En su tercera novela, la escritora italiana Melania Mazzucco condensa la década de Berlusconi en los avatares de la ciudad de Roma.
› Por Luciana De Mello
Un día perfecto
Melania G. Mazzucco
Anagrama
440 páginas
Jamás vi un día tan hermoso y tan cruel.” Así comienza la tragedia de Macbeth y así podría definirse el día perfecto al que le cantó Lou Reed. Ya desde el comienzo, la primera hora de la canción como la primera hora de la tragedia vaticinan el final sombrío que llegará para contrarrestar la luz del día. La nueva novela de la escritora italiana Melania Mazzucco, Un día perfecto, comienza y termina con el clásico de Lou Reed, que se convierte en hoja de ruta para quien se enfrenta a la hora cero del primer capítulo. Una cita de Macbeth marca la hora final en la ciudad de Roma, escenario del crimen. La tragedia perfecta de los tiempos modernos: los personajes cambian de apariencia, pero el motor que los impulsa es el mismo de siempre: el poder, la traición, la pulsión de muerte. La novela sigue el tiempo de la tragedia, se divide en veinticuatro horas. Lo que dura un día: tiempo suficiente para condensar el mal de una era o el derrumbamiento de un reino.
Los mundos de la Roma actual se dibujan desde la perspectiva de dos familias cruzadas. Una es la de un político de derecha que para recolectar votos del pobrerío mete los pies en el barro y se equivoca de discurso. En lugar de hablar sobre las guarderías que piensa construir, diserta durante una hora sobre la importancia de volver a considerar a la familia como una sociedad natural fundada en el matrimonio. El mismo político que será traicionado por el presidente cuenta con la admiración y la fidelidad absoluta de su guardaespaldas, Antonio Buonocuore. Antonio es policía y golpeador. Emma, su ex mujer, trabaja en un call center donde sufre otro tipo de agresiones, impartidas desde el siniestro anonimato de una multinacional. Ella quiso ser cantante. Y Antonio tenía planeado ser el mejor policía. Cumplió con su deber. Cuando su mujer lo deja, decide castigarla en nombre de Dios. El mayor de los castigos es quitarle a sus hijos. Al acercarse la noche, les pega un tiro a sus dos niños y después se mata él. Cualquier crónica a cualquier hora del día en cualquier ciudad del mundo puede contar una historia semejante. La diferencia esta vez es que esa foto del político hablando sobre la familia, la de los suntuosos avisos de multinacionales, la de los cuerpos de los niños que acaban de ser baleados, son todas ellas imágenes del siniestro pan de cada día ampliado y explicado desde la singularidad de cada personaje.
Mazzucco es una de las escritoras más notables de los últimos años en Italia. Con su novela anterior, Vita (2003), se adjudicó el premio Strega. Allí recreó la epopeya de la emigración italiana a Estados Unidos desde principios del siglo XX, tomando como referencia su propia historia familiar. Anterior a Vita escribió Ella, tan amada, una novela basada en la vida de la escritora Anne Marie Schwarzenbach. Su trabajo de recopilación e investigación en cada obra son notables. Un día perfecto no es la excepción: el punto de partida de esta novela fueron los reportajes que escribió para el periódico italiano La Repubblica sobre la ciudad de Roma y las condiciones sociales de muchas mujeres trabajadoras. En las novelas de Mazzucco, las ciudades son escenarios que también narran. Roma es la ciudad que no perdona las derrotas, aun siendo la ciudad de los perdedores. Derrotados son los personajes de las novelas anteriores: en la mencionada Vita, donde se describe la crudeza de una Nueva York que desde el centro grita la promesa del sueño americano y en sus márgenes desborda de miseria y exclusión; mientras que la vida de la escritora suiza en Ella tan amada está cifrada por el dolor, la enfermedad y la discriminación generada por su condición homosexual. Por otra parte, Un día perfecto debe leerse también como la radiografía de una ciudad que habla de la década protagonizada por Silvio Berlusconi. En palabras de su autora: “Cuando en 2002 empecé a escribir esta novela, ya se veía venir que en Italia nos esperaba un decenio bajo Berlusconi. Y me propuse explicar, desde el interior y sin retórica, todo lo que en mi opinión es la Italia de hoy, y que nos representa a todos”.
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