NOTA DE TAPA
Provocador, lúdico y ratonero, el español Ramón Ubeda pone sobre el tapete diseños “pensados para el amor, inspirados en el sexo y relacionados con su práctica”. Su nuevo libro, Sex Design, es una antología de diseños y autores metidos a un tema inesperado.
› Por Luján Cambariere
“Sex Design es un libro explícito, de lectura ágil, basado en la calidad de las imágenes y en el rigor de los contenidos, que inaugura una nueva forma de pasar revista a la mejor creatividad del mundo de cara a un futuro que se adivina inevitablemente multidisciplinario. Diseño gráfico, publicitario, industrial, de interiores, arquitectónico, de moda.” Así arranca Sex Design. Arquitecto, diseñador gráfico e industrial, periodista especializado y autor de varios libros, Ramón Ubeda trabaja y ha trabajado en todo lo que se genera alrededor de la profesión del diseño. En las mejores revistas (Ardi, De Diseño), en empresas (Bd Ediciones de Diseño, ArtQuitect, Metalarte y ahora responsable del centro de creación de Camper en Son Forteza) y como curador de diversas exposiciones donde pone en palabras, documenta, conceptualiza y reflexiona.
A días de que un asiento de su creación, el Cul is Cool realizado junto a Otto Canalda, se presente en la Feria del Mueble de Valencia, habla con m2 sobre uno de sus últimos proyectos. “Es por tanto un libro para todos los públicos. Imprescindible para los profesionales del mundo de la creación y muy recomendable para los que quieran conocer el mejor diseño del mundo alrededor de un tema que nos interesa a todos: el sexo”, dice. Y con esto termina de abrir el juego, colarse con un tema que involucra a todos y reafirmar su bien ganado rol de promotor del diseño en el mundo.
Con la idea fija
Pero escondida. Ubeda sostiene que se “calcula que doscientos millones de personas hacen el amor cada día en todo el mundo”. Si ese dato es cierto, seguro que son muchas más las que lo han intentado y otras tantas las que practican el sexo en otras modalidades. “Lo curioso es que habiendo toda esa gente que a diario piensa siempre en hacer lo mismo, el diseño de todo lo que está relacionado con el sexo no sea mucho más prolífico y de calidad. Más aún si caemos en la cuenta de que entre ese montón de gente que refleja la estadística también tiene que haber un buen número de diseñadores”, aclara. A los menos pudorosos y a otros (el libro tiene 256 páginas) los reúne Ubeda en una decena de capítulos –Sin palabras, Obsesos, El sexo vende, Siempre de moda, Literatura erótica, Muebles amorosos, Corazón corazón, Crear en pareja, Falografías y otras anatomías y Lo más duro–. En tapa, el florero Shiva de Ettore Sottsass que produce Bd Ediciones de Diseño desde 1973 con forma fálica. En el interior, los ositos de peluche con atributos de Cha Cha; el mingitorio Kiss con forma de boca de mujer, de Meike van Schijndel; las cookies-pezón de Ana Mir y el interruptor de luz de Jerôme Barrier y Eric Dohren; el portarrollos con forma de trasero perita para baño de Oscar Tusquets; la silla pensada para facilitar posturas varias de Bala Studio y el mobiliario en forma de corazón de Verner Panton y Ron Arad, entre muchísimos otros.
–¿Sex es una obsesión personal?
–Es un tema que ya habíamos tratado en un reportaje de la revista Ardi publicado en 1993, que se tituló “El diseño del amor”. Aunque la curiosidad por los temas que emparejan el sexo con el diseño se remonta todavía mucho más atrás, cuando en los años ochenta editábamos la revista De Diseño. Hubo un número en el que coincidieron los muebles diseñados por Transatlantic específicamente para practicar el Kamasutra, con las fiestas erótico-efímeras de Xavier Olivé y los foto-porno-montajes de Carmelo Hernando. Eran tiempos en que nuestro país estaba todavía muy verde en la materia –del diseño– y en algunos kioscos ponían la revista junto a las publicaciones para adultos porque todavía no entendían de qué iba la nuestra.
–¿Fue ardua la recolección de trabajos o puro placer?
–Fue un trabajo serio y riguroso a la par que simpático y gozoso. Me gusta decir que es un libro para todos los públicos, porque trata todas las disciplinas creativas, desde el diseño gráfico a la arquitectura, pero siempre respecto de un único tema que es de interés general: el sexo. Ahora bien, todos los trabajos que se recogen tienen un autor conocido y son fruto de un encargo, aunque sea propio. Los museos están llenos de piezas de carácter erótico procedentes de culturas antiguas, pero son siempre un arte anónimo.
–¿Los diseñadores son pudorosos o había mucho material?
–Hice un rastreo exhaustivo. Muchos diseños ya los conocía y otros los fui descubriendo. La sorpresa fue que algunos diseñadores que nunca antes habían diseñado nada sexual quisieron hacer algo expresamente para el libro. Alfredo Häberli, que es compatriota vuestro aunque trabaja en Suiza, se estrenó con un genial Fauteil d’Amour. Los más experimentados y explícitos son gente como Ettore Sottsass, Jordi Torres, Fabio Novembre, Carlo Mollino, Ingo Maurer, Oscar Tusquets, Peret, Max Kisman, la pareja mexicana de Bala Studio o Ana Mir, para que no se diga que este tema es sólo cosa de hombres. Pero hay muchos otros que pronto saldrán del armario.
–¿Hay muchas mujeres que desarrollen este tema?
–De momento pocas, porque las diseñadoras todavía son minoría en la profesión. Pero todo llegará. En el terreno sexual el panorama ya está cambiando. Las cosas no son como antes y la rubia oxigenada sobre la capota del coche ya no es un buen reclamo. Ahora lo que funciona es el seductor de la colonia o los modelazos que venden ropa interior de marca. En lo años noventa Philippe Starck ya decía que los objetos del siglo XXI serían femeninos. Que hoy en día para sobrevivir en nuestra sociedad ya no hace falta la fuerza bruta, sino la inteligencia y la intuición. En ello estamos, pero también para las mujeres todavía se tienen que abrir muchos armarios. Ana Mir es un referente. En otra línea está el trabajo de una maravillosa diseñadora mexicana que se llama Xannath Lammoglia.
–¿Cuáles son sus favoritos?
–En general los diseñadores, cuando disfrutan de su trabajo, dan lo mejor de sí. Todos los proyectos que se recogen en el libro son de un alto nivel. Las preferencias son, como en todo lo que tiene que ver con la práctica del sexo, subjetivas y dependen de lo que más le ponga a cada uno. Entre los españoles he destacado a Jordi Torres. Le he dedicado un capítulo completo que se titula “Obsesos”. Torres practica el diseño explícito. Es un creador excéntrico y maravilloso que disfruta proyectando para que gocen los demás.
–¿Y cuáles de estos diseños son productos que se venden?
–La mayor parte de los proyectos que aparecen en el libro están en producción, aunque también hay algunos que son prototipos, como los de Bala Studio. Todavía no hay una especialidad del diseño que se ocupe de ellos, pero sí un mercado enorme.
–¿Le interesa la persona que está detrás del objeto?
–Detrás de cualquier diseño hay siempre una intención, un proyecto. Cada uno tiene su historia y la he tratado de explicar en todos los casos, para que el libro sea realmente explícito. Eso no es otra cosa que hacer cultura del diseño, porque la frontera entre lo estéticamente ordinario y aquello a lo que se le puede dar la categoría de producto diseñado depende del gusto de cada uno, como sucede con cualquier otro producto. Algo puede estar muy bien diseñado y sin embargo parecer ordinario. Por ejemplo el florero de Sottsass que protagoniza la portada. Su silueta es un diseño muy eficaz que ya se usaba en la antigua Pompeya para señalizar los lupanares. En los años setenta, él lo convirtió en un estupendo florero de cerámica que hoy es todo un símbolo del diseño que revolucionó la estética industrial de aquella época. A mí me encanta, pero también hay gente que no entiende la pieza y le puede parecer muy ordinaria. Si conocieran su historia, estoy seguro de que cambiarían de opinión.
–¿Pudo hacer algún análisis a través de estos objetos?
–Es sorprendente la doble moral de los orientales, en particular de los nipones. Son capaces de prohibir la exhibición gráfica de los genitales y el vello púbico al mismo tiempo que alimentan un mercado negro en el que se venden las braguitas de las colegialas, usadas y envasadas al vacío, para que no pierdan el aroma. En el comic erótico japonés, durante mucho tiempo, los genitales aparecían censurados bajo onomatopeyas del estilo “Haaa-haaa”o “Sluurp!!”, mucho más explícitas que aquello que escondían. Aquí, que supuestamente somos más liberales, nos parecía cuanto menos curioso y, sin embargo, una revista como Víbora, que los importó para España, está cerca de desaparecer de los kioscos por falta de público.
–¿Cómo ve el futuro de esta “nueva” disciplina?
–Los publicitarios saben mejor que nadie que el sexo, con sólo insinuarlo, ayuda a vender. Es un recurso infalible que toda la vida se ha utilizado para seducir al público masculino y que ahora sirve lo mismo para el femenino. Y que se seguirá utilizando con mayor o menor temperatura según la ocasión. Nadie duda de que el sexo ha sido uno de los motores de Internet. Entre toda esa oferta abrumadora, las que funcionan y se destacan es sencillamente porque están bien diseñadas. En casi todos los campos hay mucho por hacer. Si hemos visto cómo, por ejemplo, los bancos cambiaron sus oficinas siniestras por espacios abiertos, diáfanos y agradables, seguro que algún día no muy lejano llegaremos a ver interiores de clubes y sex-shops pensados desde otra mentalidad. Y eso es un trabajo para los diseñadores profesionales. La industria del sexo, que mueve fortunas, pronto se dará cuenta de que con un buen diseño puede mejorar sus productos. Ellos harán más negocio y nosotros disfrutaremos más porque tendremos una mejor cultura del sexo. El libro Sex Design tendrá continuidad el próximo año 2007 en una exposición que se titulará “Bath Love”, organizada por ArtQuitect en su showroom de Barcelona. De esa muestra surge el asiento “Cul is cool” que he diseñado junto con Otto Canalda y que tan estupendamente ha fotografiado Juan Gatti, otro compatriota vuestro, famoso aquí y allá. Lo produce ABR, la más joven de las editoras españolas. En esto del diseño sucede como en el sexo, que si no pasas de la teoría a la práctica no se acaba de disfrutar plenamente.
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