Dom 21.02.2010
libros

UNA VOZ PLURAL PARA COMPARTIR DESDICHAS E INTIMIDADES.

Nosotras, que no queremos tanto

› Por  Mercedes Halfon

En el primer poema de su libro, Clara Muschietti se pregunta “En qué franja del mundo estoy/ en la que hace qué/ en la que cree en qué/ en la que jamás piensa en qué”. Una chica –así se define la autora– que se pregunta una y otra vez quién es, dónde debería ubicarse, qué la recorta o define; se pregunta, en síntesis, por su identidad. El poema arriesga algunas respuestas tentativas, momentáneas, pero la verdadera respuesta está en lo que leeremos a continuación. Karateka, segundo libro de la autora luego de La campeona de nado, está en su mayor parte escrito en plural. Esta particularidad en la construcción, el nosotros que reemplaza al yo, es la forma que la autora elige para encadenar sus palabras. Este nosotros está en las antípodas de nombrar un deseo colectivo, o de pareja. No es, por decir así, al pueblo al que alude, ni al nosotros que suplanta al yo cuando se habla de amor. El poemario se construye con pinceladas de dolor, momentos de absurdo y desesperanza íntima. De ahí que ese nosotros sea tan particular: no está aquí para apelar a un sueño común, porque no es en lo más mínimo optimista de lo que se habla.

“Nos sigue un perro abandonado/ hasta que llegamos a casa/ Nosotras lloramos todo el viaje/ y ni siquiera le tocamos el lomo/ lo miramos para explicarle/ que la casa es tan chica/ (...)”. La tristeza de los versos es tal, que la autora, para encadenar las imágenes, necesita un pequeño desfasaje de sentido. No es que el perro siguiera a muchas chicas a la vez, es que toda esa inutilidad femenina (“Un niño superdotado/ nosotras nos engrasamos el pelo de tanto tocarlo”) o la certeza de que no se puede con ciertos lugares de la mujer (“Nacen niñas en todos los segundos/nacen niños en todos los segundos/ nosotras no podemos sacar las manos del abrigo”) necesita decirse de otro modo. El tono dramático es matizado por las imágenes insólitas, como la del karateka que da título al libro: “Nuestro Karateka habita/ el borde superior de nuestro órgano/ (el que tiene que latir)/ se va moviendo según las pruebas/ según la urgencia/ Hay días que habita el centro/ como un guerrero implacable, sobre todo/ si te escucha la voz o algo así”.

En la mayoría de los poemas el plural es directamente femenino: nosotras. Como si detrás de la autora hubiera muchas otras mujeres que entran en la misma “franja” que la que escribe. Es cierto, Muschietti asimila en su libro la tradición de poetas femeninas que gozaban en la tragedia, en escribir la desesperación desde la menos ficcional de las primeras personas, como Alejandra Pizarnik o Sylvia Plath por citar dos ejemplos contundentes. Muschietti le da una vuelta a esa herencia. En sus tristísimos poemas, sale airosa de ese lugar terrible de la poesía femenina, aunque hable de los mismos temas. El nosotros como un amortiguador de tragedias personales. El nosotras como una salida de la encrucijada de las grandes poetas: nosotras, pareciera decir Muschietti, estamos acompañadas.

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