Con La mujer en cuestión, la escritora cordobesa María Teresa Andruetto obtuvo el primer premio de novela del Fondo de las Artes en 2002. Acaba de ser reeditada en edición DeBolsillo.
› Por Samuel Zaidman
La mujer en cuestión
María Teresa Andruetto
DeBolsillo
192 páginas
Eva Mondino es una sobreviviente del campo de La Ribera, uno de los principales centros clandestinos de detención que funcionaron en la provincia de Córdoba durante la última dictadura militar. Alguien, no sabemos quién, encarga un informe exhaustivo sobre su vida. Ese informe es esta novela. La mujer en cuestión, de María Teresa Andruetto, despliega, ante todo, una notable destreza narrativa. Para llevar adelante su investigación, el narrador ha entrevistado a más de treinta personas. El informe es un género que exige objetividad e imparcialidad, y el informante aquí es, además, puntilloso y obsesivo: con la minuciosidad de un burócrata, cada dato obtenido es presentado como cita y registrada su fuente y, al mismo tiempo, se considera necesario intercalar numerosas notas aclaratorias. Entre paréntesis y comillas, Andruetto construye un extraño y laberíntico objeto verbal con fragmentos de múltiples voces contradictorias, donde la historia de un sujeto no es una línea sino una red que lo captura, como si la forma replicara el cautiverio de su protagonista. El narrador habla de sí en tercera persona (“el informante”, “quien redacta este informe”) y ella es, reiteradamente, “la mujer en cuestión”; sin embargo, es posible percibir desde el comienzo cómo se filtra la subjetividad del que escribe: Eva está fuera de la norma, es un poco excesiva, su altura supera el promedio y su peso está por encima del ideal. Sobrevivir sería, en primer lugar, un exceso.
Si la pregunta es quién es Eva Mondino, o cómo acceder a la verdad, el relato tiene pocas certezas y muchas incógnitas porque la forma de conocimiento que prevalece es la sospecha. Es una historia que se cuenta entre líneas, donde lo importante no se dice. El informe se desliza sobre una superficie que sólo podemos atravesar con intuiciones o conjeturas. El informante se complace en esa banalidad, allí despliega su arte y su eficacia: los cambios de color de su cabello, sus comidas y bebidas, el pormenorizado detalle sobre la adopción y el abandono del hábito de fumar, que incluye el testimonio erudito de un sociólogo de la vida cotidiana, cuyo libro resulta el único texto citado. Si el segundo marido de Eva es una figura inquietante, si él dice haberla conocido en La Ribera y ella afirma conocerlo poco tiempo después, en un casamiento, sólo sabremos por el informante que en dicha fiesta “entre las once de la noche y las cuatro de la mañana, los músicos interpretaron muchos temas”, que ella bailó casi todas las piezas con él y que esa misma noche “fueron a la cama”. Entre esas dos versiones, lo no dicho, y probablemente siniestro, es una sombra enfatizada por el contraste.
La mujer en cuestión es una novela de enigma cuyo investigador declara su fracaso, pero Andruetto logra dar cuenta de treinta años de historia argentina (de los años ‘70 al 2000) valiéndose de los innumerables modos en que la información circula: el chisme pueblerino, la denuncia anónima, la confesión religiosa o bajo tortura, la delación colaboracionista, los informes exhaustivos. ¿Qué ha cambiado entre aquella sociedad concentracionaria y la sociedad actual? Eva estaba “muerta de hambre” y “muerta de miedo” al salir de La Ribera. Ahora vive recluida en las afueras de un pueblo cuyo nombre prefiere ocultar “por razones de seguridad”, y acepta colaborar con el informe que la investiga “porque necesita el dinero”. Pero, ¿quién es el “mandante” que paga la investigación y cuál es su propósito? Los entrevistados no lo saben, el narrador tampoco, y esa ignorancia persiste y resuena, perturbadora.
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