En El ojo de Celan, la poeta Susana Szwarc condensa una suerte de recorrido por sus libros anteriores y ejercita una poesía a la intemperie, signada por los territorios de la infancia, el pueblo de provincia y los usos populares del lenguaje.
› Por Sergio Kisielewsky
La poesía es un haz de luz en un territorio minado, no hay certezas de que el poema supere el maleficio de la vida cotidiana (Maiacovski dixit), pero no es casual que todos los movimientos literarios que originó la lírica cambiaron en buena parte la forma de ver el mundo. Tanto el surrealismo, el modernismo, las obras épicas y confesionales se unieron y se chocaron a la vez para dar batalla en el reino del sentido común que se sabe es el peor de los sentidos. Para comenzar, la poeta en cuestión duda del espacio que la rodea en especial de los objetos, es escéptica y sólo confía en las estrellas que mira tendida sobre el pasto. La poesía parece no estar en ninguna parte, como si fuese la intemperie misma el desamor y la desolación, y ella tiene la tarea por momentos riesgosa de descubrirla en una casa, en una lengua o en una patria, en un sitio en el mundo. Con ese punto de mira la distracción y el ocio la hacen más fuerte, le otorgan una pátina de libre albedrío como asociar la lectura al verano o explayarse en los juegos con su hermana (“ah, pero a vos te quise tanto a esa hora”) mientras su madre dice: “Oyoyoy” en el poema “Entre columnas”, tal vez el texto más logrado del libro; la madre escribe y pronuncia palabras en polaco y ella ríe en medio de la oscuridad.
Su poesía juega y enhebra una y otra vez los dichos populares que atraviesan el lenguaje en un pueblo de provincia y Szwarc se entrega a esa especie de recreo lúdico que debe tener el género, una suerte de complicidad entre el autor y el lector ocasional. Integrantes de pueblos originarios, clases y capas sociales de un remoto lugar en el mapa se vuelven más cercanos a partir de su vocabulario intimista y sus expresiones de tono epistolar que van nombrando y encabalgando situaciones y pérdidas, para que el espacio de reflexión que domina la autora sea el suspenso no como prólogo de un crimen sino del deseo, de lo que está por ocurrir, de lo que se quiere que ocurra, una incógnita en forma de poema que por momentos no se entrega a la imagen o a la síntesis para lograr un efecto o una emoción en el lector. Los objetos como el uso de un colador viejo remiten a un abordaje teatral, una dramaturgia que pone en escena un mundo acotado por lugares donde transcurre la infancia sin percibir lo que se deja atrás, sin estar atento, como valor agregado, a la fugacidad de las cosas. “Mamá dice: ahora me voy a llorar / un rato” mientras el hombre que trae el delivery pide que le lean poemas y ella escoge “Pan dulce”, un contrapunto que logra verosimilitud cuando un padre se va en trineo en pleno verano. En la contratapa del libro, Susy Shock lo dice y lo susurra casi todo sobre El ojo de Celan: “Pasajeras vamos de un tren demasiado repleto para algunxs, / bien dispuesto para otrxs, residuales, como gritaría tu poema / ante la mirada atónita de un mundo-ciudad al que no le importamos, / por eso escribís, para eso escribimos, compañera”. Y también para exorcizar vestigios de libros anteriores.
El terremoto de su abordaje y su energía lingüística resultó “Bárbara dice” donde a la vez se cambiaban libros, pañales y las frazadas tenían más colores que el cielo y el gran poema “Engau” donde se pone al descubierto la intimidad entre mujeres (“el amado ve otra cosa... lágrimas de carne”), donde se busca que los hijos vivan del lado de la dicha y un padre en el sueño regresa luego de la profanación de un cementerio judío. En “Bailen las estepas” con el llanto y la sonrisa en abundancia, construye “una mujer ebria / y sin embargo no había bebido / sino que se volcaron sobre mí”.
Susana Szwarc nació en Quitilipi, provincia del Chaco, y reside en Buenos Aires. Publicó, entre otros libros, En lo separado, Aves de paso, la novela Trenzas y El artista y otros cuentos. Obtuvo premios en nuestro país y el extranjero y fue traducida al inglés, alemán, chino-mandarín, catalán y francés.
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