ARTE
A raíz de la publicación de Noescritos sobre eso que se llama arte (Adriana Hidalgo), Luis Felipe Noé traza un arco crítico desde la vanguardia de Nueva York en los ’60 hasta lo que empieza a pasar en el arte del siglo XXI.
› Por Luciano Piazza
Noescritos
sobre eso que se llama arte
Luis Felipe Noé
507 páginas
Felipe “Yuyo” Noé explica de una manera muy sencilla la combinación de su producción artística y teórica: “Cuando pienso en el mundo pinto y cuando pienso en la pintura escribo”.
Noescritos, sobre eso que se llama arte es una compilación de sus textos desde 1966 hasta la actualidad, en los que Noé reflexiona sobre todos los temas, mayores y menores, que gravitan en torno del arte. La mayoría de los textos incluidos fueron publicados en su época en diversas revistas y fueron escritos entre Buenos Aires, Nueva York y París. La división temática y el orden cronológico nos introducen a una lectura directa hacia la formulación de su análisis actual en el capítulo final, “El arte al inicio del siglo XXI”. Pero lo notable de este libro es el modo en que conviven sus reflexiones críticas y testimoniales de una época, junto con la enunciación actual del problema de la crisis de la imagen.
Las observaciones sobre lo que acontecía en el campo del arte en su estadía en Nueva York entre 1966 y 1968 son un punto de partida pertinente para comprender la crisis que luego describe. Noé recuerda: “Mi extrañeza estética con respecto a lo que sucedía me mantuvo como observador, y desde allí construía mi análisis. Lo que más me sorprendió del arte en esa época en Nueva York fue la tendencia hacia el aburrimiento. Mi interés por la multiplicidad de acontecimientos y representaciones me llevaba a ver en los nightclubs y en la vestimenta fenómenos más interesantes frente a lo que ocurría en las galerías y los museos: las estructuras primarias del minimalismo”.
Noé destaca la cantidad de artistas de múltiples disciplinas y pensadores que ya estaban señalando el problema de la imagen a finales de los ’60 y comienzos de los ’70. “Sontag, Paz, McLuhan y Marcuse estaban pensando en esa época sobre la crisis de la imagen, salvo Arthur Danto, que recién se anoticia veinte años después, y encima lo formula erróneamente como El fin del arte. Yo me inclino por otros pensadores, que son más sutiles en los análisis. Por ejemplo, Hans Belting, de quien Danto cree que es su hermano gemelo, aunque no tienen nada que ver. O el análisis muy correcto sobre el problema de la imagen que realiza Régis Debray. Pero yo me baso fundamentalmente en Rogier Munier, en un libro suyo de los ’60: Contra la imagen. Ese libro era contra la imagen invasora que quita la posibilidad al artista de la propuesta de una imagen, la posibilidad de proponer la imagen simbólica de una sociedad.
–El ojo de la civilización occidental estaba preparado para dominar las cosas, entre ellas la representación del espacio con la perspectiva y demás. En tanto, el lenguaje sigue hacia una carrera de mayor abstracción. A partir del ’65 empieza la deformación de la propuesta de Duchamp, quien a través de la creación de una imagen formulaba un concepto, es decir, el concepto se gestaba junto con la imagen. Los artistas que trabajan la imagen no hablan de conceptos, ellos revelan conceptos. Ahora ocurre algo distinto: el artista simplemente señala conceptos. Lamentablemente los teóricos apoyan esa tendencia, señalando que ya no tiene sentido la imagen porque todo lo que vale es el discurso. Consideran artistas a aquellos que simplemente comentan el mundo de las imágenes. Allí está la diferencia: eso es un trabajo discursivo, no sobre la imagen. Duchamp no es el culpable, sino los que están indigestados de Duchamp. Por ejemplo, ahora hay un concurso para encontrarle variantes al mingitorio, hasta una mujer gestó un mingitorio femenino. Ya no están ofreciendo un nuevo punto de vista sino que se están repitiendo hasta el hartazgo.
–Hay fenómenos interesantes que hoy están aconteciendo. Lo veo, por ejemplo, en el rescate del dibujo. No es un dibujo de la mera representación. Si ves los dibujos que se hacen en la actualidad, encontrarás que hay una idea de darle cada vez más valor a la línea como hacedora de una estructura, de un tejido. El color a veces confunde porque adjetiva. Pero para adjetivar debe haber un sustantivo, que viene a hacer lo que se formula con la imagen. Por eso creo que estamos teniendo mucho éxito con Eduardo Stupía con La línea piensa, un ciclo de muestras que se realizan actualmente en el Centro Cultural Borges con el objetivo de hacer resurgir la disciplina del dibujo. A través del dibujo comienza la reformulación de un tipo de imagen.
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