En 2007 ganó el Premio Nueva Novela de Página/12 con Las Primas, un texto corrosivo, extrañísimo, lleno de humor y de incorrección, absolutamente inclasificable. Lo firmó como Beatriz Portinari para el concurso pero su nombre verdadero era Aurora Venturini, tenía más de 80 años y casi 30 libros publicados en ediciones de autor o en editoriales pequeñas de todo el mundo –porque, después de la Revolución Libertadora, ella, amiga de Eva Perón, militante, tuvo que exiliarse en Europa–. Después del premio, Aurora Venturini fue redescubierta: talentosa, excéntrica, incansable, una escritora insólitamente prolífica y un personaje fascinante. Recibió premios. Fue traducida. Publicó Nosotros, los Caserta, El marido de mi madrastra, Los rieles, Eva. Alfa y Omega. Murió la semana pasada, a los 92 años, antes de presentar su nuevo libro, Cuentos secretos, que el 1º de diciembre publica Random y del que reproducimos dos nuevos relatos.
Ella se va me di cuenta cuando cambió el vestido los zapatos encasquetó el viejo sombrero sobre el cabello lacio agarró un portafolio dijo basta y me quitó la mamadera pequeña aún tenía hambre el frasco húmedo en la mesa se cubrió de moscas el azúcar sentí hacerme pis después la cambiaré oí su taconeo mientras se iba y si no vuelve lloriqueé hace mil años y todavía me aterrorizan después la cambiaré después vuelvo hasta mañana me interrogo y si no vuelve me he convertido en miedo ansioso la habitación oscura entró en mí como una invencible espada que parte en dos el cuerpo ella agarró un portafolio llevaba papeles a un estudio de abogados defensores del culpable vivo el muerto no importaba yo no importaba acaso fuera por mi culpa nadie pidió nacer era pequeña un año y meses la primera cuarta parte del siglo XX oía por el patio andaban los dueños de la casa vuelvo a decirme era pequeña para entender lo que hablaban en italiano ella no venía no sabía qué hora era no sabía la hora del reloj por mi hambruna sería tarde la cama se convirtió en un charco no me movía no me movía las manos los pies helados volví a dormir otro miedo a las tinieblas ahora gané vocabulario han pasado mil años decirlo es absurdo pero han pasado muchos inviernos aquel fue el que empezó todas mis angustias y ella volvió sin decir ni a me arrancó del estuario depositó en la silla tiró las sábanas al piso apoyó el antebrazo en el colchón no hay otra que aguante estaba algo mojado puso una manta ensabanó de nuevo puso la manta agarró la mamadera del entrevuelo de moscas que desovarían ahí mismo calentó leche probó está bien tomá tomé ella se hizo un sánguche de queso estaba hambrienta se sacó los zapatos los pies sobre las tablas del piso echada hacia atrás roncaba si los biógrafos quieren componer mi historia que lean detenidamente mis novelas mis cuentos hasta mis poesías nunca inventé he tratado de purgar el subconsciente los psicólogos deberían inventar un laxante sutil suministrarlo por el oído la materia exudada recogerla en recipientes de vidrio soplado en la isla de Lido de Venecia esa exudación estudiada con experimentada delicadeza por provenir de las cavernas hondas del ánima de los humanos el liberado de esa exudación acaso aliviara su existencia corta media o extensamente horripilante como la mía ella volvió con su miseria y roncará hasta que la extirpen con una metodología aún evasiva a la capacidad de los textos que se aplican hasta ahora soy pequeña en un lago helado a la sombra temible de las ausencias y la pregunta y si no vuelve.
Upa-upa le saco la faja corta mejor ya me sacó la faja larga hace mucho sacó el ombliguero cayó suelto el pañal Paolo me quiere es bueno Piero igual son mellizos catorce años son marineros en vacaciones Piero cuando termine con las licencias falta un mes traé la bañera traé la bañera es de latón con agua tibia Piero mete el brazo está buena Paolo saca mi camisita patito al agua rico olor jabón Reuter rico olor agua linda lavo culín-culín Paolo juega conmigo es bueno ella dijo háganse cargo del bagallo tengo que hacer diligencia urgente se fue taconeando por los ladrillos cuando vuelva va a ver cómo está la nena a secar a secar la toalla envuelve ahora ombliguero y camisita vestido de verano calor zapatos lindos vamos a jugar a la pelota voy a jugar me lleva Paolo Piero lleva la pelota de goma fea no hay colores para la goma igual salta en el terreno me pone en el pasto los veo patean gritan gol gol vienen Paolo y Tino juegan gol-gol me canso y gateo agarro pasto lo como es rico hay un sapo quiero agarrarlo se va gateo voy detrás salta mucho sigo sigo sigo veo lejos a los muchachos no saben que me fui qué miedo es casi noche alguien me lleva duermo en un lugar hay otros bebés me perdí pero me encontraron viene ella enojada no la cuidan habla con un señor de guardapolvo tengo miedo que me dejen ahí ella me levanta molesta los ojos serios hago pucheros de miedo me pone una capa salimos quiero ver a Paolo a Pietro no gatearé si pudiera hablar diría juro que no gatearé ella va furiosa mocosa de mierda cataplasma y esos dos gringuitos atorrantes no puedo cargar con este bagallo me iré a Tribunales con esto pero dejaré a los viejos de mierda entramos a la casa Paolo y Pietro piden perdón no nos quite la nena agárrenla Paolo me recibe ella camina por la vereda taconeando tal vez llegue a tiempo upa-upa gusta la leche tómela toda después nono canta mozo traiga otra copa y sírvale algo al que quiera tomar hace hamaca con los brazos acuna Paolo bueno se ve que ha llorado se asustó no gatearé juro que no cumplí treinta Paolo y Pietro son marinos hicieron funcionar máquina de barcos hoy retirados Paolo dice te lavábamos el traste y te cantaba mozo traiga otra copa y sírvale algo al que quiera tomar son importantes y famosos los mellizos de la Marina tenían licencia y así el terreno la pelota gol el olvido.
El desvasaje estresa uso la palabra boba los ignorantes analfa también ahora usan la palabra psicópata la televisión es cátedra y diccionario de la plebe intelectualoide siguen con la palabra disfrutar imbeciloides hambrientos tirados secundario interrumpido por testa dura o falta de medios durante el peronismo todo gratis y los uña sucia nariz chata roñosos se metieron con ropa húmeda chicle mascada embarazadas de porro y feto profesorados sin currícula de recomendación política aprobada pronto será mamá será catedrática irá al canal de televisión se ha divorciado cuenta porquerías hay travestidos de espejo y lentejuela la Negra Sosa canta precioso Edith Piaf de acá gorda qué pena igual no importa no vayas por la vereda de periodismo hay basura sentados hacen pasos hay parejas raras hay preocupados algunos hay miseria no soy derecha ni izquierda soy tercera posición sufro sólo gano dolor hepático no puedo descansar viendo tevé no conjugan verbos bien no saben redactar avisos difunden semianalfabetismo tetas y culos tengo que cambiar los vidrios de anteojos leer leer a Rilke por ejemplo a Borges a Homero los grandes responsables ya ha llenado barrigas bolsillos agarrado alambres extenso cercado campos haciendas montañas espacios celestes en aviones extraplanetarios espían lugares en Luna estrellas Vía Láctea a ver si pueden agarrar acaso puedan avistaron agua en Marte si pudiera esposo mío adquirir ahí sitio descanso estás loca lo único que faltaba andá a la caja de los viejos quietos total para qué quieren dólares estos casi difuntos o dictamos ley de embargo ya pensaré lo prometo me siento mal no es nada grave saldrás irás a las galaxias no sigamos imaginando pero el territorio nos queda chico tal es nuestro carisma hemos crecido vamos a comer carne especial tomar agua también y vino fino somos especiales dioses nos adoran me duele algo no puede ser los dioses no se enferman pero hay olor a remedio de cuando en cuando un recorte ayuda ay qué dolor que no sepan deles Cola y sánguches acariciale la panza a la china y alabá la puesta del pene excelente alentar al soberano sorete hay murmullo intestino en la zona interior será un pedo triste o será sublevación del soberano urna andate a la mierda no te hagás caca encima no te mandés la parte andabas en bici colita de caballo hace mucho peludo desprolijo giboso de qué te la das me voy enfurecido el que fue a la guerra no quiere volver al campo de Marte maldita sea mi manera de echar por la borda todo lo conseguido por gritar verdades en la plaza los periodistas tiran piedras los cineastas fracasados estudiantes de periodismo tiran infelices columnas de merdosidad soy pasto de los letrados cada cual cuenta lo que se le levanta tiempo perdido mejor hojear cuento la pura verdad de los cuentos la otra es peor tierra movediza entra en la cisura pierdo.
Mala época es la infancia. De no ser por Jovita no lo mentaría.
“Esta chica es negra como los hijos de los gitanos”, decía refiriéndose a mí la gente de la casa.
Peinaba entonces dos trencitas delgadas que ataba con tiritas en las puntas, vestía de cualquier manera con una pollera roja, una blusa amarilla; me veo en verano, en introspección, aunque veo a veces los pedazos de hielo que rompía con el pie descalzo en el zanjón helado.
“Miren, a la gitana negra le molestan los zapatos”.
Oía a la gente de la casa decir entre otras cosas: “Es flaca como las cañas porque no come, rabia solamente como los hijos de los gitanos”.
Cuando llegaban tíos de la ciudad me ocultaba bajo la cama. Especialmente cuando tía Cutícula venía con sus uñas terribles y dedicaba horas al sol en el patio arreglándose la cutícula de los dedos, los bordes o márgenes del ungulado animal raro que era. Seguía el vaivén de la limita, del alicate y el baño de acetona. Cutícula me odió particularmente.
“Boba, ¿qué me mirás?”
Le grito: “Gallina, gallina vieja del gallinero...!”.
La gente de la casa surgía de los despeñaderos o subían desde los abismos, las garras prontas, pero yo huía ocupando mi sitio bajo el lecho de madera.
“Salí de ahí, salvaje”.
A mi vez yo hacía garritas y asomaba dientes de lobizona, dos hileras perfectas, cerradura de marfil peligrosa.
Las mujeres de la casa esgrimían escobas y cepillos y los introducían en el escondrijo para obligarme a emerger a la superficie del mundo. Cuando los adminículos domésticos no asolaban mi persona, las mujeres apreciaban horrendos deterioros de escoba sin paja y cepillo enclenque. Iban a disculparse con Cutícula que estilizaba su último dedote.
Al azotar la canícula, ellos sesteaban y yo me dirigía al gallinero donde las aves del corral me aguardaban –puedo conversar con los animales y aún conservo ese poder–. Vivía en el gallinero la verdadera Cutícula, anciana gallina, cuyas uñas idénticas a las de mi tía valieron a ésta el mote; pero Cutícula emplumada atesoró un corazoncito bueno como el aire matutino cuando las uvas transparentan licor.
“Mi vida peligra; cortarán mi cuello, cocinarán mi carne en puchero y beberán caldo ámbar y gordo... ¿qué es morir? ¿Duele morir de un tajo en la garganta?”
“No, contesté, tal vez sea peor morir a largo plazo.”
“Niña, vos sufrís, desahogate conmigo.”
Cutícula emplumada descendía de nobles gallináceas peninsulares de Hispania y yo lloré enseguida porque la ternura me sensibiliza.
Me horrorizaba pensar en la carne de mi gallinita generosa nutriendo a la jamona vieja y eso espantaba más que la muerte en sí, más temprano o más tarde todos nos moriremos; qué horror la imagen imaginada de la asquerosa vieja mordiendo el muslo del animalito y bebiendo carne de oro con arroz y con queso.
“Hagan huelga de hambre como Hansel y Gretel, y cuando la bruja ordene que le muestren el dedito carnoso palpará un hueso y pospondrá el festín”.
No aceptaron.
No almorzaba con la gente de la casa, pues me avergonzaron en ocasiones cuando me huía la naranja del cuchillo y el tenedor, cuando no podía comer el pavo con cubiertos, diciendo: “Miren la boba, es una salvaje inútil”.
Con uvas, higos, manzanas y granadas satisfacía mis hambrunas, y a orillas del laguito bebía espejando mi estampa morena y fina. Las ranas verdes cantaron: “Nena morena y aguileña, puro ojos, ¿por qué tenés sucias las rodillas?”.
“Porque me gusta caminar en cuatro patas y no me lavo a propósito para enojarlos”.
“Te vas a morir, negra, si no comés... Mejor así no molestará, negra de los gitanos.”
Una mañana escuché los lamentos, luego el silencio rojioscuro de coágulo, denso terciopelo carmesí: vi la cacerola ardiente, las queridas patitas de mi Cutícula tiradas en el piso de la cocina y una mariposa que se fue por el ventiluz, su alma errante.
Devoró la maldita vieja los dos muslitos agarrándolos con sus dedotes, pintó bigotones grasos en el labio superior la muy boba; engulló la vil bruja, tragó interminables rías de caldo por su garguero, cubierto de golilla para ocultar arrugas. Sepulté las plumas y las patitas y coloqué una corona de flor de ángel en la tumba del poquito que salvé de mi amiga devorada por el dragón.
Desde debajo de la cama oí los carromatos que avanzaban por la calle de tierra, sobre el polvo ocre del suburbio; cantos de ruedas y voces. ¡Los gitanos...! y divisé a Jovita aunque aún no sabía su nombre. Nadie en el contorno. Yo espié. Alegué a la puerta y la gitana de cuerpo territorial me llamó: “Vente con nosotros, churumbela, tú eres de los nuestros”.
Salté al carro de la gitana tetona donde viajaban chicas como yo, flacas y con trencitas, y chicos de rodillas sucias.
“¿Adónde van?”
“Ahí nomás acampamos.”
“Qué pena...”
La gente de la casa no tardará en encontrarme. Desembalaron en los terrenos atando lazos y sogas, desplegando carpas y tendieron colchones de sedosas plumas de pájaros viajeros, pájaros zíngaros de los aires libres; los hombres conversaron con los caballos y con los perros poniendo boca en oreja “turulú-lu-lú”, y los caballos andaban sin brida, también hablaron con los perros y con Jovita.
En familia almorcé envolturas de hojas de parra, higos chumbos de chumberas españolas, vianda al espiedo ensartada en varilla ardiente, sin quemarme, sin que nadie dijera que era una boda inútil.
A la noche dormí sumergida en el agujero de colchoneta, tocando los pies de otra chica negra con trencitas.
Los grillos salmodiaban y el perfume mareante del verano veló el silvestre sueño; emergía al alba.
Jovita, la osa, aún dormitaba cubriéndose los ojos con las manos, cuyas uñas recordaron la de mi buena Cutícula.
Al descubrir mi presencia, se sentó pancita arriba, una pancita amarilla de dulce peluchín o plumón en el cuero de la señorona y empezamos a charlar.
“Todavía tenés sueño, nena”.
Me acerqué tocando el fieltro, el terciopelo, la luz cálida.
Dormí hasta el mediodía en el colchón del vientre de Jovita, osa cancionera, que moduló mi arrorró. Al despertar, había dos soles rojos que me auscultaban y eran los ojillos amorosos de Jovita.
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