Dom 01.07.2007
libros

NOTICIAS DEL MUNDO

La invencion de Albert

Laura Albert fue recientemente sentenciada por un tribunal federal de Nueva York a pagar a una productora de cine 116.500 dólares por fraude, daños y perjuicios: este nuevo episodio se añade a la biografía de un ser imaginario que logró engañar a casi todo el establishment literario y periodístico estadounidense. Durante casi una década, en efecto, se publicaron numerosos libros (Sarah, El corazón es mentiroso y El final de Harold) bajo la firma de J.T. Leroy, un nombre que se convirtió en sinónimo de culto en Estados Unidos tras la publicación en 1999 de su primera y celebrada novela, Sarah: una supuesta ficción autobiográfica en torno de los abusos sexuales que Leroy habría sufrido, y quien a su vez se presentaba como hijo de una prostituta y un yonqui con innumerables adicciones, de las cuales había logrado redimirse a partir de la escritura. Para hacer leña del árbol caído, la productora de cine Antidote International Films se había apurado a comprar los derechos para llevar Sarah al cine, pero finalmente en diciembre de 2005 se descubrió que J.T. Leroy nunca había existido. “J.T. Leroy era mi tubo de oxígeno. Si me lo quitan, me muero”, fue una de las resonantes declaraciones que hizo Albert durante un breve pero intenso juicio que, según alguno de los asistentes, reveló que la mujer tiene más de un punto en común con su invención. Como un juego de espejos que tiende al infinito, no faltaron autores que quieren ahora escribir un libro sobre la propia Albert mientras que el director que iba a dirigir Sarah quiere ahora realizar un guión mezclando la novela con la historia real del fraude.

El mayordomo

Mientras se acaba de anunciar que en el 2009 serán publicadas siete mil cartas de Hemingway y también el descubrimiento de varias anotaciones del escritor en su casa de La Habana sobre su peso corporal, resultó muy provechosa la participación de René Villarreal, mayordomo de Hemingway en Cuba durante veinte años, al XI Coloquio Internacional dedicado al autor de El viejo y el mar y al 45º aniversario del Museo Ernest Hemingway. El hombre, que cuidó el reino doméstico del escritor, realizó varias declaraciones muy jugosas sobre “Papá”, como lo llamaba a Hemingway, siguiendo la costumbre de sus hijos Patrick y Gregory: “Papá escribía alrededor de mil palabras y cuando más o menos tenía calculado que las tenía, las contaba, apuntaba la cantidad, y tapaba la máquina de escribir con una toalla. Después me pedía que le preparara el primer trago porque mientras estaba escribiendo él no tomaba”, explicó Villarreal, quien luego declararía que “bebía una copa de gin-tonic, una rodaja de limón y agua de coco”. De 77 años, y residiendo desde 1972 en Estados Unidos, Villarreal concluyó emocionado su relato: “Lo admiraba, era muy humano y aquí lo queríamos mucho, me ayudó, me enseñó la vida y yo seguí sus consejos”.

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