Publicado por Ada Korn en 1986 y sin reediciones desde entonces, Situación de peligro es un libro crucial para su época, para la literatura argentina de entonces y para comprender al escritor que hoy es Guillermo Saccomanno. Descarnada, pero de una destreza técnica notable, que se mueve sobre el tablero psi sin muletas teóricas, es una exploración del núcleo más duro de su esencia literaria: el padre, la militancia, el arte, el suburbio y la política que atraviesan la vida y la conciencia. Uno de los editores responsables de ésta, su primera reedición desde entonces, explica por qué es un secreto que vale la pena descubrir.
› Por Claudio Zeiger
Los asesinos no suelen volver al lugar del crimen, pero los escritores suelen volver a los lugares donde tanto se amó como se sufrió (generalmente al mismo tiempo). Ese lugar suele ser el barrio, la patria de la infancia, y sus superhéroes suelen ser los padres. Descubrir que los padres no son los reyes no es algo para rasgarse las vestiduras, pero sí para rasgar, aunque sea por única vez, los velos de la vida. Para el hijo varón, el padre es un indiscutido candidato a lo mejor y lo peor del relato iniciático. De la idolatría a la revelación descarnada, del amor al odio y la desesperación; todas versiones, finalmente, del peligro de vivir. De vivir (cerremos filosóficamente este círculo de reflexión), peligrosamente.
Así estaban más o menos las cosas cuando en 1986 apareció la primera edición de Situación de peligro, en la elegante y a la vez rústica edición de Ada Korn. Elegancia y aspereza, dos atributos de aquella edición que se sostenían y replicaban con coherencia al interior del libro. El libro ganó el premio del Club de los XIII y sufrió algunas incomprensiones críticas de quienes sólo vieron en esos textos duros y enfrascados, un puro tono confesional, catarsis de un escritor de, entonces, más de treinta años. Y sin embargo, a la distancia, no sólo se puede ver que se estaba frente a un texto que se paraba perfectamente sobre sus pies (como más de diez años después, y en una línea similar, El buen dolor) sin tener que recurrir a explicaciones extratextuales como “el giro autobiográfico”, sino que ya se adentraba en una literatura filosa que capturaba un núcleo muy personal, una mitología a la que Saccomanno volvería una y otra vez, alejándose de lo que parecía a primera vista: un ajuste de cuentas.
No es que aquí se niegue que haya algo de ajuste de cuentas en Situación de peligro. El problema es que el resultado del “ajuste” no es un fino calibramiento literario sino un duro aprendizaje perturbador. Algo que recién iba a empezar, no a cerrarse con moño y moraleja edificante.
El libro trata, a lo largo de cuatro relatos engarzados por un tema y un clima comunes, de los vaivenes de la relación de un padre y su hijo a lo largo de los años. Desfilan y retornan en círculo los estados alucinados de la niñez, los pesares de la adolescencia, las rabietas de la extrema juventud. Y también, se pega el salto a la relación madura entre padre e hijo que podría fecharse en el momento en que el hijo, convertido en soldado, hace la colimba (anticipando de paso el volumen Bajo bandera). El antagonismo, el roce y hasta el enfrentamiento abierto, cuchillo en mano (metáfora del absoluto filo cortante que aún mantiene esta novela), se suceden en un vértigo repetitivo y asfixiante. Los contrincantes pisan una y otra vez el campo de batalla. A veces es el galpón, la cocina, el patio o la calle suburbana. Mataderos, el centro, una Buenos Aires de arrabal arrasada por las dictaduras, por la represión. Libro de sonámbulos. Libro de seres que dan vueltas y más vueltas alrededor de la jaula.
En este contexto, padre e hijo rara vez se entienden. Y cuando se acercan, surgen los chispazos. Si el padre es anarquista, el hijo se hace leninista y trosko. Si el padre busca dar de sí una visión romántica, de hombre íntegro, el hijo intenta patear el tablero, se porta mal. Pero no se puede negar: desde distintos planos, con una sorprendente riqueza técnica de montaje de diferentes tiempos narrativos, facetando situaciones, anécdotas, espasmos verbales, Saccomanno construye a través del “viejo” un arrollador héroe romántico de dimensiones inmensas, uno de esos seres al borde de la teratología. “Sin guantes”, “Solos” y “Aunque siguiera tronando” son los tres relatos que además de un prólogo y un capítulo de una novela inconclusa (“El Emperador”) configuran este libro radicalmente original en forma y modo de tratar su materia.
Ejercicio de psicoanálisis al rojo vivo, pero escrito absolutamente de espaldas a la “disciplina” psicoanalítica (un solo personaje, llamado Juan, un amigo del narrador, aporta algo de un saber psi que no les sirve a los otros, barriales agonistas), las interpretaciones de este libro aúllan y se condensan en sentencias terminales. De entrada, el Padre–Monstruo omnipotente exclama: “Soy mi padre, pibe. Como vos sos tu propio padre. No le debés nada a nadie”. Pero esta escena de comienzo no transcurre en cualquier parte: el padre está en una cama de hospital, con suero y goteo, dando sus últimas indicaciones al mundo en general y al hijo en particular. Construyendo su legado. Quiere dejarle la Lettera para que escriba, para que siga perpetuando la obra siempre inconclusa de la familia. No escribió su libro, el padre, pero hizo que se escribiera este, se sugiere en el final del primer capítulo.
Y sí, el libro finalmente fue escrito y publicado en 1986 y desde entonces permaneció en la zona de penumbra de los libros algo míticos, más mentados que leídos. Se puede decir que Saccomanno construyó una enorme carrera literaria a posteriori, pero que Situación de peligro, su puesta en circulación, era una pieza faltante, una deuda pendiente. En lo personal, siento un enorme orgullo y placer de haber participado de la edición. Hoy, hay muchas editoriales independientes que funcionan como un soporte, una red de amigos que se sostienen a ellos mismos en la enorme dificultad que pese a todo puede significar el hecho de seguir escribiendo e intentar publicar. Esta edición de Situación de peligro no es para nada ajena a la amistad, y sin embargo va mucho más allá del gesto de la mano tendida o las palmadas en el hombro después de tomarse unas copas. Es traer desde el pasado –pasado reciente, cicatrices apenas disimuladas–- un pedazo de carne viva de la mejor ficción argentina subterránea, la que vale, la que en medio de una vorágine de lecturas a veces absurda, nos hace frenar para preguntarnos:
–Pero entonces, ¿es verdad que está hablando de mí? ¿Que me está hablando a mí?
Situación de peligro es libro que acecha, agazapado, al lector. Le salta a la cara de su propia experiencia. Apela desde lo más elemental: todos somos padres, todos somos hijos. Muchos quisieron o quieren ser escritores. Todos somos o fuimos juguetes rabiosos de juventud.
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