Dom 08.02.2004
libros

EL EXTRANJERO

EL EXTRANJERO

Jung
Deirdre Bair

Little Brown Nueva York, 2003. 900 págs.

Muchas veces ha sido dicho, por aquellos cuya imaginación es más frondosa que su memoria, que la decisión del psicoanalista Carl Gustav Jung fue dictada por el destino de Alemania. Hasta ahora, la versión aceptada era la siguiente: el primer psicoanalista ario y cristiano que había sido ganado por Sigmund Freud para su escuela se divorció de ella por los peores motivos. Jung habría rechazado el carácter sexual de la libido y lo había reemplazado en su teoría, que a veces se llama psicología analítica, por conceptos oscuros, profundos, arquetípicos, fascistas en suma. La pulsión que habría movido a Jung era, en suma, la de un antisemitismo filonazi.
Una nueva biografía de Jung, alimentada por documentos inéditos, viene a cambiar, acaso para siempre, esta versión muy conveniente para los freudianos. Deirdre Bair, antes biógrafa de Samuel Beckett y Simone de Beauvoir, publicó un Jung de unas 900 páginas. Los documentos que consultó son de una fuente inesperada, aunque segura: los servicios secretos norteamericanos, que, a diferencia de los argentinos, periódicamente desclasifican hasta sus textos más escabrosos y confidenciales. Si la imagen que surge beneficia radicalmente a Jung deberán decidirlo los historiadores, pero en todo caso es radicalmente diferente, y contradictoria, con la recibida. En contra de las teorías y las maledicencias que hacían del suizo alemán Jung un camarada de ruta del canciller Adolf Hitler, los documentos revelan que era el agente 488 de los gobiernos norteamericanos de los demócratas Franklin Delano Roosevelt y Harry Truman.
El psiquiatra Jung fue, además, muy serio en su trabajo, y muy exacto en sus informaciones. Advirtió a sus superiores que Hitler se ocultaba en un bunker en 1945, y describió su ubicación y características. Inclusive, ofreció un perfil muy preciso y forense de los rasgos psicopáticos de Hitler, y anticipó su suicidio. Al general de las tropas aliadas –y después dos veces presidente norteamericano– Dwight Eisenhower le explicó cómo debía ser la propaganda impresa que los aviones debían arrojar desde los cielos libres al suelo nazi. Cómo convenía apelar al honor, a la virilidad, al amor por la verdad del pueblo alemán antes que denunciar a las autoridades del Tercer Reich.
Los rasgos exactos de la participación de Jung en los servicios secretos dirigidos por Allen Dulles pertenecen a la historia, rica en peripecias, de la Segunda Guerra Mundial y sus redes subterráneas de resistencia. El mismo carácter ario y protestante de Jung lo ayudó a obtener las informaciones que precisaba el frente de las democracias para su victoria final sobre el nazifascismo. Pero desde el punto de vista de la historia de las ideas y de la historia intelectual, los descubrimientos de la biografía de Bair son sin duda más ricos en consecuencias. Ya no es posible rechazar en su totalidad la obra escrita de Jung con el argumento a priori de que era un nazi. Una prohibición que la izquierda respetó casi siempre. La sospecha fatal sobre el vicio que los afectaba desde su concepción ha perecido.

Sergio Di Nucci

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