Dom 17.06.2012
libros

El aguante en familia

Un ensayo basado sobre teoría marxista propone recuperar la familia en tiempos globalizados no como una utopía ni una expresión conservadora, sino como un abierto desafío político.

› Por Mariano Dorr

El prólogo a cargo de Olga Viglieca no deja dudas acerca de la densidad de la crisis profunda que atraviesa la familia en la actualidad. Trabajo infantil, niños que duermen en la vereda, abuelitas que venden paco para llegar a fin de mes, puérperas que matan al recién nacido, padres que encierran y violan a sus hijas durante años y las hacen parir. “Ni las leyes contra la violencia, ni el Año de la Mujer, ni la formalización de una ONU de las mujeres encabezada por Michelle Bachelet se han mostrado eficaces para impedir que falten entre 150 y 200 millones de mujeres en el mundo”, escribe Viglieca. Frente a este escenario, la descomposición de los vínculos familiares no es un hecho aislado. El objetivo de Jorge Brodsky –historiador, autor de Esbozo de las primeras luchas obreras en la Argentina, hasta 1910– es mostrar que la sociedad capitalista tal y como hoy la conocemos rotundamente no está en condiciones de proponer un modelo diferente de familia.

El autor ensaya un cruce interdisciplinario (combinando antropología, demografía histórica, psicología, filosofía y sociología) para dar cuenta de que la familia no es otra cosa que un producto histórico y, fundamentalmente, un fuerte normalizador de relaciones sociales. Y si la normalización ha sido históricamente la estrategia asumida por las clases dominantes para perpetuar el régimen de opresión, “el marxismo es la única teoría en condiciones de dar cuenta de la situación actual de la familia y de proponer su superación”.

La familia nunca fue un simple actor pasivo en la dinámica de la explotación; esto puede observarse, por ejemplo, en el rol que ocuparon los lazos de parentesco –entre los siglos XIX y XX– en la organización de las migraciones de las zonas rurales a las ciudades industriales. La adaptación de los inmigrantes a sus nuevos trabajos y condiciones de vida habría sido imposible sin un despliegue estratégico de las familias. Los vínculos familiares operaron como verdaderos canales facilitadores del reclutamiento y adiestramiento de trabajadores en las fábricas. Ahora bien, una vez “juntos” en la fábrica, cualquier innovación tecnológica podía implicar la expulsión de mano de obra, situación generadora de un ambiente de competencia y creciente desconfianza, debilitando los lazos de solidaridad entre los parientes trabajadores. Por este motivo, no fue la familia sino la fábrica el espacio propicio para el desarrollo de la conciencia del trabajador respecto de su lugar en las condiciones de producción, mediante “la organización sindical primero y su cristalización política después”. El brutal individualismo a ultranza promovido hoy por la burguesía “de carne y hueso” –explica Brodsky– repudia a la familia. Sobre todo a la familia burguesa, y descaradamente: ya no sólo se festejan bautismos, comuniones, cumpleaños de quince, casamientos, sino que se ha vuelto frecuente la celebración de las separaciones. La más mínima expresión de interés social (aun el amor conyugal o filial) aparece como un elemento antagónico frente al encumbrado individualismo. Esto transforma a la familia en un posible espacio de resistencia política: “Si la sociedad globalizada es el resultado del dominio del capital financiero, la familia que resiste sólo puede ser aquella que es su víctima consciente, la familia del trabajador de carne y hueso que se politiza”, escribe Brodsky. Un ejemplo notable de familias que resisten lo encontramos en la experiencia de los movimientos sociales y piqueteros en la Argentina, verdaderas herramientas de transformación de la realidad de innumerables familias politizadas.

Dedicado –entre otros– a “Marianito Ferreyra, presente”, el trabajo de Brodsky está escrito con el calor de quien debate y convence (o inquieta), a partir de la investigación y la discusión con los “intelectuales” que esquivan el análisis marxista como si de una herejía se tratase. La lectura que hace Brodsky de La familia en desorden, de Roudinesco, es imperdible y recorre buena parte del libro. La superación de la familia no es una utopía sino un desafío.

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