Dom 12.08.2012
libros

Un buen revés

› Por  Ariel Magnus

De todas las formas que se le ofrecen a un escritor ya entrado en años de recapitular su vida sin caer en la clásica y por lo general tediosa autobiografía, el alemán Hans Magnus Enzensberger (83) eligió una muy simpática y original: contar sus fracasos. Mis traspiés favoritos, como se llama el libro de Capital Intelectual en la estupenda traducción de Florencia Martin, cuenta en primera persona los reveses que sufrió el autor tanto con sus guiones para cine, ópera y teatro, como en el mundo editorial (sobre todo como editor). Algunas de estas anécdotas, que de paso nos brindan un interesante recorrido por la cultura made in Germany de la segunda mitad del siglo veinte, viene acompañada del texto correspondiente que nunca se filmó o no llegó a estrenarse. Entre éstos se destaca un libreto de ópera escrito casi en el fragor de los hechos (1991) sobre qué fue de la vida de los miembros del Politburó después de que cayera la Cortina de Hierro. La mejor anécdota, con todo, es probablemente la que abre la sección de traspiés teatrales, donde Enzensberger cuenta que asistió en 1961 a una reunión del afamado (y difamado) Grupo 47 y se sentó en la “silla eléctrica” a leer su primer drama, La tortuga. A pesar de ser una comedia, nadie se rió mientras duró la lectura. “El hecho de que ninguno de los críticos presentes haya tomado la palabra demuestra lo civilizado que aún era el trato dentro del grupo”. El libro cierra con un “Almacén de ideas” que le quedaron en el tintero, pero que sigue creyendo lo suficientemente buenas como para que otros las retomen. Se encuentran allí sus apuntes de investigación sobre el rearme de la República Federal Alemana tras la Segunda Guerra Mundial. También hay un fragmento de diálogo entre Marx y Engels, y la idea editorial de vender clásicos reducidos a cien páginas.

Aunque por momentos Enzensberger peca de un exceso de autoindulgencia, presentando traspiés menores que en rigor esconden notorios triunfos, su autobiografía no autorizada pone el ojo sobre el compañero más fiel del escritor, aun del que tuvo el suficiente éxito como para que le publiquen hasta sus fracasos.

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