EVENTOS
Escritores, docentes, alumnos, críticos y lectores se dan cita cada año en Chaco. Desde hace más de una década, cuando nació como reacción de Mempo Giardinelli a la devastación económica, política y cultural del menemismo, el Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura ha ido creciendo como un fenómeno ejemplar: el de la difusión de la lectura y su importancia en un mundo mejor. Su 13ª edición fue otra muestra de su importancia en un país cuya educación está en crisis.
› Por Guillermo Saccomanno
Noé Jitrik, hace unos años, me había contado con entusiasmo: “Lo de Mempo es un auténtico fenómeno”. Angélica Gorodischer también me lo había anticipado: “Te va a sorprender el Foro de Mempo”. Eduardo Belgrano Rawson fue más gráfico: “Te vas a caer de culo, hermano”. Y era, es así nomás la impresión que causa el Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura. Ahora, en el decimotercero, una semana atrás, cuando la poeta Alejandra Correa debió comenzar su intervención en una mesa redonda, levantó la vista y parpadeó enceguecida por las luces. El auditorio en semipenumbra desbordaba el Domo del Centenario. Más de dos mil personas, se calculaba. “Me siento en el Luna Park”, dijo Alejandra. Y no era una metáfora. La misma impresión asaltaría a cada uno de los escritores, ensayistas, investigadores y docentes invitados al Foro ante la masividad y participación de los concurrentes venidos de todas las provincias del país hasta Resistencia, Chaco, uno de los territorios más estragados del país. Ninguno de los que allí estuvimos nunca antes había expuesto en vivo sus ideas ante una audiencia tan numerosa. Lo que venía a sugerir que aun cuando nuestro país atraviesa una fuerte crisis educacional, tal vez no todo esté perdido en materia de lectura y lectores.
El Foro tiene su historia. Empezó a formarse a mediados de los ’90, poco después de que el escritor Mempo Giardinelli debiera cerrar, acuciado por los aprietes económicos de la década, la revista Puro Cuento, a cuyo amparo se habían abierto numerosas bibliotecas en el Nordeste y realizado la primera Encuesta Nacional de Lectura en 1991. Inspirada en la mexicana El Cuento, Puro Cuento había alcanzado una difusión enorme en el país. La prueba es que en los lugares más remotos del interior, en los poblados más distantes de los centros culturales, nunca falta una maestra, un lector, una biblioteca que conservan como una reliquia esa publicación que difundía tanto a Rulfo como a Maupassant, a Cortázar como a Kafka. En esos años ’90 de entrega, de corrupción y frivolidad, Puro Cuento debió cerrar y entonces Giardinelli empezó a darle vueltas a la idea de generar otra clase de movida. O, mejor dicho, una movida de clase: con recursos mínimos, pidiendo colaboración a diferentes instituciones, creó una ONG dedicada al fomento de la lectura. El hecho fue una auténtica patriada si se repara que esto sucedía en una de las provincias más pobres y atrasadas de Argentina. Había también una lección ética en sus orígenes: además de donar su biblioteca personal, Mempo invertía en la movida lo ganado con el Premio Rómulo Gallegos. Así nacía la fundación que lleva su nombre y es el motor del Foro. Desde entonces (entonces era 1995) el Foro se fue afirmando con su rigor intelectual y conquistó prestigiosas distinciones internacionales (Naciones Unidas, la Organización de Estados Iberoamericanos, Unesco, por citar algunas).
En la actualidad la Fundación está conformada por un consejo de administración, un consejo asesor, un consejo académico y un staff permanente, además de 300 voluntarios. Además, dos Divisiones Académicas: Centro de Estudios Literarios y Sociales Chaco e Instituto de Investigaciones Literarias y Sociales Juan Filloy. Uno de los hallazgos de esta movida es el programa Abuelas Cuentacuentos, más de 200 abuelas y abuelos en todo el país leen en cada semana para miles de chicos en escuelas, centros comunitarios y hospitales.
Sin contar la lista enorme de editores, pedagogos y periodistas que participaron en estos trece años en el Foro, la lista de escritores supera los 400. Por citar sólo algunos nombres de los cuarenta invitados que estuvieron este año, nombraré a Noé Jitrik, Tununa Mercado, Angela Pradelli, Miguel Molfino, Pedro Mairal, Luis Pescetti, Esther Andrade, Carlos Silveyra, Patricia Sagastizábal, Orlando van Bredam, Oscar Collazos (Colombia), Laura Antillano (Venezuela), Rui Zink (Portugal), Sealtiel Alatriste (México). Importante: la participación de Carolina Alvarez, directora de Monte Avila, la editorial estatal venezolana, que publica alrededor de doscientos títulos anuales, un auténtico proyecto bolivariano que incluye la mejor literatura latinoamericana.
A lo largo de cuatro días, el Foro desplegó seis mesas de debate y veintidós talleres. Algunos de los temas desarrollados fueron: “La práctica de la lectura en América latina”, “La lectura como derecho”, “Los niños y los jóvenes como destinatarios del fomento de la lectura”, “Las nuevas tecnologías de lectura”, “La lectura de la Historia y la escritura de ficción”, “La prensa y la lectura”. Sin duda, la cantidad inabarcable de actividades del Foro deparó unas cuantas anécdotas. Con Mairal comentamos la sorpresa que significaba para nosotros, escritores, visitar colegios y mantener una conversación de horas con alumnos que leyeron nuestras ficciones. Como situación especial, la tertulia final que cierra el Foro: todos los invitados leyendo un texto, ficción o poesía, ante ese auditorio tan vasto como atento. Tununa Mercado, con un conmovedor relato familiar de su infancia titulado “Sarmientina” y Noé Jitrik fueron los últimos lectores. Jitrik, con un humor filoso, leyó fragmentos de un diccionario de su autoría que no le va en zaga al Diccionario del diablo de Ambrose Bierce. Uno de sus vocablos más insignes es “alacranear”, que deriva de la filosofía del francés Jacques Lacran.
Más acá de la emoción y el deslumbramiento que produce haber participado en el 13er. Foro, en un país con un panorama de lectura calamitoso, donde muchos maestros no saben escribir porque no saben leer, lo que vale subrayar es la coherencia entre la concepción y puesta en acción de la idea original de Mempo: “Somos lo que hemos leído. La ausencia o escasez de lectura es un camino seguro hacia la ignorancia, y aunque ésa pueda ser una condena individual gravísima, lo es mucho más cuando deviene colectiva. Una sociedad que no lee, que no cuida sus libros y sus medios, que no cultiva su memoria y no alienta el desarrollo del conocimiento, es una sociedad culturalmente suicida”.
Una impresión personal, compartida por quienes estuvimos esta vez en Resistencia, es que con cinco Foros de esta naturaleza que se desarrollen en cinco lugares estratégicos de nuestro país, la educación lograría una profunda transformación. No se trata, en efecto, de una feria del libro que redunda en beneficio comercial de una elite capitalista. Se trata de la defensa de la lectura y la protección del libro en función social y no en términos de la depredadora economía de libre mercado. En síntesis: el objetivo no es la ganancia de unos pocos sino la concientización de todos sobre la necesidad de una sociedad más justa.
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