Marco Denevi: El cuento es un poco como asomarse a algo: descubrirlo en el momento en que sucede y luego retirarse. Una estrella fugaz. La novela es caminar mucho por la calle.
Daniel Moyano: Lo que pasa es que es más difícil escribir cuento que novela. En una novela uno descubre una veta y empieza a trabajarla. El cuento te lleva él y te obliga. Es como una relación amorosa súbita, violenta e impostergable. Es una cita a la que uno no puede faltar. Tenés que hacer el amor con ese cuento de una manera perentoria, mientras en la novela uno puede demorarse.
Juan Filloy: Creo que la novela es estuario: avanza en varias corrientes simultáneas, habiendo una corriente principal. Pero el cuento es lineal, casi siempre. En todo caso, nos falta una distinción. Por ejemplo, a mí me gusta mucho la nouvelle, vale decir un cuento híbrido, con ciertas características de la novela. Un cuento largo, un relato largo. En Francia, la nouvelle dio obras maravillosas, como las de Balzac.
Silvina Ocampo: Yo creo que el cuento es superior a la novela. Como género, digo. El cuento es lo primero que ha existido en la literatura. Existe como Adán y Eva. Como un algo que lo inicia todo. Es genético, diríamos. Podríamos remedar a La Biblia: “Lo primero fue el cuento”. Para mí fue algo primordial, en mis primeros años. Era lo principal. Yo me formé leyendo cuentos. Y mi imaginación hizo el resto, porque no sólo conocía al cuento como género sino que lo esperaba, lo buscaba por todos los rincones. Crecí buscando algo que sirviera para escribir un cuento.
Marco Denevi: A mí me parece que una de las glorias del cuento, de los grandes cuentos, es que su óptica se acerca a un pequeño espacio de la realidad, y desde ese pequeño espacio siempre hay como una alusión a lo que está fuera del cuento. Es como si iluminara lo que está muy cerca. La novela no deja en sombras casi nada, porque su óptica, la lente de la novela, lo capta todo. El cuento lanza como una semipenumbra alrededor: se acerca a algo y se excede de sí mismo. El cuento me dice esto o aquello, pero a la vez desata como una misteriosa intuición de todo lo que lo rodea, en círculos concéntricos, y uno puede ir muy lejos. La novela no permite todo esto.
José Donoso: El cuento corto es un destello. O debe serlo, o tiende a serlo. Como decía Joyce, cada cuento es una epifanía, se construye alrededor de una epifanía y ahí están los Dublineses, que son cuentos magistrales. En el otro costado, la novela es como un saco, una bolsa, en la cual se puede meter todo y donde es tan rico que esté todo; y de repente se agita el saco y se reordena toda la porquería que hay adentro, y adquiere fuerzas distintas, tú ves, le das un golpe por acá al saco y se pone chueco del otro lado, y así, es una forma muy dúctil, que obedece mucho a las manos de cada escritor. La forma difícil, creo yo, es la nouvelle, no tanto para escribirla sino para comprenderla, como forma. Yo diría que es un círculo mucho más cerrado que la novela; no hay una epifanía como en el cuento, pero no es un saco tan vasto como la novela.
Elsa Bornemann: El cuento requiere de un gran poder de síntesis; de concentración en una idea que, sin embargo, debe estar claramente delineada; y debe tener intensidad en la caracterización del o los personajes, sin admitir elementos accesorios. Todo en el cuento es –o mejor dicho, debe ser– esencial. En cambio la nouvelle, aunque suele asociársela con el cuento largo, no es cuento. Creo que participa más de los rasgos de la novela. En nuestro idioma, podríamos hablar de “novela breve”. Es un género de tanta complejidad como el cuento, sólo que a veces se ramifica tanto, se explaya acerca de tantos personajes, situaciones, escenarios, etcétera, que uno tiene la sensación de estar leyendo una enciclopedia de ramos generales o algo así.
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