Juan Molina y Vedia escribe sus ideas, recuerdos y reflexiones de una manera llana y directa. Lo hace en su nuevo libro, Potrero, que presentó esta semana en la biblioteca de la FADU, usando el mismo lenguaje de sus clases: ilustrando los conceptos con ejemplos absolutamente próximos a sí mismo y al ocasional interlocutor. Posiblemente en la letra impresa, lentamente reflexionada, surge un autor un poco más poético, si se lo compara con sus prolongadas clases de arquitectura a taller lleno y de noche.

Sin embargo, esa poética no es buscada con un objetivo sensiblero, surge en su discurso y es la forma en que Molina y Vedia tiende a ejemplificar: una vida cotidiana con los ojos abiertos, sin revistas de arquitectura de moda, con objetivos y prioridades en los que el tema de la vivienda está presente desde siempre y en donde el compromiso con una visión democrática y de compromiso social tiñe los trabajos y las búsquedas en los ejercicios desde sus inicios hasta hoy. Siempre presente y con un número de alumnos que se cuentan por cientos, excepto en las etapas de dictadura, siempre estuvo en la Facultad de Arquitectura y desde hace unos años también dirige su Archivo de planos y fotografías.

Con su búsqueda, que intercala la investigación con lo pedagógico, explica el mundo desde su lado, el de acá, tomando una clara posición con una frontal amabilidad en que recurre a la poética para decir sus verdades.

En Potrero, también subtitulado “Buenos Aires: la vida privada en las orillas del secreto”, nuevamente Molina y Vedia recurre a los recuerdos de infancia: el potrero como espacio libre y abierto del barrio, de la ciudad enmarcada en la década del ’40 cuando aún gozaba este modo de vivir distinto, de buena salud. Con esa tónica es que se presentó este volumen que viene ilustrado por imágenes de Kandinski en tapa, de Xul Solar, de Clorindo Testa y de Juan Fontana en su interior y prologado por Celia Guevara. No es el primer libro que escribe, ya que tiene una trayectoria de varias publicaciones en su haber en las que encuentran el equilibrio y la coherencia necesarios para mantener una trayectoria de solidez de ideas y de rumbos claros. Es docente desde la década del ’60, con el único paréntesis de los años de plomo de las dictaduras. Es por esa trayectoria y constancia en las ideas que recibe el reconocimiento y aprecio de el ámbito académico de la FADU.