Con un volumen de cuentos cortos, enfocados en las relaciones vitales que entablamos con los objetos pero también con los afectos más primarios, Juan José Millás consolida una importante obra literaria.
› Por Fernando Bogado
Los objetos nos llaman
Juan José Millás
Seix Barral
248 páginas
Un teléfono. Un par de medias. Un reloj. La vida es, muchas veces, el catálogo de lo que usamos en su transcurso y que, una vez terminado todo, queda como la prueba más fehaciente de que alguna vez existimos. Esa potencia secreta de las cosas, esa intimidad que conforman con nosotros (¿Quién no tiene su taza preferida? ¿Quién no guarda como recuerdo de una persona alguno de esos objetos usados por el ausente?) sale a relucir en el último libro de cuentos de Juan José Millás, cuyo título alucinatorio confirma ciertas sospechas que surgen en inesperados momentos de tensa soledad: Los objetos nos llaman reúne pequeños relatos, tan afilados como el mejor de los cuchillos, que siempre, al concluir, nos dejan despojados, abiertos, incómodamente satisfechos.
El libro no es necesariamente una lista de cosas presentadas “literariamente”: los objetos pueden estar puestos en primer plano o en el trasfondo, pero siempre permanecerán como un fantasma que hace hablar al relato, directamente una aparición o un señalamiento de nuestra condición mortal. En Los padres de los amigos, el narrador cuenta cómo ha pasado su vida anotando la defunción de estas particulares personas en un cuaderno; mientras que en El hombre que escupe el protagonista descubre que su padre es apenas un hombre, un bulto tan anónimo como un cadáver cualquiera, luego de haberlo descubierto escupiendo en la calle.
No por casualidad aquellas dos historias se encuentran en la primera mitad del libro, titulada Los orígenes, en donde cada texto funciona como el retrato de un instante definitorio de la infancia de un personaje que, narración tras narración, parece el mismo. Dos figuras recurrentes, entonces, las de estos cuentos de infancia, las figuras preponderantes para cualquier niño, si vamos al caso: la madre y el padre. Varios son los textos que comienzan con “A mi madre...” o “Mi madre...”, como si desde un principio el narrador en primera persona buscara situar al lector en esa complicidad familiar, tan íntima como los objetos personales. Las narraciones finales de esta serie, más enfocadas en la figura paterna, son también las más desgarradoras: Mi pierna derecha o El brazo derecho de mi padre están allí para comprobarlo, textos que también hacen del cuerpo el objeto protagonista.
La segunda serie, más larga y con relatos mucho más variados, se denomina La vida y trabaja con tópicos propios de la adultez y costumbres citadinas: alienación, incomunicación, soledad. El primer cuento de la segunda sección, “Una vocación de clase media” (también, el más largo de todo el libro) contiene en sus páginas todo lo que los demás relatos de esta parte parecerían trabajar con un poco más de concentración. En él se presenta la mentira, el juego de dobles, el sorprendente final y también, claro, el problema de la literatura como práctica estética y formal, pero también como salvadora de personajes fracasados (los otros dos cuentos que tienen por tema a la literatura, apenas por su título, ya nos van dando ciertas pistas: El precio del éxito y Un éxito local).
Juan José Millás ha conseguido con el tiempo forjar una obra sólida compuesta por textos de la talla de Cerbero son las sombras (1974), La soledad era esto (1990) o la reciente El mundo (2007), por nombrar sólo tres trabajos premiados. A esto hay que sumarle su labor como periodista en medios como El País, profesión por la que también fue galardonado y que le otorga a su faceta literaria estrategias formales con las que ha construido ese género que Millás denomina “articuento”, esquema que parece repetirse también en estas historias: obras de lograda sencillez que dan la impresión de ser una nota periodística de costumbres para luego convertirse en un relato literario. Gran parte de estos trabajos son de libre acceso en su página web dentro del sitio www.clubcultura.com.
No nos confundamos: los cuentos de Millás no son reconfortantes, no están aquí reunidos para hacernos pasar un rato ameno. Cada historia es un tajo personal que los objetos ocasionan o testimonian, cada objeto perturba: ellos sobreviven al cuerpo, viven más que nosotros. Cada cosa es, a su manera, un aspecto nuestro que se desentiende de nuestra voluntad. Cada cosa es, en su medida, una llamada. Un abrigo. El tiempo que se va.
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