EN FOCO
La reedición simultánea del monumental ensayo filosófico e histórico permite revisitar el extraordinario aporte de Simone de Beauvoir a una de las grandes conquistas del siglo XX.
› Por Mariano Dorr
El segundo sexo
Simone de Beauvoir
Debolsillo
728 páginas
La mujer rota
Simone de Beauvoir
Debolsillo
208 páginas
Si en lugar de preguntarnos con Freud qué quiere una mujer, nos preguntásemos qué quería específicamente Simone de Beauvoir, la respuesta sería unívoca: libertad. El segundo sexo (editado por Gallimard en 1949, y ahora reeditado en Argentina, con prólogo de María Moreno) es un voluminoso recorrido, a través de siglos de opresión y violencia doméstica, hacia la liberación de la mujer. ¿Cuándo se inicia esta historia de sometimiento y dominación masculina? Por lo menos desde la Edad de Bronce, con la aparición de la propiedad privada, “dueño de los esclavos y de la tierra, el hombre se convierte también en propietario de la mujer”, ya desplazada de la labor productiva que la había caracterizado hasta la Edad de Piedra. Pero si la mujer fue sometida por el hombre y constituida por éste como “lo inesencial” frente a “lo esencial” masculino, es porque ella misma no realiza ese retorno: “Las mujeres –salvo en ciertos congresos, que siguen siendo manifestaciones abstractas– no dicen nosotras; los hombres dicen las mujeres y éstas toman estas palabras para designarse a sí mismas; pero no se sitúan auténticamente como Sujeto”, escribe la autora en la Introducción. Y es esa antepenúltima palabra, “auténticamente”, la que luego será una de las claves para asumir la existencia como un sujeto libre. ¿Qué había escrito Sartre, en El ser y la nada (texto estrechamente vinculado al de Simone de Beauvoir, que lo cita en numerosas ocasiones) sobre la autenticidad? Dicho rápidamente, allí se trataba del sujeto que se capta a sí mismo como “proyecto libre”: una existencia abierta a todas sus posibilidades.
Entonces, ¿cuál es el proyecto que asume la mujer, desde tiempos inmemoriales? Simone de Beauvoir se enfurece: “Hay pocos crímenes que comporten peor castigo que esa falta generosa: ponerse por entero en manos de otro”. Se refiere a la enamorada que, fuera de su amado, no le importa más nada... Es el caso de Monique, una de las “heroínas” de La mujer rota: “No he vivido más que para él”, anota en su diario. Después de 22 años de casados (y una vez que las hijas se han ido de casa), el marido la abandona, gradualmente, por una mujer más joven. Otra vez en El segundo sexo escribe: “En vez de la unión buscada, la enamorada conoce la más amarga de las soledades”.
La autora se pregunta: “¿De dónde le viene a la mujer esta sumisión?”. Las limitaciones de la mujer no tienen su origen en una “misteriosa esencia”, sino en su “situación” (otra palabra clave del existencialismo sartreano). La educación de la mujer, desde niña, “conspira para cerrarle los caminos de la revuelta y la aventura”. Enseñándole la exaltación de los excelsos valores del amor, la devoción y la abnegación, y ocultándole que “ni el amante, ni el marido, ni los hijos estarán dispuestos a soportar su embarazosa carga”, se invita a la mujer a seguir el camino más fácil (mimos y boberías), “sin enseñarle nunca la necesidad de asumir por sí misma su existencia; y ella se abandona de buen grado, contando con la protección, el amor, la ayuda y la dirección de otro; se deja fascinar por la esperanza de poder realizar su ser sin hacer nada”. Y esto, naturalmente, para una existencialista... es imposible. Uno no es libre sino haciéndose libre. Simone de Beauvoir también se dirige a los hombres: si quieren librarse de las mujeres... libérenlas. Déjenlas ir. Déjenlas ser y hacer (lo que quieran con) sus vidas.
Monique, perpleja por el modo en que su marido la cambia por “otra”, recuerda las palabras de su marido: “Decía que yo era auténtica”. Más adelante, critica a su rival diciendo que “no es alguien auténtico”; y el marido, responde: “Auténtico... ¿qué quiere decir eso? Es una palabra de la que se ha abusado tanto” (La mujer rota es de 1967; la “autenticidad” sartreana y el matrimonio de Monique tienen la misma edad, 22 años). En una nota al pie de El ser y la nada, Sartre señala que la “autenticidad” constituye la “reasunción del ser podrido por sí mismo”, podredumbre que le viene de su “mala fe”. ¿Qué es la “mala fe”? Mentirse a sí mismo. Enmascararse uno mismo la verdad. Simone de Beauvoir sabe que la “mala fe” afecta especialmente a la mujer sometida. ¿Qué verdad se oculta esa mujer? La libertad y su responsabilidad de actuar libremente. Entonces, a no mentirse.
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