Dom 29.06.2008
libros

¿Por qué? ¿Para qué? ¿Para quién?

Esta semana, a la escritora Margaret Atwood se le otorgó merecidamente el premio Príncipe de Asturias de las Letras. Desde la edición de La mujer comestible, en 1969, Atwood se convirtió en una de las mujeres más leídas, respetadas y premiadas de las últimas décadas, y su obra ha merecido una y otra vez cada uno de esos reconocimientos: feminista, poeta, crítica y sobre todo novelista, su obra se centra fundamentalmente en la mujer. A continuación, a manera de festejo, Radar reproduce las líneas en las que la misma Atwood explica los motivos de la literatura.

› Por Margaret Atwood

Estas son las tres preguntas que con más frecuencia enfrentan los escritores, preguntas que se hacen a sí mismos y que reciben de los lectores: ¿Para quién está escribiendo? ¿Por qué lo hace? ¿De dónde viene?

Mientras escribía estas páginas, empecé a compilar una lista de respuestas a una de estas preguntas: la pregunta sobre el motivo. Algunas de estas respuestas les pueden parecer a ustedes más serias que otras, pero son todas reales, y no hay nada que prevenga a un escritor de ser estimulado por varias de ellas al mismo tiempo, o incluso por todas. Están tomadas de las palabras de los propios escritores, tomadas de dudosas fuentes como entrevistas en diarios o autobiografías, pero también grabadas en vivo durante conversaciones en la parte de atrás de librerías antes de una odiosa firma de ejemplares, o entre bocados en locales de hamburguesas y bares de tapas y otros antros visitados por escritores, o en las oscuras esquinas de recepciones brindadas para hacer los honores a otros, más prominentes, escritores; pero también de las palabras de escritores de ficción –todos escritos por supuesto, por escritores– aunque éstos están a veces disfrazados en los trabajos de ficción como pintores o compositores u otro tipo de artista. Aquí está la lista:

Para retratar al mundo tal como es. Para dar cuenta del pasado antes de que sea olvidado. Para excavar el pasado porque fue olvidado. Para satisfacer mi deseo de venganza. Porque sabía que tenía que seguir escribiendo o moriría. Porque escribir es arriesgarse, y sólo a través del riesgo sabemos que estamos vivos. Para producir orden del caos. Para dar placer e instruir (no se encuentra tan frecuentemente después de los primeros años del siglo XX, o no de esta forma). Para satisfacerme. Para expresarme. Para expresarme con belleza. Para crear una obra de arte perfecta. Para recompensar a los virtuosos y castigar a los culpables; o –la defensa del Marqués de Sade, usada con ironía– viceversa. Para poner un espejo frente a la naturaleza. Para reflejar a los lectores. Para pintar un retrato de la sociedad y sus males. Para expresar la vida inexpresada de las masas. Para nombrar lo hasta entonces innombrable. Para defender el espíritu humano, y la integridad y honor de la humanidad. Para burlarme de la muerte. Para hacer dinero que les compre zapatos a mis hijos. Para hacer dinero y ningunear a los que antes me ningunearon. Para mostrarles a los bastardos. Porque crear es humano. Porque crear es divino. Porque odiaba la idea de tener un trabajo. Para decir una nueva palabra. Para hacer algo nuevo. Para crear una conciencia nacional. Para justificar mis fracasos escolares. Para justificar la mirada sobre mí mismo y mi vida, porque no podía ser un “escritor” a menos que pudiera escribir algo. Para hacerme aparecer más interesante de lo que en realidad era. Para atraer el amor de una mujer hermosa. Para atraer el amor de cualquier mujer. Para atraer el amor de un hombre hermoso. Para corregir las imperfecciones de mi miserable infancia. Para thwart a mis padres. Para hilvanar un relato fascinante. Para entretener y deleitar al lector. Para entretenerme y deleitarme a mí mismo. Para pasar el tiempo, aunque sabía que iba a pasar de todas maneras. Grafomanía. Logorrea compulsiva. Porque me llevaba a hacerlo una fuerza que no podía controlar. Porque estaba poseído. Porque me lo dictó un ángel. Porque caí en el abrazo de la Musa. Porque quedé embarazado de la Musa y tenía que dar a luz un libro (una pieza interesante de travestismo, en la que caían los escritores varones del siglo XVII). Porque tuve libros, no hijos (muchas mujeres del siglo XX). Para servir al Arte. Para servir al Inconsciente Colectivo. Para servir a la Historia. Para justificar las formas de Dios ante los hombres. Para interpretar un comportamiento antisocial por el que se me castigaría en la vida real. Para tener una habilidad que me permita generar textos (una entrada reciente). Para subvertir al establishment. Para demostrar que, lo que sea, es correcto. Para experimentar con nuevas formas de percepción. Para crear un boudoir recreacional en el que el lector pueda entrar y divertirse (traducido de un diario checo). Porque la historia me atrapó y no me soltaba (la defensa del Ancient Mariner). Para buscar un entendimiento del lector y de mí mismo. Para luchar con mi depresión. Para mis hijos. Para crear un nombre que sobreviva a la muerte. Para defender a una minoría o a una clase oprimida. Para hablar por los que no tienen voz. Para exponer errores espantosos y atrocidades. Para documentar los tiempos que me tocó vivir. Para ser testigo de eventos horribles a los que sobreviví. Para hablar en nombre de los muertos. Para celebrar la vida en toda su complejidad. Para cantarle al universo. Para permitir la posibilidad de esperanza y redención. Para devolver algo de todo lo que se me ha dado.

Estas líneas fueron traducidas del libro de Atwood Negotiating With The Dead: A Writer on Writing (2002), inédito en castellano.

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