Dom 02.05.2010
libros

Las luces que a lo lejos

Una reflexión metafísica pero apegada a los sentidos, en el último poemario de Mercedes Roffé.

› Por Mercedes Halfon

Las “linternas flotantes” es el nombre de una celebración practicada en Japón en la cual pequeños farolitos de papel con una vela encendida y un mensaje adentro se dejan sobre los ríos durante la noche. El ritual se hace para despedir a los muertos y recordar a las víctimas de todas las guerras. Es una celebración de paz y, a pesar de que seguiría teniendo significado en nuestra época, cada vez se practica menos: en muchas regiones se piensa más en la contaminación del mar que en perpetuar una tradición, por más hermosa que ésta sea. En los pocos lugares donde todavía la llevan a cabo, toman la precaución de recoger las linternas antes de que se pierdan definitivamente aguas adentro. Este deseo de recordación antiguo, este clima de rezo como disuelto en agua, es el denominador común de Las linternas flotantes, el último libro de poemas de Mercedes Roffé. Esta poeta, traductora y profesora –nacida en 1954 en Buenos Aires, y radicada en Nueva York– es dueña de una rica obra poética, publicada en diversas editoriales americanas y europeas, y de notables galardones, entre otros, la beca Guggenheim en poesía en 2001.

Por momentos, los versos del poemario también parecen flotar en la hoja: “Pasan los días / Hacia vaya saber qué ribera / Disolución, disolución, nada / nada / se diluye”. La transcripción se hace difícil porque cada línea de texto está en un lugar diferente de la página. Así, cada palabra resignifica la anterior, la niega o la eleva, dejando abierto el juego de los sentidos. En otros momentos, la polisemia es más acotada y el sentido se hace fuerte en su repetición: “Hay casas y hay escombros / hay casas allanadas y casas demolidas / Hay tiendas, hay iglúes, hay tepes, hay lofts, hay bunkers, hay palacios”.

En todo el libro las palabras tienen un difuso movimiento, parecido al rezo, parecido a la canción. Roffé extrae la matriz emocionada de las plegarias, el placer que estas oraciones encontraban en mostrar lo malo del mundo y cómo eso mismo podía elevarse al cielo, transformado. “Oremos”, dice en ese mismo poema, más tarde. De eso se trata este poemario. Una reflexión metafísica pero terrena, apegada a lo que puede verse, tocarse, olerse. Como esas linternas que se perdían en la oscuridad, los versos de Roffé regalan destellos de lucidez en un fondo doloroso y de incalculable profundidad.

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