Se puede acceder en Argentina a la primera novela de Maryse Renaud, una importante crítica literaria nacida en las Antillas francesas, y residente en París. El cuaderno granate trama los hilos sutiles que en la ficción conectan Chascomús con el Caribe y las Antillas.
› Por Maria Rosa Lojo
El cuaderno granate es la primera novela de una reconocida catedrática y crítica literaria nacida en las Antillas Francesas (Martinica, 1947) y residente desde la niñez en Francia. Maryse Renaud es actualmente responsable del Seminario de Literatura Latinoamericana del Centre de Recherches Latinoaméricaines de la Universidad de Poitiers. Sin traducción mediante, directamente escrita por su autora en español, su novela sale a la luz por primera vez entre nosotros.
Poco es lo que sabemos del Caribe francés, de su cultura y su literatura, fuera de algunos nombres eminentes; entre otros, los poetas Saint John Perse, nacido en Guadalupe, o Aimé Césaire, martiniquense, surrealista que exalta su herencia africana en el lenguaje estético de la vanguardia (Cuaderno de un regreso al país natal, 1939). Maryse Renaud, en cambio, conoce muy bien la literatura argentina y también nuestro país. A tal punto que uno de los capítulos de este libro se titula “Chascomús”, aunque no habla precisamente de sus bellezas naturales, sino de un bochornoso episodio en la vida del protagonista: el abogado Miguel Granval, que viaja a esta localidad a pedido de su padre para defender y salvar de la cárcel al estanciero don Cosme, rico y con influencias políticas, así como también efectivamente culpable de haber asesinado al amante de su mujer. Las razones aducidas para justificar el pedido pasan por la “negritud oculta” de don Cosme, presunto descendiente de esclavos coloniales, si bien esos antecedentes –reflexiona Miguel– nada tienen que ver con su posición actual ni lo exoneran de su crimen.
Los Granval pertenecen a la alta burguesía profesional afrofrancesa de la isla. El médico Edgar Granval, padre de Michel y esposo de Clarysse, reivindica sus raíces africanas y educa a su único hijo en la historia y la leyenda del general cartaginés Aníbal Barca. Pero los tres viven cómodamente en París. A la distancia (geográfica y temporal) de la matriz africana, evocar esa ascendencia ya diluida (incluso en el muy atenuado y mestizo color de la piel) es antes un sello de singularidad refinada dentro de su medio que un compromiso activo con los africanos (o los latinoamericanos de ese origen) hundidos en la pobreza.
Muerto su padre, Miguel se replantea una carrera que no le interesa y los valores que lo han guiado hasta ese momento. Otro tanto hacen las dos mujeres que lo aman de muy distinta manera: su madre Clarysse, y Emma, supuestamente medio hermana de su padre (nacida de una amante de clase social inferior) con la que Miguel se ha involucrado en una relación pasional. La novela desmenuza con sutileza las complejidades psicológicas de este triángulo, desde el eje del “cuaderno granate”: un diario que Miguel ha llevado en su infancia y adolescencia, y cuya lectura terminan compartiendo las enemistadas Emma y Clarysse. Revelaciones sobre ellas mismas y sobre bien guardados secretos de familia las esperan en esta inesperada aproximación.
Clarysse se enfrentará a las pruebas de lo que siempre ha sospechado: el lento y seguro trabajo de su marido para apartarla de Miguel y formarlo según sus pautas. También deberá asumir su propia complicidad en sus manipulaciones para absorber egoístamente al hijo y retenerlo en el mundo seguro y cerrado de una clase social y de la profesión que debe asegurarle fortuna y prestigio. Tendrá que aceptar, sobre todo, su fracaso íntimo: no haber logrado hacerse amar por un hombre que se casó con ella sólo porque era la candidata que satisfacía las expectativas de la familia. Emma, por su parte, terminará confesando a Clarysse su situación real dentro del clan Granval, hasta entonces oculta para no desprestigiar la figura patriarcal del disipado abuelo Anselme.
Lo que aguarda a los tres al final del camino es una experiencia de liberación y reencuentro: no sólo de cada uno consigo mismo y con sus deseos profundos, sino de todos con Latinoamérica, en una dimensión que excede el circuito de clase custodiado por los Granval. Sin desdeñar su propio legado, lo integrarán con el Caribe hispánico e indígena, cumpliendo, como Césaire, su retorno a un “país natal” cuyo horizonte se ha ensanchado generosamente.
Con un rico trabajo de filigrana, tanto sobre los afectos, como sobre la trama de los sentidos y la pugna de las ideas, El cuaderno granate pone de relieve los mandatos de género y los mandatos de clase a uno y otro lado del océano, así como el intrincado mapa multicultural que lleva a los verdaderos tesoros del Caribe.
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