› Por Matías Gigli
Hasta hace unas pocas semanas el tema de las plazas de la ciudad estaba en vidriera y era la niña bonita del momento. Luego de pasar el verano con un inusual número vallado y en obra, el broche de oro fue el rediseño de la Plaza de Mayo, que barría con la historia reciente de la ciudad. Esta plaza, se argumentó, no guarda una línea estilística pura ni académicamente clasificable –ya no es la que diseñó Thais ni la colonial, y mantiene las modificaciones del período Cacciatore–. Todo verdadero. Pero, ¿alcanza para extender una licencia para la demolición? Lo curioso es que simplemente hace falta restringir el tránsito e integrar el área, consolidando un sector peatonal en el centro de la ciudad, que es necesario. Luego de las resistencias provocadas, vaya a saber cuánto tiempo se requerirá para cajonear el proyecto y poder seguir adelante con un nuevo rumbo.
Todo esto bajó de cartelera y se instauró en la ciudad el tema de la vivienda social. Bastó un incendio para que se cubriera un tema que históricamente se resuelve con parches, sin políticas de mediano o largo plazo. ¿Cuantas veces desde la SCA se planteó la necesidad de instaurar el tema con una mirada crítica y seria? Pero en las secretarías de la ciudad, ahora “ministerios”, existen temas más marketineros que otros y por supuesto es más agradable pensar en los nuevos solados del microcentro que en planteos teórico-prácticos vinculados con la disyuntiva de reurbanizar o relocalizar las villas porteñas.
Temas para debatir los hay y muchos sobre Buenos Aires. Si la ciudad deja los bajo-autopistas vacantes y simplemente los cerca a la espera de una nueva concesión para canchas, lo más probable es que se urbanicen solos con nuevos asentamientos precarios y nuevos problemas a futuro. ¿Tan difícil es abrir el juego y poner sobre la mesa las áreas de alto contenido de conflictibilidad? Si no se debaten estos temas saldrán a luz de la peor manera. Y las soluciones vendrán, como ahora se quieren resolver las vinculadas con la falta de vivienda: promesas que no se cumplirán, con tiempos y metas tomados a la ligera con funcionarios que salen a prometer que construirán equis casas en un par de meses, todo esto con el riesgo cierto de una guerra entre vecinos, televisada en directo. En torno de cada fracción vacante de la ciudad existen vecinos preocupados por su destino. Basta el ejemplo de la Casa Amarilla en La Boca, o el de la traza de la ex AU3. Faltan definiciones ciertas. La ciudad espera.
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