“Pampa del infierno empieza a finales del siglo XIX, en Texas, tiempo después de que la guerra civil azotara al país –cuenta Molfino sobre la novela que tiene terminada–. El protagonista es hijo de un inglés y de una mujer navajo, que se entera de que en el sur del sur, en un lugar que se llama Argentina, están operando Butch Cassidy y Sundance Kid, y que ofrecen como recompensa por sus capturas unos 30.000 dólares, que en esa época era muchísima plata. Después de dar vueltas dos años y medio, de hacerse amigo de Francisco Villa, por ejemplo, cuando Villa todavía era apenas un muchacho medio arisco y rebelde, al llegar acá se entera de que los mataron en Bolivia. Entonces el protagonista se hace buscador de oro, repite la historia del padre y se casa con una mapuche y termina instalándose en una zona que con el tiempo va a llamarse Pampa del Infierno. Son las rémoras de las luchas contra el indio. Y éste, por su ascendencia, toma mucho partido por ellos, se hace amigo de los wichí, y también se trenza con otros indios de esa época que descubrí haciendo el libro, los makás, unos indios paraguayos medio primos de los guaraníes, que atacaban mucho los territorios de Formosa, Chaco, esa zona. Hay sitios, fortines, indios renegados, milicos desertores, prostitución, duelos. Es un libro que se va poniendo más y más violento. Cuando vas leyendo lo que fue la conquista del indio acá... Así que es una novela inmisericorde. Va a salir por una editorial española importante: buenísimo, porque no estoy editado allá. Así que estoy con los retoquecitos de último momento.”
Molfino trabaja en estos días en una novela llamada Noguera (el nombre de una ciudad ficticia en la que ya había situado un cuento de El mismo viejo ruido, que también cobra valor en Monstruos perfectos). “La historia arranca con un asalto a un banco en el que participa una mujer muy jovencita, que entra con un embarazo avanzado: en medio de la presión se descompone, se le escapa un tiro y mata a un guardia –cuenta–. Se arma un tiroteo tremendo, con rehenes, varios muertos. Ella consigue escapar con otro asaltante y parte del botín, pero su pareja y su hermano caen heridos y luego van a la cárcel. La novela transcurre a fines de los ’80 y avanza, con capítulos cortos, en las historias de los que consiguen escaparse sin dejar pistas y de los que quedan presos. Es un relato quebrado, por tramos narrado en primera persona y por tramos en tercera. Con muchas escenas de cárcel, algo que quería en algún momento escribir, mis recuerdos carcelarios, los olores, los ruidos. Hay un acápite de Norman Mailer en La canción del verdugo, que acá utilizo: ‘En lo hondo de mi celda te doy la bienvenida. En lo hondo de mi celda venero tu miedo. En lo hondo de mi celda, moro. Y no sé bien si te quiero’. Es una rima carcelaria, anónima. Y yo, encima, la leí mientras estaba en la cárcel.”
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