Dom 29.02.2004
libros

CONFESIONES DE UN BLOGUERO

Blogger Revolution

Por Guillermo Piro

En la jerga de Internet todo tiene dos nombres: uno verdadero, sacerdotal, y otro falso, o sea familiar, privado, profano, que corresponde al reino de la utilidad y que es el que hace que el solo hecho de pronunciarlo o escribirlo coloque a quien lo pronuncia o escribe en un determinado firmamento, con un limitado número de satélites orbitando a su alrededor, en medio de un cielo de signos y códigos y saberes tácitos.
Blog es la abreviación de weblog. La web es la “red” de Internet, mientras que log quiere decir “diario de a bordo”, cuaderno, libro de notas. Un weblog es un pequeño periódico, pero también un diario público y personal escrito, dirigido e interpretado por una sola persona. Contiene pensamientos, argumentaciones, cuentos, poemas, comentarios escritos por el responsable del blog, pero también noticias, reseñas, artículos y una selección de noticias, reseñas y artículos encontrados de otros blogs, y que tanto pueden provenir de periódicos internacionales como nacionales o sitios institucionales. La definición, como se ve, es bastante elástica y controvertida, pero ya sabemos que todo lo elástico es por definición controvertido. (Basta hacer una prueba: tomen una bandita elástica y tiren de una punta mientras mantienen firme el otro extremo; cuando hayan llegado a su punto de máxima tensión, suelten. Lo que van a sentir es el paradigma de la controversia.)
Wimbledon (www.ultimasdebabel.blogspot.com) es eso, y también algo más y algo menos que eso. Es un sitio simple, gestionado por una sola persona, y en él caben desde problemas sentimentales a problemas políticos o de telecomunicación (como se ve, hay cierta predilección por los problemas). Nació como un medio de fácil acceso a través del cual mis amigos diseminados por el mundo podían acceder sin esfuerzo a los artículos que escribo, pero poco a poco fue convirtiéndose en una antología de extractos célebres de las cosas dichas en los periódicos (fundamentalmente por escritores, pero no sólo por ellos), para luego pasar a ser lo que es. Ahora bien, los blogs en sí (no me refiero aquí esencialmente a Wimbledon) reflejan a mi parecer lo mejor de Internet. Todo el tiempo se desatan revoluciones, pero en el mundo de Internet todos, hasta ahora, recordábamos una sola: la aparición de los motores de búsqueda. La revolución de los blogs es eso, pero además es una revolución concreta, un fenómeno social y de información, no otro modo de que alguna gente, que siempre es poca, se llene los bolsillos de guita.
En Wimbledon hay referencias y comentarios a notas aparecidas en el día en los periódicos, y a través de un simple clic uno puede tener acceso a la nota original, completa. Soy lector y editor. Lector de lo que se publica en la web, de cosas que después selecciono, cito y comento como editor de mi propio blog. El criterio es amplísimo. Hay cierta predilección por todo lo relacionado con la literatura, pero pueden entrar desde noticias políticas hasta policiales, lo que hace que como cualquier otro blog tenga un carácter absolutamente personal.
Como todos los revolucionarios me siento un iniciado: un elegido del pueblo de los navegantes de Internet, el único que entendió plenamente el sentido y la potencialidad de la web y el único que fue capaz de explotarlo. Estas palabras, que me adjudico a mí mismo, es lo que todos los bloggers del mundo se repiten cada mañana mientras toman el desayuno.Para Andrew Sullivan (www.andrewsullivan.com), responsable de uno de los blogs más importantes del mundo, la aparición de los blogs signó “una revolución comparable al advenimiento de la televisión”. ¿Exagerado? Piensen un poco. Antes de la Blogger Revolution para publicar algo había que encontrar un periódico o una revista dispuesta y disponible. Enfrentar al director y flirtear con él para convencerlo de nuestras capacidades críticas y escriturales. Hoy basta escribir www.blogger.com en nuestro navegador, inscribirse gratuitamente, y a partir del minuto sucesivo estar capacitado para publicar libremente cualquier cosa. Y no es la única posibilidad: Pitas, Antville, Movable Type brindan el mismo servicio. No hace falta masticar algo de lenguaje HTML, aunque quien lo conozca probablemente hará las cosas un poco mejor.
Los arqueólogos del fenómeno weblog hacen remontar las primeras apariciones a hace cinco años, cuando algunos navegantes comenzaron a intercambiarse direcciones web, a las que después agregaron comentarios y notas. La vanidad y la ambición periodística se mezclan con la pasión por el contacto (el diálogo, le dicen), la confrontación, la disputa, el homenaje.
Casi todos los blogs poseen una herramienta que permite que cualquier navegante haga comentarios a lo escrito, pero Wimbledon carece de esa herramienta (conozco los peligros de la forumización: vade retro), pero en cambio posee un foro, que actúa de un modo similar y mantiene alejado al mal de la objeción (como a todo el mundo, no me gustan las objeciones). Y casi todos poseen una serie de enlaces a otros blogs amigos y frecuentados, gente como uno, informada, o ansiosa por estarlo (lo que ya es algo), anárquica, comercialmente ingenua, inteligente y fascinante.
Algo pasó: casi todos los grandes periódicos norteamericanos primero informaron a sus lectores sobre el boom de los blogs, y después comenzaron a interrogarse sobre qué significaba desde el punto de vista de la circulación de la información. Hoy, grandes y pequeños medios periodísticos hospedan sus propios blogs: The Guardian, Salon, Slate, MSNBC, CBS, Il Foglio, L’Espresso y muchos más. Otros medios se preguntan si deberían o no alojar el blog de cada uno de sus redactores para crear nuevas relaciones con sus lectores y un nuevo y más dinámico flujo de información. Otros temen que de ese modo los redactores terminen apasionándose tanto con el medio que se distraigan de su trabajo en la versión en papel. Otros tardan en entender el éxito y se preguntan qué utilidad económica podrá tener. En cualquier caso los blogs son instrumentos extraordinarios: muestran los que los lectores pondrían en un periódico, si tuvieran uno. “Weblog is the real thing”, como tituló una nota hace un par de años el Wall Street Journal.
En la Argentina el fenómeno se extiende como una infección. Nace uno nuevo a cada minuto. Pero la ambición secreta es otra: que un pequeño o gran diario termine prestándole a Wimbledon la misma atención cotidiana que el Time concede a Andrew Sullivan, abriendo cada día la reunión de editores con la misma pregunta del director: “¿Qué dijo de nosotros el blog de nuestro amigo Sullivan?”

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