Infantiles
› Por Eugenia Link
Paul Auster ha publicado libros de poesía, ensayo, novelas y traducciones. Entre sus títulos se encuentra El cuento de Navidad de Auggie Wren (con ilustraciones de Isol), un relato publicado originalmente en The New York Times el 25 de diciembre de 1990 y distribuido hace algunas semanas por Editorial Sudamericana con traducción de Mariana Vera.
“Este cuento me lo contó Auggie Wren. Como Auggie no queda muy bien, o por lo menos no tan bien como él quisiera, me pidió que no usara su nombre verdadero. Más allá de eso, todo el asunto de la billetera extraviada y la mujer ciega y la cena de Navidad es tal cual él me lo contó.” Así empieza el cuento de Auster. Un cuento dentro de un cuento, de esto podríamos decir que se trata este relato si alguien viniera a preguntarnos. Paul Auster debía escribir un cuentito para un diario el día de Navidad. Es sabido que es distinto escribir para uno que escribir sobre un tema específico y con un motivo determinado, por eso no resulta extraño decir que Paul Auster no podía escribir un cuento navideño (según le habían pedido), le resultaba difícil...
Es así como el cuento de Paul Auster se transformó en El cuento de Navidad de Auggie Wren: un cigarrero al que solía visitar le contó una historia transcurrida en las épocas navideñas y Auster no dudó en publicarlo en el diario (y luego, adaptar libremente la misma historia para la película Smoke). Lejos de ser un típico, aburrido y previsible cuento navideño, el relato –en su justa extensión– invita al lector a sumergirse en la piel de los personajes y viajar junto a Auster para vivir (de alguna manera) las experiencias de Auggie en aquella Navidad. Sin viejos gordos y barbudos a los que llamamos Papá Noel, sin renos, sin magia, sin chimeneas receptoras de increíbles regalos, sin duendes, sin sentimentalismo barato y vacío... en pocas palabras: sin ingredientes típicos cuando se trata de un cuento navideño, el relato nos acerca a sensaciones, nos muestra distintos valores puestos en juego en determinadas ocasiones, y nos lleva, simplemente, a transformarnos en espectadores neutrales de un encuentro, de una charla, de un cuento contado para el autor del cuento en cuestión.
El problema –si es que puede ser considerado un problema para alguien– es que cada vez que pienso y releo este cuento me quedo con la sensación de estar leyendo algo un poco lejano a la literatura para niños. Dado que el sentido de esta columna es evaluar la literatura infantil que se produce, hablamos del relato de Paul Auster porque éste debió haber sido para niños (dado que la Navidad y todo lo que sucede en torno a ella parece corresponder a ese territorio que es la infancia. Pero, al mismo tiempo, quienes convencen a los niños de la existencia de Papá Noel, son los adultos... por lo cual de una u otra manera siguen inmersos en este mundo de fantasía.
No digo que un niño no pueda leer el cuento de Auster, pero es seguro que se le escapará el sentido de algunas palabras y algunos mensajes algo más complejos. Más allá de eso, el relato de Auster, interesante y original, merece ser leído.