Ceci y Fer
Ceci y Fer, Año I Nº 1 (Buenos Aires: 2002)
› Por Daniel Link
Así como hay revistas que se llaman Claudia o Maribel, y debería haber revistas que se llamen Roberto, ahora hay una revista que se llama Ceci y Fer (las referencias más que probables son Cecilia Pavón y Fernanda Laguna). Pero Ceci y Fer es mucho más que una revista circunstancial y se deja leer casi como una novela epistolar, cuyo tema es (oh sí) el amor en la época del capitalismo salvaje y, derivado de ese tronco, una miríada de temas que incluyen la revolución, las comunicaciones, la espera, la música pop, el deseo (y su falta). Como dos grafómanas graves, Ceci y Fer no pueden parar de escribir (“No sé por qué escribo/ sólo escribo/ todo el tiempo/ sin parar”), aun cuando sospechen que lo que escriben puede carecer ya de toda relación con el presente (“Creo que ya pasé de moda...// Sí, yo también estoy un poco out”). En todo caso, las autoras (si tal categoría pudiera aplicarse en este caso) recuerdan “a nuestros lectores y lectoras: Estamos poniendo toda nuestra energía en esta revista, estamos perdiendo plata, dejando de lado obligaciones más importantes”.
Pero ninguna obligación más importante (para dos escritoras o, al menos, dos grafómanas) que poner por escrito aquello que les pasa: mezcla de diario de chica y de novela epistolar, mezcla de confesión católica y parrhèsía griega (free speech, cháchara), lo que Cecilia y Fernanda escriben (lo sepan o no) sólo tiene una leve pátina de tono humorístico bajo el cual es posible encontrar, efectivamente, las llagas del presente en dos cuerpos que se muestran como máquinas deseantes sin objeto y sin final: dónde empieza una y dónde empieza la otra es muy difícil decirlo.
El parresiasta (como el que escribe diarios y cartas) es alguien que asume un riesgo. Lo que está en juego en Ceci y Fer, todo el tiempo (y de ahí la gravedad con la que hay que recorrer sus páginas) es precisamente la posibilidad de herir o ser herido. Es por eso que lo que muchos considerarán una cháchara inconsecuente es en verdad un habla erizada de peligros y Cecilia Pavón y Fernanda Laguna demuestran (como tal vez hasta ahora no lo habían hecho) hasta qué punto son capaces de sostener el coraje de decir la verdad (es decir el miedo, es decir el hastío, es decir la falta, es decir el desafío: “queremos nuevas generaciones de críticos que hablen de nosotras, ‘aceptamos el desafío de la crítica dura’), es decir el Angst.
Daniel Link