RICARDO MENéNDEZ SALMóN
Con El sistema, Ricardo Menéndez Salmón ganó el último premio Seix Barral de novela. Y lo hizo con una bien armada distopía que viene a representar en gran medida la realidad europea del nuevo siglo, a través de una trama rara y clásica a la vez, ambiciosa pero de línea clara y nítida.
› Por Fernando Krapp
No todos los premios literarios fallan en su veredicto. A esta altura de las circunstancias, se ha convertido en un lugar común, de un sector más o menos institucionalizado, la queja por el –valga la redundancia– sistema de premiación literario. Se dice que un premio no tiene nada que ver con el hecho concreto de si una novela es buena o mala, o mejor dicho si una novela tiene algo de valor literario, de permanencia y durabilidad, etc. Se suele decir, desde el mismo discurso, que los premios son solo mecanismos del mercado, artilugios marketineros de las editoriales para obtener prensa, repercusión, ventas, etc. O que el premio supone la consagración del escritor solo en términos monetarios. Puede ser. Es probable. Seguro… Pero a veces la pegan; cada tanto se premia una buena novela. Como pasa con El sistema de Ricardo Menéndez Salmón, que obtuvo el premio Biblioteca Breve 2016 (y se llevó 30 mil euros a su cuenta corriente, dicho sea de paso).
Menéndez Salmón es conocido, al menos y más que nada, en España. Catedrático, especialista en filosofía, escribe para distintos diarios. Con cuatro volúmenes de cuentos y siete novelas, Menéndez Salmón es un escritor de la propia casa de Seix Barral. También se puede (mal) pensar que su premiación haya tenido algo que ver con un mecanismo de markenting en ese acto de premiar a un autor al que le han publicado varias novelas, entre ellas La Ofensa, El Corredor y Derrumbe. Es probable, sí. Pero insistamos en la idea: la novela se vale por sí misma.
El sistema es rara pero clásica, ambiciosa pero a la vez profundamente lineal y simple. Es una novela, como dice la nueva categoría que los ingleses inventaron para todo un corpus de novelas “raras” que no se saben donde ubicar, las de China Miéville por ejemplo, “weird”. Una novela de ideas, una especie de tratado cultural sobre un mundo que tiene varias similitudes con el nuestro, o al menos con la realidad que vive Europa en este comienzo de siglo. El argumento es más o menos el siguiente: El sistema es un archipiélago de islas que está controlado por, justamente, un Sistema. Allí viven los Propios, habitantes que controlan y padecen las tareas ideológicas a las que son sometidos de una manera bastante poco coercitiva, en términos físicos. Afuera, en un lugar no del todo cierto o palpable, habitan los Ajenos. Sujetos no del todo claros en sus fisionomías, representan, en términos antropológicos, la Otredad tal y como la conocemos: encarnación del miedo a lo desconocido. Dentro de una de estas islas hay una que se llama lisa y llanamente Realidad. En esa Realidad está el narrador que se llama, lisa y llanamente, Narrador. Encargado no solo de controlar desde una torre de vigía (podría ser una torre de Marfil) posibles invasiones de los Ajenos, sino de Narrar, pura y llanamente, lo que pasa por allí.
Hasta acá, todo más que bien. Menéndez Salmón hizo bien la tarea. Para su novela sobre la Europa contemporánea, esta Europa del hoy, acechada por el miedo a la invasión islámica, por las filas y filas de distintos refugiados que reclaman un lugar de hipotético confort dentro del sistema, tuvo que echar mano a la larga tradición de novela, sobre todo inglesa. De George Orwell, toma la idea de un hombre, con cierto interés artístico, desconfiado del medio pero con miedo a desconfiar. De Aldous Huxley, una sociedad sumida en un sistema con drogo dependencia, que emplea, en el caso de El sistema, una droga llamada T29, que le permite borrar la memoria de sus habitantes. De Don Delillo (a quien cita en un epígrafe), la idea hiperbólica de agarrar elementos cotidianos para ponerlos en evidencia. Hasta de Steven Millhauser, toma la idea de la fábula medieval como metáfora de la vida contemporánea (algo que podría venir de Dino Buzzati, y de tantos otros). El mismo Menéndez Salmón pone una lista hacia el final de la novela donde deja en claro las varias y variadas intertextualidades no citadas que fue desperdigando a lo largo de las 350 páginas.
De todas formas, logra salir airosa de todos esos complicados procedimientos. El sistema se lee como una novela que sin enfrentarse a los hechos, los rodea como un informe alienígena, una crónica de indias sobre la vida en un mundo paralelo. La prosa de Menéndez Salmón es hipnótica e imaginativa. Plagada de sentencias, no avanza como una escalera de acciones y reacciones, sino que se va desdoblando con sutileza. De la tercera persona, a la primera y de la primera a la segunda. Cada nuevo pliegue reinventa al anterior al mismo tiempo en que lo complementa en una manera nueva de narrar, sin dar giros raros a la trama o mentir con la estructura. Es la misma prosa lo que va convirtiendo al personaje principal, este Narrador, en un hombre acechado por un sistema que se le presenta unívoco, panóptico, e inefable, y al mismo tiempo, ofrece una mirada mucho más certera del presente europeo y su eterna relación, caótica, oscura y controversial, con los otros.
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