Dom 29.09.2002
libros

RESEÑAS

Cruzar el puente

El otro lado del río

Alejandro Grimson


Eudeba

Buenos Aires, 2002

232 págs.

por Raúl Antelo

En la tapa de El otro lado del río, una imagen del puente entre Argentina y Paraguay. Es esa imagen la que para Alejandro Grimson dramatiza la paradoja de la integración. Aunque los pronósticos auguraban rápida aceleración de los intercambios entre las partes, el puente, en apariencia, separó ambas orillas. La tesis de Grimson es corroborada por Néstor García Canclini, quien dirige la colección “Estudios culturales” de EUDEBA, donde se editó el libro.
De esa paradoja se pueden sacar muchas consecuencias. Una de ellas es metodológica. Los estudios culturales no pueden ser sólo profecía sino también previsión. Tengamos presente a Benjamin, que siempre pensó al crítico cultural como un melancólico, un ser lacerado, quizá derrotado por la astucia más vulgar, pero destacándose al mismo tiempo del consenso general por la agudeza de su conciencia, en que el lado previsor (prometeus) y el profético (promantios) se integran dinámicamente.
Es justamente en la dinámica, es decir, en la fuerza, o mejor dicho, en las fuerzas que el puente moviliza que podemos acordarnos de otro precursor de estos debates. En efecto, en un ensayo de principios del siglo pasado, Georg Simmel argumentaba que el puente simboliza la extensión de los deseos en el espacio, toda vez que sólo para nosotros las dos márgenes están separadas. En ese sentido, argumentaba, el puente es siempre un valor estético, menos por reunir lo que estaba separado y mucho más por hacerlo un dato visible y sensible para nosotros. Así como la foto congela un proceso dinámico (un flujo), gracias al puente, la dinámica del movimiento se vuelve visualmente durable. A la larga, en realidad, con toda su facultad de síntesis, que va mucho más allá de lo natural, el puente se integra a la imagen del espacio que nos puede dar la naturaleza; es decir, se mimetiza, se confunde con ella. Se vuelve lo que no era.
¿Cómo interpretar esa paradoja? ¿Es específica del Mercosur? En Pensar Europa, Edgar Morin pondera que, desplazada del centro del universo, Europa ha sido, después de la guerra, degradada a la periferia de la historia. Se ha vuelto provinciana frente a la consolidación del Imperio. Pero es justamente ese estado de cosas lo que le exige, en contrapartida, que sobrepase su estado actual y se constituya en Ley superior a los Estados. Según la fórmula de Morin, Europa debe, simultáneamente, operar una doble metamorfosis: ser Provincia Europa y Meta-Nación.
Del mismo modo, cabría pensar que en América Latina hemos crecido en la ilusión de identidades nacionales homogéneas, cuando en realidad la actual caída de los mitos nos persuade de que estamos dotados de poliidentidades. Somos unidades múltiples. Pero al fin y al cabo, ¿no es esa problemática la que está en el centro de la modernidad occidental? Más aún, de su literatura. La idea de que somos unidades múltiples podría ser firmada por Pessoa, Picabia o Borges. Es el gran tema de la poesía moderna: la desintegración del yo. Volvamos a esos textos entonces.
En una definición del pensamiento, anotada en sus Cuadernos, Paul Valéry dice que pensar es trazar un puente sobre territorio virgen, hacer que vecinos que se ignoran mutuamente al fin se toquen. Es ese un momento sagrado (Agamben diría: ambivalente) en que uno se descubre más integrado a sí mismo, es decir, a sus propias contradicciones. Ha hecho que más puntos de mí sean múltiples, resume Valéry. Y esa idea contiene el secreto y la visibilidad de un sistema inorgánico, todavía desintegrado, pero que está en proceso de convertirse en idea. En fuerza. En movimiento.
Puede parecer infantil ver lo inframaterial más allá de lo material. Pero puede ser asimismo una forma de liberar la materialidad de su secuestro a manos de la política. Esto equivale a afirmar que, ahora que el Mercosur como integración del gran capital y del neoliberalismo regional murió, es cuando está más vivo que nunca. Se muere el Mercosur de la Provincia Imperial. Puede nacer la Meta-Nación meridional. Depende de las sociedades. De sus culturas. La integración corría hasta hace poco el riesgo de ser una clasificación en acto, el poder en su sitio. Ahora tiene la chance de ser un poder de transformación esencialmente actual y activo, una fuerza que opera sobre materiales esencialmente anteriores, mirando hacia un estado de dichos materiales esencialmente futuro. Esa dinámica se llama vida. Y para captarla, más que buen oído, hay que tener buena vista.
El ojo muestra la pluralidad condensada y simultánea de valores que para el oído no son más que un sonido continuo, un rumor. La vista, en cambio, puede ver ahora el más allá del puente: un deseo. El libro de Grimson colabora a refinarlo.

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