Sáb 24.12.2005
libros

VOLVé › PEDIDO DE REEDICIóN

En otra parte

› Por Claudio Zeiger

Se trata de uno de esos libros que pueden resultar bastante llamativos tanto en un panorama narrativo general como en relación con el conjunto de la obra del autor. Es verdad que Rodolfo Rabanal había tenido un debut un tanto aislado al clima literario de los ’70 con El apartado, rara avis más allá de la adscripción del autor a la “generación del ’70”, categoría muy manejada por entonces. Pero la aparición de En otra parte marcaba otro cambio de rumbo, una atmósfera distinta y original, bajo el formato de dos nouvelles (formato ideal en opinión de muchos escritores) de duro corazón de diamante, irreductibles en su filo y brevedad. Algo curioso: publicadas en 1981, aparecían como dos “testimonios” de exilio pero expresamente están firmadas en “Buenos Aires, julio de 1981”. Desde “adentro” y aprovechando su experiencia de periodista viajero de años anteriores, Rabanal situaba los dos relatos (“Nueva York es un nervio desnudo” y “Días de gloria en Medora”) en Estados Unidos, en la gran ciudad y en un “pueblo de granjeros y profesores” respectivamente; geografías disímiles pero con algo en común: ser el lugar ideal, por diferentes razones, para el desarraigado. No se trata del exilio político del militante (aunque hay algunas referencias a sirenas aterrorizantes en la noche) sino de una cuestión más abarcadora de desarraigo existencial, un hueco, una disponibilidad a lo que sobrevenga.

Se trata de dos relatos de tono muy diferente y, por lo tanto, complementarios. En el primero, neoyorquino, la ciudad con sus múltiples trampas y deseos acecha y fascina, repugna y atrae. Y desde ya, calienta. El deseo late en el fondo de la ciudad, es su nervio desnudo. Quizás, esta primera nouvelle encierre uno de los mejores finales (contundente y elegante a la vez) de la literatura argentina. En cuanto a “Días de gloria en Medora”, un trío excéntrico capta la atención del narrador, quien pronto se verá enredado (sexualmente) con la mujer, y atrapado por la maldición que pesa sobre el padre de ella. Quizá más clásico en su factura, opera como complemento y a la vez ampliación de la erótica que ha venido construyendo en la primera nouvelle; porque de destierro y erotismo trata En otra parte. Hay algo inacabado en el conjunto, cosa que no es de extrañar en un díptico (la trilogía en ese sentido suele ser más cerradita) pero esa falta de cierre tranquilizador quizá le agregue una fuerza inusual, ya que su poder de inquietar no cesa. De una enorme modernidad literaria, En otra parte también ha quedado como un libro irrepetible en la obra de Rabanal.

El autor se confesaba admirador de Borges, Beckett, Conrad. Del primero las huellas resultan menos evidentes, pero Beckett y Conrad laten aún entre sus páginas poco proclives a ponerse amarillentas.

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