Dos hermanas, una en coma y otra en bicicleta, arman la trama de una novela de sorprendente poder de observación.
› Por Martin Kasañetz
Glasgow 5/15
Isabel de Gracia
Editorial El Ateneo
256 páginas
Desde la filosofía podemos enunciar que la mirada del otro –su presencia– nos hace conscientes de nosotros mismos. A través de la subjetividad de ese otro podemos captar las vivencias personales. En esta exquisita novela (ganadora del Premio Internacional de Novela Letra Sur), Isabel de Gracia nos presenta una historia que contiene diferentes etapas y que cada una de ellas está atravesada por esta dualidad de la protagonista principal –una joven que hace mandados en bicicleta– y los otros, siempre desde una observación que los exterioriza pero también como construcción de su realidad personal. Esta joven –de quien no sabemos nunca su nombre– tiene una hermana restauradora de estilográficas que se encuentra en coma luego de un accidente misterioso en la ruta 3 del cual poco se sabe; solamente que fue encontrada en medio del campo, con la mitad del cuerpo sumergido en una pequeña laguna, sin ningún tipo de golpes o heridas y junto a un auto vacío que no era suyo. Desde aquí partimos, introduciéndonos en la percepción subjetiva de esta mandadera y su vida luego del accidente de su hermana.
Glasgow 5/15 (título de la novela) representa a la escala utilizada en medicina para medir el nivel de conciencia de un paciente. La interpretación del coma, desde la que la protagonista de esta novela observa a su hermana –internada en el pabellón de los comatosos– se torna una exploración íntima sobre sí misma. Esta indagación parte fundamentalmente desde la relación fraternal de un pasado en común entre ambas hasta la situación actual de sus propios padres: una conjunción perfecta entre un padre egocéntrico que se hace llamar adrede para subir el rating del programa de radio en donde colabora con una columna política hasta el desinterés profundo de una madre de viaje en el exterior. Estas hermanas están íntimamente ligadas: una desde la hondura de la enfermedad y la otra desde su propia incomprensión.
En el pabellón de los comatosos todo parece estar detenido. El coma se presenta como un estado de espera y una ausencia pacífica. Nada parece envejecer, existe una presencia física pero a la vez una distancia insondable. El tiempo está quieto. Entre mandado y mandado que la joven realiza, se las arregla para volver a pasar la noche con su hermana que, bella y al parecer eternamente dormida, espera. También aquí están los otros, los vecinos que ella conoce en la habitación de al lado, compañeros momentáneos de noches interminables y gracias a los que también se descubrirá a sí misma.
En esta novela –excepcionalmente construida– se describe también una ciudad sin nombre, con parques interminables que cierran en la noche y en los que se pasean personajes particulares. Nos transmite una idea de soledad y penumbras que esta joven atraviesa en bicicleta haciendo sus mandados.
La escritura de esta novela revela una notable delicadeza, y utiliza además un componente interesante como es el de realizar preguntas que en el momento resultan incomprensibles para el lector, pero que luego, se develarán haciéndonos volver al texto a cerrar una idea previamente enunciada, generando de paso una unidad conceptual.
Mediante un relato que se presenta en principio como policial y con una escritura basada en una economía sutil y precisa (por momentos recuerda a Los suicidas de Antonio Di Benedetto), Glasgow 5/15 nos introduce de manera excepcional en el mundo de la observación de esa extrañeza que siempre son los otros.
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