Sebastián Morfes nació en Bahía Blanca pero vive en Buenos Aires hace algunos años. En sus libros anteriores –publicó El jardín de los poetas, Parque Illia, Blus del cani y Bar cheto–, particularmente en los dos primeros, editados ambos por el sello bahiense VOX, aquella ciudad míticamente literaria fue el territorio de su escritura. Es sabido que Bahía Blanca es la ciudad de la poesía, base de operaciones de poetas inmensos como Sergio Raimondi, Marcelo Díaz o Mario Ortiz. Morfes forma parte de esa dinastía de un modo lateral, básicamente en otro enclave geográfico, desde donde ha seguido escribiendo versos luminosos y llevando la poesía a nuevos puntos de inflexión, como lo es la fundación en 2011 de la primera editorial digital de poesía de acceso libre que se ha hecho en nuestro país (determinardorumor.com) y que ya lleva más de quince títulos subidos.

En Humo sobre Warnes, como el título nos previene, el escenario va a ser otro. Los poemas van a dar cuenta de ese pasaje que se da hacia la gran urbe, a través de un tiempo lento, una transformación que no tiene sólo que ver con lo espacial. Es un libro sobre un proceso y, como tal, se detiene en sutiles cambios de estados y de ánimos, en la presencia de lo que se va retirando de la vida, a veces de un modo triste y también de lo que va naciendo, de un modo muy incierto y por eso mismo muy hermoso. Esos dos tiempos, el del pasado y el del presente, en Bahía y Buenos Aires, están en este libro. El verbo “recuerdo”, justamente, inicia el poemario: “De las callecitas de Guaminí recuerdo/ en igual medida el aullar de los molinos/ y el sonido de los caños / de las bicicletas contra los postes de madera”. De eso hablábamos. Pero ahora, en este espacio nuevo, serán otras las impresiones de que va a recopilar y van a atravesar su cuerpo: “Si un corazón quiere decir una verdad y se escucha/ abajo del ruido de muchos camiones animados/ con combustible subsidiado hablamos de una ciudad”. De esto hablamos ahora.

Y como todo tránsito, si es en la ciudad, está rodeado de acoples. Hay algo que se escucha –Warnes es una avenida donde si hay actividad hay ruido– y eso se traslada a los poemas de un modo rítmico, cadencioso. Humo sobre Warnes es un libro muy atento a lo que sucede en la calle y en los interiores: espacios que se recorren caminando de noche, a la salida de una fiesta, o de día a la salida del trabajo en bicicleta, y del que se nos van transmitiendo experiencias simultáneas de esos trayectos, o esos momentos de percepción quieta, en versos abigarrados, versos que tienen dos o tres ideas cada uno. El poeta bahiense en Buenos Aires se encuentra atraído por un espacio como el famoso barrio de Warnes. Esa calle tan desangelada y en la que Morfes, con una mirada completamente lateral, logra ver cómo la avenida de la reconstrucción, de la rehabilitación, donde “Lo enfermo renace y vuelve a las pistas habituales de la historia”. El ánimo de esta poesía, es un ánimo de desalojo, reconstrucción y sobre todo, escucha alerta. Una definición final de poeta o de poesía pareciera aparecer en el último verso del poema “Lapicera mini”, en el cual describe la birome con la que está escribiendo y termina diciendo “Boludeces que nadie detecta”. El poeta es sin duda un recolector de boludeces, entendiendo boludeces como cosas (lugares, tiempos, detalles) inútiles y tal vez insignificantes desde la lógica más obvia. Pero este poeta no responde nunca a esa lógica, porque está más atento a ese otro sonido, que él muy modestamente llama boludeces, pero que también es todo lo contrario, la tormenta que está por venir y él lee en la expresión de su mascota, y que es lo mejor que la poesía puede dar y que sin dudas está en este libro.