El extranjero
IDEOLOGIA E LINGUAGGIO
Edoardo Sanguineti
Ed. Erminio Risso
Feltrinelli
Milán, 2001
18,08 euros
Por Diego Bentivegna
Cuando en 1965 Giangiacomo Fetrinelli publicó la primera edición de Ideología e linguaggio, Sanguineti ocupaba un lugar protagónico en los debates en torno a las nociones de literatura, de compromiso y de experimentalismo replanteados por la irrupción de la neovanguardia italiana, el llamado Gruppo 63. Por entonces, Sanguineti no sólo encarnaba, junto con el poeta Nani Balestrini, el sector más radicalizado del grupo de jóvenes autores (los llamados “maoístas”) sino que había llevado la posibilidad de la experimentación literaria hasta un límite que sus más bien modestos compañeros de ruta jamás alcanzarían, sea en el plano de la lírica (con Laborintus, de 1956, que dio lugar a una polémica nada menos que con Pasolini en las páginas de Officina), sea en el plano de la novela (con Capriccio de 1963).
En su primera edición, Ideologia e linguaggio venía a ocupar el lugar de manifiesto del que carecía el Gruppo 63. De alguna manera, el libro (que incluye textos ya clásicos de la crítica, como el conciso y sentencioso “Sopra l’avanguardia”) reelabora en el plano teórico ciertas obsesiones de la obra sanguinetiana, presentes sobre todo en su trabajo lírico. Desde el Palus Putrendidis de lo real con el que se inicia Laborintus, la actividad poética es concebida como una praxis formal, básicamente ideológica. En efecto, para Sanguineti, como para Voloshinov y para Gramsci, el lenguaje (que equivale a la forma) no es ni reflejo ni suplemento de la ideología sino que constituye su materialización en términos formales. De esta manera, la neovanguardia (que, para Sanguineti, es un “retorno al desorden”, después de la institucionalización de la vanguardia histórica de los veinte) constituye un fenómeno de repolitización del arte que se diferencia tanto de los más bien escuálidos suscriptores de una vanguardia neutra o aideológica (tipo Barilli o Giuliani, con los que Sanguineti discute de manera apasionada en la reunión de Palermo que dio inicio al Gruppo 63) como con la idea arcaica de compromiso que los jóvenes endilgaban a los entonces maduros Pasolini y Moravia.
En esta nueva edición, mucho más voluminosa que la traducción castellana de la caraqueña Monte Avila de los años setenta, se incluyen artículos dedicados a la vanguardia musical (Dellapiccola, Cage, Berio), reseñas (Butor, Gombrowicz) y otros artículos de las últimas décadas que retoman el problema de la relación entre arte, mercado y Estado. Leídos en el 2002, después de todas las sandeces que se han dicho sobre el agotamiento del arte, la despolitización y otros lugares comunes acerca de la posmodernidad, los artículos de Sanguineti no admiten ser apreciados sólo como un documento de época. Al contrario, aun cuando la categoría de vanguardia de la que surgen haya agotado sus posibilidades históricas, en los ensayos de Sanguineti resuena la voluntad de pensar el arte como un acontecimiento proyectado al futuro, como un llamado al desorden, como un acto, diríamos, político (desestabilizador). Mejor eso que las soporíferas letanías a las que nos suelen someten los cacareadores de la muerte o de la inhumanidad del arte.