contemporáneo, a quienes, muchas veces, no siempre con éxito, intenta rebatir, especialmente por la manera ecléctica e interdisciplinaria de trabajar la Historia de investigadores como Duby o Kohler, que utilizan como ciencias auxiliares el feminismo o la crítica literaria moderna.

Tal como afirma Flori, la figura de Leonor de Aquitania es fundamental, porque su personalidad avasallante habita un período histórico donde la mujer noble comienza a ser considerada una compañera de iniciativas y no tan simplemente un objeto a obtener; como se puede ver mediante el análisis y la confrontación de los textos literarios que representan “el fino amor” evocado por los poetas cortesanos, que se tradujo en un “saber vivir”. La sección Cuestiones Controvertidas trabaja en abundancia el tema de las mujeres en la aristocracia a través de las diferentes interpretaciones que se puede hacer del amor caballero tomando a la reina Leonor como prisma que refleja y proyecta las tensiones varias con la Iglesia, y los diferentes “literatos del período”: carnales poetas goliardos, trovadores inspirados en el amor platónico nunca consumable o sectas ácratas como el catarismo, que enseñaba la completa igualdad de las almas sea cual fuere el cuerpo que las encerraba, para desmembrar los diferentes tipos de amor-pasión que le ponían coto al accionar de la Iglesia.

Leonor de Aquitania suma al misticismo idealizado de las cruzadas y en especial de la reina misma y sus hijos pródigos, Ricardo Corazón de León y Juan sin Tierra, como si la vida de la corte fuera completamente autónoma y dependiera de las confabulaciones de alcoba y los versos de los poetas que le estimulan y no de la vida fuera de ella, de la cual no se dice aquí una sola palabra.

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