Dom 05.04.2015
libros

EL ARTE DE HACER HISTORIA

Novelista, dirigente político y autor de biografías notables como las del Che Guevara y Pancho Villa, Paco Ignacio Taibo II estuvo en Argentina, donde participó del encuentro Emancipación e Igualdad. En esta entrevista analiza los sucesos más recientes de su país, México, y anticipa cómo viene trabajando en dos proyectos aparentemente contrapuestos pero que, según dice, le sirven para descansar uno del otro: una novela policial muy negra y una historia del liberalismo mexicano en el siglo XIX.

› Por Martín Granovsky

Estuvo en la Argentina entre los invitados al encuentro Emancipación e igualdad. A los 66, Paco Ignacio Taibo II es un escritor imposible de clasificar, un dirigente político y cada vez más un documentalista.

“Estoy escribiendo un libro sobre el liberalismo del siglo XIX en México, que incluye el período de la guerra contra el emperador Maximiliano, y una novela policíaca”, dice a Radar.

¿Las dos cosas a la vez?

–Sí. Descanso de una en otra. La policíaca es muuuuuy policíaca. El corazón es una trama político-policíaca.

¿De dónde vienen tus temas?

–Soy mexicano, amigo. La realidad abastece sobradamente a un mexicano de material. Sólo con lo que leo en una semana tengo para seis novelas. Tengo un armario, un closet, donde voy guardando cositas, desde un diálogo hasta una reflexión. Pongo: “Está duro que este zurdo se haya autoapuñalado con la mano derecha”. O una conversación con un amigo que es médico forense. Un informe bancario que se haya hecho público. Hace poco conseguí la lista de los bancos de Milán, con unos nombres preciosos. Le saqué una foto porque me pareció fascinante.

¿Y luego? Con el closet no alcanza, supongo.

–La novela te va pidiendo material para la articulación. Yo articulo porque no me gustan las líneas rectas en literatura. La línea recta es una falsificación. Converso con un taxista. Me pregunta por dónde vamos. Le digo que por donde haya palmeras. Ya entendió de qué estábamos hablando.

¿Quién era el mejor articulador en el siglo XIX?

–Victor Hugo, el folletín, que desvía el centro de la novela tantas veces como le de la gana. Se pierde en el pasado de un personaje, o cuenta la vida de una costurera. Los folletinistas eran maravillosos porque tenían que ganar escribiendo muchas páginas. Qué maravilla Eugenio Sue y Los misterios de París.

¿Y los rusos?

–Los rusos son más lineales. Me gusta el barroco. Pero no el barroco del verbo sino el de la anécdota, que retrata más la realidad que una simplificación. El bestseller desprecia la atmósfera. La degrada. Las ciudades hablan. Pero dejar de ser sordo es complicado. No es fácil oír a las ciudades. Las ciudades son entes mutantes. La esquina no es la misma esquina dependiendo de la hora.

Escribiste biografías. La del Che Guevara y la de Pancho Villa.

–En la biografía trabajo con otras reglas. Con otra lógica. Soy una mezcla de Federico Engels y de los budistas.

Mezcla difícil. O fácil, no sé.

–Los budistas dirían que el universo está en un grano de arena. Engels diría que en el grano de arena hay una interacción dialéctica con el universo. Del personaje trato de pescar la pequeña anécdota que se vuelve significativa. Se parece a las historias de vida de los viejos antropólogos. No hablo del personaje como prerretrato. No hay nada que me moleste más que la premonición. Guevara llevaba el mate a su madre a los tres años y eso indicaba cómo sería. Un hombre generoso que pensaba en los demás. No... Guevara jugó al golf una vez en su vida. ¿Y hay un libro del Che deportista? No, vamos... Los personajes son seres en evolución. No tienen algo doctrinario. No es un fin religioso. Es mutante. ¿Cuál es el pensamiento del Che? ¿Cuando se vuelve cubano campesinista? ¿Cuando desde el Ministerio de Industria descubre cómo combinar la eficacia con la voluntad? ¿Cuál de todos? ¿Cuando va al Africa y el Africa le resulta más difícil de lo que parecía? ¿Cuando ve un campesino ruandés con una vaca y le sale el poco argentino que tenía? Guevara es todos. Yo aplico máximo rigor en la investigación y la utilización de claves narrativas para contar. La Historia no es lenguaje secreto para profesionales. Es un arte narrativo. Hay que contarla. Y hay que contarla bien. Sin ficcionar, que quede claro.

¿Y haciendo qué cosa?

–Si hay siete personajes, no los presentes en masa. Los dosificas. Si hay elementos concurrentes, los acumulas. Cuentas seis o siete experiencias, las aglutinas para que la biografía no se te vuelva una cronología. No hay mucho misterio, excepto que tienes que echarle mucho a la construcción narrativa.

¿El estudio sobre el liberalismo del siglo XIX tiene algún motivo que nace de lo que vive México hoy?

–Estoy bajo presión táctica, no estratégica. El neoliberalismo enterró al liberalismo del siglo XIX. En México (no sé en otros países) es austero, nacionalista. Así es el ciclo de Benito Juárez, que incluye tres guerras civiles. En la batalla contra el neoliberalismo quiero poner al orden del día el liberalismo. Si Juárez viviera, a patadas en el culo los trajera, quiero que digan los lectores al acabar el libro. En momentos de crisis profunda de la moral política, quiero que tengan ideas para remoralizar la idea de la política. Quiero que vean cómo a un ministro de Hacienda de Juárez le faltan tres botones del saco porque no tiene dinero.

¿La decisión táctica de escribir tiene que ver con la masacre de Ayotzinapa o con el proyecto de Enrique Peña Nieto de cambiar el régimen estatal de Pemex, Petróleos de México?

–Con lo de Pemex. Llevo veinte años acumulando material para el libro. Y lo voy a llamar Patria. Que se toquen los huevos. No es demagogia, cojones. Es como decirle a un neoliberal: usted tendrá un país y yo tengo patria. Un país es un puto pasaporte que te permite cruzar los puertos. Patria es pasiones, orgullos...

Suena a período romántico.

–Sí, claro. Como decía otro liberal mexicano, Melchor Ocampo, somos como el carrizo. Como la caña, el bambú. El viento nos pandea pero no nos quiebra. Me tocó mi día de frases, ¿no?

Paco, al principio de este gobierno del PRI hubo un pacto político en el Congreso. ¿Falta un pacto alternativo?

–Falta un pacto político de la izquierda, donde estén los grupotes, los grupúsculos, las pequeñas organizaciones, el gran aparato del Morena, el Movimiento de Regeneración Nacional, en una sola propuesta. Se va a poder construir después de las elecciones intermedias que tenemos en julio. Estas elecciones van a decidir si hay posibilidad o imposibilidad de un camino electoral para el 2018, y si se puede articular un pacto no sólo electoral sino también social.

¿Primera medida si hubiera un gobierno de izquierda dentro de tres años?

–Echar para abajo las reformas de Peña Nieto. Adiós, muy buenas... No a la reforma de la ley de playas, del agua, del petróleo. No a la reforma la laboral. Para abajo con todas. Además creo que ésta es una voluntad mayoritaria de los mexicanos. En eso el gobierno está en absoluta minoría. Pero controla el aparato a través de la alianza con el PAN y la descomposición del Partido de la Revolución Democrática.

¿La narcopolítica es la causa de la crisis?

–La narcopolítica es el resultado final.

¿También en el PRD?

–Estas cosas pasan cuando construyes un partido estrictamente electoral, con una velocidad de burocratización muy profunda que obedece al desgaste político moral de una generación de cuadros. Juanito militó treinta años. Se casó tres veces y tuvo hijos las tres veces. Se divorció tres veces. Tiene que pagar tres pensiones alimenticias. De repente es diputado y tiene chofer, y a los cuatro meses de ser diputado ya está discutiendo sobre la calidad de las corbatas con alguien de la bancada priista. Y luego descubre que “necesita” ser senador. Y el aparato lo deglute. El PRD se sostiene por el reparto de empleo. Puede repartir 16 mil empleos oficiales. El día que no pueda repartirlos, se acabó. Entonces, en la medida en que la descomposición se vuelve un factor importante en la estructura interna, nadie se preguntará cuántos de esos 20 millones pesos que a veces aparecen son oscuros. Con esos 20 millones puedes apoyar al candidato de al lado, que es amigo de no sé quien. Aparecen así muchos esposos, esposas e hijos. La estructura se va volviendo familiar. Pero no es nepotismo. El nepotismo es tener un hermano idiota y convertirlo en senador porque quieres a tu lado gente fiel y no gente capaz.

Hoy parece que los crímenes de Ayotzinapa son más visibles y es más evidente su relación con el aparato estatal.

–Desde el comienzo les hemos gritado desde las calles que fue el Estado. Para nosotros era transparente que entre las miles de tapaderas había el objetivo de destruir las normales rurales campesinas del presidente Lázaro Cárdenas. Ayotzinapa era la tercera matanza. El acto de barbarie fue bendecido.

¿Bendecido u operado por el gobierno federal?

–Operado no sé. A nivel local sí: el alcalde, su esposa, bandas de narcos. Se puede culpar por inacción al ejército federal, que no hizo nada. Las cortinas de humo impidieron que la investigación se profundizara. Quizá lo que gritábamos no era correcto. Quizá deberíamos haber gritado que fue el sistema. Pero el grito era táctico. Aclaren. No más cortinas de humo.

La historia del procurador que dijo estar cansado...

–Sí. Gritamos contra el procurador cansado, el ministro de Gobernación y el presidente detrás de ellos.

¿Peña Nieto los sorprendió?

–No. Desde el inicio de la campaña, y lo dijimos una y otra vez, advertimos que ojo, porque este tipo traería de las riendas a los jinetes del Apocalipsis. Dijimos que se venía una profundización brutal de la reforma neoliberal vinculada con el gobierno autoritario. No hubo sorpresa. La sorpresa la recibieron ellos. Peña Nieto esperaba que la compra de votos desarticulara a la oposición de izquierda. Morena se construyó en las peores condiciones. Levantamos un partido de 700 mil afiliados sin un puto peso. Dijimos que no íbamos a tener salario ninguno de los 21 miembros de la directiva. Y además respondieron los maestros.

Novelas policiales, historia, militancia política. También estás haciendo documentales, como el dedicado a Rodolfo Walsh.

–Fuerte la experiencia con Walsh. Como si me dijera: “Hijo mío, tú eres de los nuestros”. No sabía que las memorias de Rodolfo pesaban tanto. Y viví filmando en el Tigre, en Buenos Aires, con rabia. Cómo mierda lo mataron. Cómo mataron a los mejores. Con tristeza. Y el documental tiene que haberlo reflejado.

Habías hecho el documental de Pancho Villa después de tu biografía.

–Con History Chanel realizamos ocho o nueve. Produzco siempre con la misma empresa, Anima films, argentina. Ellos deciden la comercialización y a quién los venden. Y no hago documentales de historias que no conozco. Trabajamos a partir de libros que hice y de cosas que conozco. Luego, además, presento los documentales no sólo en televisión. También en los comités de base adonde voy. Por todos lados. Siempre que doy conferencias de temas de historia. El libro de Pancho Villa vendió 500 mil ejemplares. Al documental lo vieron 16 millones de espectadores. El documental es poderoso.

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