Sensibilidad y magia son las banderas con las que se viene abriendo camino la narrativa de Milena Agus.
› Por Nina Jager
El mejor mundo posible
Milena Agus
Edhasa
125 páginas
Una chica de catorce años cuenta en su diario cómo su familia sigue adelante después de que el padre ha desaparecido dejándolos en la ruina con una deuda de juego. Tuvieron que mudarse al único lugar que todavía les pertenecía: una casa en Cerdeña, la realización de un espacio utópico con mar color zafiro y lapislázuli y vegetación perfumada. En El mejor mundo posible hay una madre enferma, un abuelo excéntrico y una vecina que se niega a vender su casa para evitar que se convierta a Cerdeña en un resort de cemento.
El mundo que Milena Agus construye desde la escritura de una chica preocupada porque todavía no menstrúa está gobernado por la suerte. La vecina la introduce en el tarot y en algunos ritos mágicos. Y ella responde a sus enseñanzas inventando historias y escribiéndolas en su diario: unas sábanas aparecen volando en el aire durante la noche y ella cree que es su padre muerto que viene a visitarla. Estas “alas de papá” (frase que sirve de título a la novela en el italiano original) juegan del lado de la magia y el azar, presuntas responsables de algún equilibrio posible. La vecina adopta para sí y le inculca a la niña un lema para vivir: “Sin magia la vida es un espanto”. Y parece que Milena Agus creyera lo mismo para la literatura. La magia que gobierna la vida y la escritura de la niña gana protagonismo y se convierte en un elemento que se repite una y otra vez con pequeñas modificaciones, casi rozando el exceso.
“Nunca cuento las cosas como suceden verdaderamente, sino como espero que sucedan.” En la escritura de la protagonista, lo íntimo y lo fantasioso se cruzan con lo público y lo realista. Y así, sin intentar siquiera una ficción dentro de la ficción, El mejor mundo posible cuenta una historia sobre la que en ningún momento se puede pisar firme. La narradora confía en que su propia escritura hace posible el mejor mundo. Porque el escritor recupera el sentido perdido que las cosas tenían antes del hombre y las salva de los límites que el lenguaje les impone. Y justamente porque es posible convertir las sábanas en las alas de papá o el estreñimiento en un diario íntimo, la escritura y la magia cambian el mundo de la novela. Finalmente, creer en la tarea de escribir es la única pauta posible para el amor. “Con ese niño no podía seguir porque para él un árbol era solamente un árbol, mientras que yo estaba todo el tiempo pensando en todas las palabras que se debían usar para devolverle el sentido perdido.” Como en La mujer en la luna, la novela que dio renombre internacional a Milena Agus y la primera en ser traducida al español, en El mejor mundo posible la autora cuenta una historia situada en una intimidad femenina –en este caso, a mitad de camino entre lo femenino y lo infantil– para extenderse primero a un círculo familiar y finalmente a una pintura de la isla de Cerdeña. Pintoresquismo no sólo por las voces sardas o los paisajes vívidos que aparecen sino también porque la novela juega constantemente a desdibujar el límite entre lo íntimo y lo público. Muchas historias son contadas desde la perspectiva de un ojo que espía para después escribir, pero enseguida se hace evidente algún elemento de la imaginación de quien escribe. Y aquello que muchas veces parece una invitación a espiar por la cerradura resulta ser una puerta a la fantasía de una chica de catorce años.
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