Sáb 05.01.2002
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Franceses

La ciudad presentó un programa que ya está catalogando y ayudará a preservar el mobiliario urbano de metal de origen francés. Son cientos de farolas, esculturas, vasos, ánforas, herrerías y portones de singular valor.

Por Sergio Kiernan

Hubo un tiempo en que Buenos Aires no sólo fue rica, sino que además sabía con naturalidad gastar bien su dinero. La ciudad sigue marcada por el buen gusto de la primera generación que compró su mobiliario urbano como trazó sus parques y marcó sus hitos con grandes edificios públicos. Buena parte de los artefactos que se compraron fueron franceses y de metal y esos elementos están siendo relevados, contados y fichados por un proyecto especial que realiza la ciudad junto a un instituto francés y en simultáneo con otras capitales sudamericanas.
Las fichas no paran de acumularse. La Subsecretaría de Patrimonio Cultural del gobierno porteño, parte de la Secretaría de Cultura, ya cuenta con 500 artefactos inventariados, de los cuales algunos están siendo todavía autenticados. Es un tesoro: copones, esculturas, farolas, fuentes, ánforas, lámparas, mástiles, herrerías y portones esparcidos por la ciudad que exhiben grandes firmas de escultores o sellos de fundiciones en su tiempo casi imperiales, como Val d’Osne.
Los franceses iniciaron el contacto con una tímida lista de 25 artefactos y se fueron con la boca abierta. Algunos argentinos se quedaron con la boca igualmente abierta cuando supieron los precios a los que se venden hoy algunos de los elementos que todavía disfrutan los porteños en estos tiempos magros. La lista va desde las farolas y portones del edificio de La Prensa, donde se aloja la Secretaría de Cultura, hasta esculturas y mástiles dispersos por los barrios “nuevos” –Núñez, por ejemplo– que provienen del Pabellón Argentino de la Exposición Universal de París en 1889, que fue rearmado en Plaza San Martín y después desguazado y reutilizado para decorar la ciudad.
También se incluyen piezas que pocos alcanzan a ver, como la tremenda ánfora de la escalera de periodistas de la Casa de Gobierno o la delicada fuente del Patio de las Palmeras, también en la Rosada. Más populares, el listado incluye las farolas de las plazas de Los Dos Congresos y de Mayo, de la Avenida de Mayo y de la zona nueva de Puerto Madero, sobre la Avenida de los Italianos. Se destacan los mástiles alegóricos, como el de Riestra y Leguizamón, en Lugano, con un ángel femenino y trompetista que llama a los argentinos a las cosas.
El programa, además de catalogar, servirá para ayudar a preservar este patrimonio simplemente irreemplazable. Otras capitales, como Río –con una colección muy bonita, especialmente en su Botánico–, crearon bellos libros para conmemorarlas.

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