Dom 29.02.2004
libros

LITERATURA Y NUEVAS TECNOLOGíAS

El lenguaje es un virus

p0es1s, la exposición de Poesía Digital organizada por la Fábrica Literaria de Berlín, muestra 40 trabajos de artistas de más de diez países que se cuentan entre los más interesantes experimentos en poesía digital. La mayoría de ellos pueden visitarse en la red.

Por Ariel Magnus, desde Berlín

Enfermos de amor, de melancolía, de odio, de ansias de gloria, los poetas han cantado desde tiempos inmemoriales eso, su enfermedad. Física, psíquica, real o imaginada, la enfermedad atraviesa de punta a punta el cuerpo achacoso, padeciente, siempre a punto de ser liquidado en su propia autocompasión, de la poesía universal. Mientras haya enfermedad, mientras haya enfermos, la poesía gozará de buena salud, y viceversa. Entretanto, el tiempo pasa, nos vamos poniendo tecnos y la enfermedad, a fin de engañar los anticuerpos generados por la búsqueda bárdica de lo nuevo, muta. Aqueja al planeta y da poesía ecológica; aqueja a las computadoras y da p0es1s.

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Puestos estos signos en el comando de un Unix-System, el programa se regenera infinitamente hasta destrozar el disco rígido. Puesto en “p0es1s” –la exposición de Poesía Digital organizada por la Fábrica Literaria de Berlín que reúne unos 40 trabajos de artistas de más de diez países– es un poema. Lo compuso el programador Jaromil usando como base los 13 signos del código de un virus. “Tomados como poesía”, declara programáticamente el programador, “los virus se transforman en `poesía maldita’, en yambos que se rebelan contra aquellos que quieren hacer de la red un lugar seguro y burgués para el comercio”.
El 0 y el 1 que interrumpen el título de la muestra son el ser o no ser de la cuestión: en este alfabeto binario se basan los 256 signos del código estándar ASCII, y en lo que este alfabeto es capaz de generar (desde números hasta música) se basan todas las obras de la exposición.
El lugar físico es por lo tanto aleatorio. Salvo contados trabajos (una pantalla gigante de video que integra la imagen de su espectador para que éste pueda jugar con las letras que caen por ella, una máquina para trabajar los pectorales adosada a un televisor que a cada movimiento va arrojando frases eróticas, los elocuentes “06_XM_054182” y “70_U70964” de Andreas Müller-Pohle y alguna que otra instalación), la mayor parte de lo expuesto tiene domicilio fijo en Internet.
Representado está por ejemplo el proyecto www.poetrica.net, concentrado en la recepción de “situaciones cybridas”. En esta página se reciben los mensajes no fonéticos enviados por el público vía SMS o Internet. Los “poemas visuales” se proyectan en pantallas gigantes instaladas en las calles de San Pablo y ahora también de Berlín, y luego siguen viajando por Palms, computadoras y celulares. La www.generalnews.de ideada por Daniela Plewe es un buscador que, haciendo uso de un banco de datos de 100 mil palabras, cambia las de las websites en tiempo real. Una suerte de distorsionador de sentido permite al usuario deformar gradualmente los titulares del Financial Times de hoy, por ejemplo. Así se generan “espacios posibles alrededor del texto original”, explica Plewe.

El medio, de principio a fin
Los únicos libros que hay en la muestra son de Oskar Pastior (el alemán del grupo Oulipo). El resto de las pantallas sólo buscan romper la tradicional dialéctica lector-autor. Un programa de Philip Bootz llamado “Estética de la frustración” enfrenta al lector con una serie de letras y colores y movimientos deliberadamente inentendibles. www.assoziations-blaster.de hace de los lectores, autores, y del enlace entre palabras la única linearidad de lectura (algo parecido hay también en www.iterature.com). En www.2x2-4.com/gogolchat se puede chatear con Gogol (“la suma de todas las lenguas de la humanidad”), vale decir, ver cómo monogogolea. Young-Hae Chang habla del “Cunnilingus en Corea” a un ritmo difícil de seguir, y otro tanto hace www.jimpunk.de con una serie de poemas visuales que, en otro contexto, tomaríamos por virus.
¿Muerte del autor?, se pregunta uno de los trabajos que acompaña el catálogo de la muestra. Y se responde: ¡Muerte del lector! Pero aunque estos hijos líricos del Flashplayer, Matrix y (por qué no) Max Headroom impongan el ritmo de lectura que hasta ahora era patrimonio de los ojos y las manos, lo cierto es que la muerte no se disputa a uno o a otro sino que abraza, benévola, a ambos. Y que viva el software nomás.

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