› Por Sergio Kisielewsky
Si los relatos de cárceles y presidio pueden contar con zonas de luminosidad es sin dudas porque la labor de la escritura rompió todos los moldes. Detrás de los barrotes, en la zona donde el preso levanta la cabeza y a renglón seguido el gendarme está allí presto para la golpiza, todo parece terminar. ¿Qué se puede decir? ¿Qué más se puede agregar? Sin embargo, Alberto Trotta logra que un testimonio de vida florezca entre los grilletes y el calvario por el que atraviesa un preso político durante la dictadura de Lanusse, en 1972, y se convierta en una marca de época.
La travesía abarca los penales de Coronda, Rawson y Devoto y el hilo conductor es el mismo: se pueden requisar las pertenencias materiales pero los prisioneros tomarán sus recaudos para que la moral y el espíritu del detenido queden lo más a salvo posible. Gimnasia, lecturas, debates, canciones se balancean de un lado al otro del texto como las marcas que quedan en las paredes del presidio. Entonces Trotta narra para sorpresa del carcelero, se habla, se revela, se comenta y se apuesta por el futuro que está allí afuera. Si la cárcel es la primera escuela de los revolucionarios, como escribió Ho Chi Min, el autor describe en detalle lo que ocurrió a la sombra de aquellos años y de aquellas cárceles. Las paradojas de la escritura convierten un libro de encierro en una obra abierta, inconclusa y reveladora. Es allí donde el humor una y otra vez surca el texto como modo fraternal, transparente, de presentar los personajes que van moldeando un colectivo de voces difíciles de reunir. Formoseños, correntinos, oriundos de la Patagonia o del Chaco van creando puntos de encuentro con parámetros diferenciados y tonadas únicas. Si una cámara de cine se instalara en el corazón de la escritura, el resultado daría una mixtura entre Fellini y Mijalkov. Hombres con cuerpos de pera o aquel que se convirtió en perdiz para escapar, dan un indicio de lo que pueden la imaginación y el humor en una situación límite. Entonces la obra es la puerta a la cercanía con el otro. Hombres de diversas organizaciones políticas y militares que confluyeron en un mismo espacio físico durante años. A ellos, sin duda, está dedicada esta mano tendida en forma de palabras.
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