Dom 28.02.2010
libros

Mentiras verdaderas

Una antología personal con los mejores cuentos de Tobias Wolff, uno de esos extraordinarios escritores norteamericanos en los que conviven la vida y la forma en equilibrio perfecto.

› Por Rodrigo Fresán

La capacidad de mentir es, segura y definitivamente, lo que separa (salvo en las películas de Walt Disney) al hombre del animal. Y a lo largo de la historia, el ser humano ha conseguido elevar cierto tipo de mentira a la categoría de bellísima y auténtica arte. Una mentira verdadera –algo que en principio no es cierto pero que acaba adquiriendo y ganándose la gran medalla a la realidad incontestable– son esos contados cuentos perfectos. Algo que –en el decir de un maestro de la forma como John Cheever– “puede contribuir a nuestra comprensión de unos y otros y, algunas veces, del confuso mundo que nos rodea”.

Tobias Wolff nació en Birmingham, Alabama, en 1945. Está considerado uno de los más grandes narradores norteamericanos en actividad y es el orgulloso poseedor de una vida interesante y confusa y, por lo tanto, narrable. Ya hemos leído sobre ella en Vida de este chico (1989), en el tour bélico por Vietnam recordado en El ejército del faraón (1994), y en la educación delictivo-literaria fraguada en esa magistral suerte de novela/memoria que es Vieja escuela (2003).

Así, Wolff es, también, un muy respetado profesor de literatura y escritura y en más de una oportunidad ha declarado tener en la escritura la fe que otros entregan a los dioses: “Yo creo en el poder de las historias para aclarar nuestro sentido de la realidad”.

Y Tobias Wolff –hijo de adorable madre fabuladora y de compulsivo padre fantaseador, “Mi madre leía de todo excepto libros. Anuncios de los autobuses, la carta entera de los restaurantes, vallas publicitarias; si no tenía tapas, le interesaba”, leemos en el relato “El mentiroso”, página 55 de Aquí comienza nuestra historia– sabe mucho sobre este tema. Y lo demuestra con creces en esta galardonada antología personal de sus mejores veintiún relatos a los que suma diez nuevos a la altura de los clásicos. Y donde se explica y justifica, en una nota al lector, la reescritura y el retoque; entendiendo a los cuentos como algo que muta, que no reconoce forma original y que siempre se puede mejorar “como forma de cortesía” para con el lector sin por eso desatender “una cierta inquietud estética” del autor. De este modo, Wolff afirma no considerar marmóreos, inamovibles y “sagrados” a sus textos sino “vivos”, por lo que “me tomo un interés constante por dar a esa vida su mejor expresión”. De este modo también, un milagro como “Mortales” –uno de los muchos textos aquí, al igual que el ya mencionado “El mentiroso” o “La declaración”, cuyo tema pasa por el engaño o la versión alternativa de una misma trama– aparece en Aquí empieza nuestra historia aún más cerca de la inmortalidad de la perfección. Si no me creen, lean esta breve pero enorme historia en que un cínico redactor de necrológicas de un periódico resulta víctima de un mentiroso patológico y es despedido de su trabajo. Pero nada se pierde, todo se transforma. De semejante sombrío encuentro surge la luz encandiladora de un cuento inolvidable, de la más verdadera de las mentiras, dentro de un libro que acaba funcionando como taller literario portátil.

Lo sintetiza bien la escritora Marianne Wiggins: “La mente de Wolff corta con la elegancia de un cirujano de nivel mundial. Y la analogía es apta: estos cuentos pueden salvarte la vida (si eres, como yo, de las personas que piensan que la buena literatura es la mejor forma de medicina preventiva)”.

Pasen y lean y aprendan a mentir y a narrar y a salvarse.

Y es que, a la hora de la verdad, nada nos gusta y nos sirve más y mejor que el que nos mientan con maestría.

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