Desde Bahía Blanca llegan los poetas mateístas, en el marco de un proyecto editorial que mira el futuro y despega desde el Bicentenario.
› Por Fernando Krapp
Las diversas editoriales que empezaron a proliferar en distintas provincias hacen pensar que la relación de dependencia cultural se está achicando cada vez más. Por fortuna, estos emprendimientos permiten conocer una visión distinta acerca de qué es la literatura para escritores que viven alejados de Buenos Aires, en diversos puntos de lo que se suele denominar periferia. A las ya existentes, se suma ahora el proyecto 17grises, comandado desde Bahía Blanca por Maximiliano Crespi y Guillermo Goicochea, quienes vienen remando sobre el asfalto con su trabajo y han revelado nuevas voces como las de Maximiliano Lagarrigue, Mariano Granizo y Karen Garrote. Recientemente, en ocasión del Bicentenario, ampliaron su catálogo con más títulos de autores noveles y reediciones de clásicos de Ezequiel Martínez Estrada, Enrique Banchs y Roberto Payró, entre otros.
17grises también acaba de editar a cuatro poetas bahienses reconocidos: Omar Chauvié, Sergio Raimondi, Marcelo Díaz y Mario Ortiz, que durante la década del ’90 se agruparon bajo el nombre de “Poetas Mateístas” y tuvieron una asidua conexión con lo que posteriormente se llamó “poesía de los ’90” en Buenos Aires. Muchos de ellos fueron publicados por el sello editorial Vox, que sacó los primeros libros de Fabián Casas y Washington Cucurto. Si bien las apuestas estéticas entre ellos son bastante disímiles, los cuatro comparten una fuerte impronta social, una urgencia por tensar aún más los límites entre poesía y realidad, entre alta cultura y cultura popular. Con ecos de la antipoesía de Nicanor Parra y el neobarroco de Néstor Perlongher, tanto Ernesto Guevara quiere ser Papá Noel y otros papeles de Omar Chauvié como Es lo que hay de Marcelo Díaz construyen una poética con los residuos diurnos de la realidad, sin estetizar ni embellecer sus frases, como si recolectaran sus versos de la calle, porque su belleza está justamente ahí; escrita con el polvo que cubre el vidrio de un auto, en los cantos de una hinchada de fútbol regional, en el copete de una noticia de prensa amarillista. En cambio, Sergio Raimondi en Poesía civil (quien obtuvo la Beca Guggenheim por su trabajo) apuesta a un rigor mucho más formal, que se puede leer como una urgencia lenta por explicar una década; las consecuencias políticas de la convertibilidad y el vaciamiento de los recursos naturales al sur de la provincia. La poesía de Raimondi es un gesto político donde se intenta plasmar qué quedó detrás de la ilusión óptico-digital llamada “prosperidad económica”, transfigurada en divisas que ya no están.
La auténtica novedad es Al pie de la letra, de Mario Ortiz. No sólo por su apuesta, sino porque es el único libro de los cuatro poetas mateístas escrito íntegramente para esta nueva colección. Lleva como subtítulo “Cuadernos de Lengua y Literatura Nro 5”, y viene a continuar (¿a cerrar?) los trabajos anteriores de Ortiz. Al pie de la letra mezcla la autobiografía con la prosa poética, el ensayo histórico sobre la grafía y el diseño de letras con el verso libre y la geografía literaria. Y en esos cruces, Ortiz traza una voz poético-narrativa donde describe cómo surgió su amor por la forma gráfica de las palabras y trata de explicar, y explicarse, al igual que los otros tres poetas (al igual que cualquier escritor cuyo mundo propio colisiona con el contexto) qué significa escribir asediado por los vientos calientes, rodeado de chacras ilimitadas, entre la siesta de la tarde y las políticas agrarias.
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