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La editorial Icono viene de anunciar la aparición de un curioso diccionario que reúne, a manera de un mapamundi garciamarquezano, más de 350 términos y frases usadas por el Nobel colombiano. El mundo según Gabriel García Márquez, que fue presentado el pasado lunes en un acto organizado por la Fundación Santillana para Iberoamérica, contó con el trabajo compilatorio de la escritora y docente universitaria Piedad Bonnett, para quien “el propósito de hacer un glosario es penetrar en el alma y el pensamiento del autor colombiano por una vía alterna, midiendo sus énfasis y paseándonos por toda clase de tópicos, de lo ridículo a lo sublime, para gozar con su perspectiva del mundo”. El diccionario, producto de una verdadera pesquisa de su bibliografía, que incluye –además– conceptos entrañables a Gabo como Macondo y Caribe, es una de las principales atracciones a ofrecer en la Feria del Libro de Medellín. Entre el extenso glosario, tomado de sus obras de ficción, crónicas e incluso de las contadas entrevistas que ha concedido hasta el momento, figuran las siguientes entradas: “Yo nunca me he cansado de decir que Cien años de soledad no es más que un vallenato de trescientas cincuenta páginas”; “el principal deber político de un escritor es escribir bien”; y “dos enamorados encuentran el clima perfecto del amor cuando sus digestiones funcionan como una sola”.
Si bien la idea de encarar una inmensa biblioteca virtual fue –en un principio– bastante bien recibida, ahora el proyecto Google Print del buscador más buscado, que perdía el sueño en crear un índice infinito de libros con sus correspondientes portadas y extractos, está encontrando numerosos detractores. Después de las quejas expuestas por el presidente de la Biblioteca Nacional Francesa, Jean-Noël Jeanneney (que fue el primero en poner el grito en el cielo en enero), las casas editoras Random House y Bloomsbury, ahora la asociación norteamericana Authors Guild se sumó a la caravana de injurias. El grupo de escritores denunció ante el tribunal federal de Nueva York que “el proyecto está construido sobre una violación masiva del copyright”. Por su parte, la gente del Google, que había congelado en agosto el proceso para adecuarse a las exigencias de los autores más desconfiados, argumentó que “en lugar de pensar en la violación de los derechos de autor, deberían tener en cuenta que el programa va a permitir descubrir millones de libros en todo el mundo”. Más allá de encontrar inocentes y culpables, lo interesante es que este caso es un ejemplo más de la fuerte tensión que está surgiendo entre la protección del derecho de autor y el acceso a las obras por Internet, así como también entre el derecho al conocimiento público y la remuneración de los escritores.
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