EN EL QUIOSCO › RESEñAS
Otro pensar es posible
CONMEMORANDO
A MARTIN HEIDEGGER
Rogelio Fernández Couto (comp.)
Letra Viva
Buenos Aires, 2002.
568 págs.
POR DIEGO BENTIVEGNA
Desde hace algunos años, el Centro Psicoanalítico Argentino viene publicando, en un contexto de desmantelamiento de la industria editorial local, algunos libros que se cuentan entre los aportes más contundentes al campo de los estudios filosóficos en nuestro país, como las Lecciones sobre Hegel de Heidegger o la edición bilingüe del Discurso sobre la teología natural de los chinos de Leibniz. En el caso del libro que nos ocupa, quizá como anticipo de la prometida edición de los fragmentos filosóficos, se compilan una serie de textos publicados entre 1997 y 2000 en el dossier dedicado al autor de Ser y Tiempo por la revista Imago Agenda.
Además de unos pocas cartas e inéditos de Heidegger, de algunas fotografías y de entrevistas a personajes más o menos ligados al filósofo (su hijo Hermann, Marcuse, Steiner, Hugo Mujica), la mayor parte del voluminoso libro está ocupado por artículos y ponencias de autores argentinos –en general, procedentes del campo del psicoanálisis– articulados en cuatro secciones: “Filosofía”, “Psicoanálisis”, “Poesía” y “Biografía y silencio”.
La primera sección está dedicada a textos de Heidegger difícilmente asequibles, como los fragmentos inéditos del ‘74 y ‘75 sobre el Ser (Sein); “La falta de nombres sagrados”, donde Heidegger aborda por última vez una de sus obsesiones poéticas (Hölderlin), y “La voz del camino”, un breve texto de 1949 publicado originariamente en un homenaje a la ciudad natal del filósofo, Messkirch, en el sudoeste de Alemania, la región de la facultad teológica de Tubinga y de la gran tríada romántica Hölderlin– Schelling-Hegel, que Heidegger, profesor durante casi toda su vida en Friburgo de Brisgovia, abandonará raramente.
Entre los aportes nacionales, además de escritos de autores que forman parte de la historia de la recepción de Heidegger en la Argentina (como Carlos Astrada y Raúl Sciarretta), merecen destacarse los de Nora Trosman, especialmente “París era una fiesta y Munich, también”, donde se propone una lectura de las relaciones entre Heidegger y Lacan a partir de una común experiencia post-atómica que habría sido la condición de posibilidad de la radicalización de un pensamiento centrado en la finitud del ser, o “Lacan lector de Heidegger”, donde se revisan las referencias al pensador de Friburgo a lo largo de los seminarios lacanianos, algunos de ellos inéditos, que constituye de por sí una antología sumaria y altamente productiva del pensamiento del psicoanalista francés.
Tema recurrente en las distintas secciones del libro –que con justicia no podría dejar de plantearse toda lectura de Heidegger– es el de la relación entre el filósofo alemán y el nazismo, cuyo punto de inflexión es el famosísimo discurso de asunción al rectorado en Friburgo en 1933: “La autoafirmación de la universidad alemana”. Pronunciado en el contexto de la euforia nacionalsocialista por el acceso de Hitler al cargo de Canciller del Reich (“Queremos ser nosotros mismos. Pues la fuerza joven y reciente del pueblo, que ya está pasando sobre nosotros, ya ha decidido”), el discurso abre un período de diez meses durante el cual Heidegger ejerció un cargo de alta responsabilidad y durante el que se tomaron medidas que condujeron a la expulsión de profesores judíos y comunistas. Alrededor del affaire giran gran parte de las entrevistas y cartas que confluyen en el libro, como el famoso reportaje televisivo de 1969 “Laciencia no piensa” o las dos cartas públicas en las que Herbert Marcuse -graduado con una tesis sobre Hegel dirigida por Heidegger– exige una palabra de arrepentimiento a su antiguo profesor.
Quizá habría sido útil que la generosa antología –que aloja aportes no siempre novedosos y lúcidos– diera espacio a algunos fragmentos de textos centrales para pensar la cuestión política en Heidegger, como La fiction du politique de Philippe Lacuoe-Labarthe, Homo Sacer o L’aperto de Giorgio Agamben o Normas para el parque humano de Peter Sloterdijk, más allá de la polémica más bien débil que se mantiene con este último (y con Negri) en el prólogo, y de las menciones un poco al pasar que se hacen de los primeros.
Ello permitiría, de acuerdo con la voluntad expresada por los responsables del volumen, abrir nuevos caminos hacia el Otro pensar, aun cuando ello implique el riesgo de no saber ni cuándo, ni cómo, ni hacia dónde volver. Y de no encontrar tampoco ningún claro en el bosque.