NOTA DE TAPA
La casona de Alcorta al 3200 acaba de reabrir transformada en Casa Concierge, una manera nueva de hotelería personal y fuera de la ambientación “en serie”.
› Por Sergio Kiernan
Durante muchos años fue el logotipo político más perfecto del mundo: una casona distinguida en un estilo medieval que alojaba a un grupo preconciliar, peleado con el mundo moderno y deseoso de llevarnos a una era donde no había democracia. Tradición, Familia y Propiedad era dirigido entonces por el augusto Cosme Beccar Varela (h) y complementaba el logotipo con su bandera, un estandarte de vívido rojo con leones rampantes. Por dentro, la casona seguía el juego y funcionaba como una burbuja en el tiempo. Era vagamente sombría, muy señorial en un estilo ceñudo e incómodo, con interiores símil piedra, una enorme chimenea heráldica y ese mobiliario español tallado y de respaldos rectos, incómodo como él solo. Una gran puerta vidriera llevaba a un comedor digno de un monasterio, con más sillas incómodas y presidido por los retratos de los últimos reyes Austria de España. Beccar Varela señalaba los retratos y explicaba que luego “de ellos vinieron los Borbones, y ahí empezaron los problemas”.
Como nada en este mundo es eterno, TFP se mudó, Beccar Varela ya no la preside y el caserón quedó un tanto al garete por unos años. Se supo que fue remodelado, amagó estar en venta particionado en lofts y volvió a esfumarse de la actualidad. Hoy se sabe su destino: es el centro de una propuesta hotelera francamente original, que consiste en ofrecer tres departamentos encantadores como “casas concierge”, o sea departamentos propios, equipados, autónomos, pero con servicios hoteleros que incluyen hasta bicicletas para pasear por los bosques cercanos.
Por fuera, la casona no muestra grandes cambios, excepto por alguna que otra ventana reemplazada por esa zoncera típica del arquitecto de hoy, el vidrio fijo o la ventana de una sola hoja de vidrio, que viene a ser como el arito adolescente, un símbolo exigible de modernidad. Lavada y aprumada, la fachada muestra ahora un toque raro entre nosotros: resulta que es de símil piedra pero con grandes cantidades de piedra real en los esquineros, detalle disimulado por el gris smog que la cubría. Su estilo es vagamente isabelino, con un amago de arco peciolado en una ventana y en la puerta, y con juegos de ventanas “mullioned” –divididas con paños finos de piedra– en la planta baja. Todo esto, con mucha discreción, ya que la casa no resulta abiertamente inglesa y alguien realmente experto podría señalarle un estilo más alemán. Como sea, es una pieza rara, con almenas en los balcones y una torrecita de castillo a la que sólo le falta un dragón.
La casa está dividida hoy en cinco espacios. Uno es una discreta oficina, otro es un centro de servicios para el concierge y los otros tres son departamentos de entre 75 y 95 metros cuadrados. Estos tres ámbitos son la Casa Concierge Alcorta, que a su vez es la primera pieza de la serie Casas Latinas del empresario Massimo Ianni, que va a tener otras sedes en la ciudad, en Mendoza, Salta, Córdoba, Bariloche y otros puntos patagónicos. La idea, explican, es crear una casa de huéspedes pero de lujo. La casa de huéspedes era un concepto común en tiempos idos, cuando había menos hoteles, y giraba alrededor de la costumbre de recibir pasajeros en casas particulares. En esta versión siglo 21, se reúne el servicio de hotelería con la privacidad de la casa propia. Así, los tres lofts tienen living, comedor, cocina completa, dormitorio y hasta el detalle de un baño completo en suite y un toilette para visitas.
Para cuando Casas Latinas tomó los lofts la remodelación ya estaba hecha y no quedaban ni sombras de la antigua distribución monástica. La diseñadora Gabriela Abentin trabajó en el tratamiento directo de superficies y se concentró en lograr texturas fuertes y combinaciones personales que evitaran ese gran problema del viajero, la impersonalidad del ámbito en que se aloja. Cada loft de la Casa Concierge tiene un color dominante en detalles de cortinados o tapicerías –ocre, maíz y negro– y un estilo sólido, nada opulento pero muy cómodo. Es curioso, pero se evitó tanto la solemnidad como esa tontera de ser “informales”, que equivale a usar remera con traje.
El loft más grande tiene una distribución francamente peculiar. En el medio exacto del ambiente hay un cubo, que aloja al baño y crea un intrigante problema de circulación. La solución fue envolverlo en cortinados en el color de la habitación –en este caso, maíz– y usarlo para crear espacios específicos. Al entrar, da la impresión de toparse con una colosal cama de dosel con los cortinados corridos. Es sólo al encontrar una puerta y atisbar la verdadera cama, del otro lado, que se percibe que es un ambiente envuelto en tela. Y eso es algo que no se ve todos los días.
El resto es textura, muebles de impronta argentina y materiales personales, textiles artesanales, fondos neutros pero no bobos y algún objeto de coleccionista colocado aquí y allá. La ventaja es la escala del emprendimiento, que permite ambientar fuera de serie, cosa que no es posible en un hotel convencional. Lo que se recibe es un ambiente muy superior en personalidad para alojarse, uno de esos ámbitos que se recuerdan.
La Casa Concierge Alcorta está en Avenida Figueroa Alcorta 3266.
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