En Mendoza, los diseñadores Alvaro García Maure y Mariano de Casas trabajan desde su etiqueta de mobiliario y objetos Mot en el rescate de técnicas y materiales de la cultura huarpe.
› Por Luján Cambariere
En un mundo globalizado y despersonalizado que pide a gritos originalidad, qué mejor que lograrla a través del rescate de lo originario, por tantos años relegado.
Alvaro García Maure y Mariano de Casas se conocieron cursando diseño en la universidad, pero fue años después que una meta en común los unió. Saturados del diseño que llegaba a su provincia desde afuera y con una identidad regional que clamaba puertas adentro, decidieron producir lo propio basándose en sus raíces. En eso están desde hace un tiempo, en diálogos con artesanos de la comunidad huarpe, sus técnicas y materiales, el paisaje y ahora se pueden ver los primeros resultados. Piezas –sillas, mesas, cómodas, consolas– que hablan del rescate y renovación de la valiosa cultura cuyana.
“En Mendoza existe una gran cantidad de artesanos de excelente calidad, legado que nos dejaron sus antepasados, quienes fueron los primeros pobladores de la zona de Cuyo, los huarpes. Ellos son verdaderos artistas del telar, del cuero trenzado y de la cestería en junquillo (planta silvestre que crece en las orillas de las lagunas). Enseñanza que fue transmitida de generación en generación, con pasión y dedicación a lo largo de nuestro tiempo. Nuestro interés en ella surge desde la infancia, por el arraigo de esta cultura latente aún en nuestras acequias, canales de riego, nombres y un sinfín de costumbres. Pero la necesidad ciertamente aparece a partir de la gran invasión indiscriminada de muebles y objetos de otras culturas (India, China, México) y la poca valoración de lo propio. Y esto, sin dudas, es lo que nos emparenta aún más. Mot significa mañana. Lo que está por venir. Tiene todo un trasfondo este significado, ya que tanto nosotros como diseñadores como la comunidad huarpe, debemos luchar y sortear diversos obstáculos para permanecer y surgir y dar vida a nuestros proyectos y al rescate de lo propio, lo nuestro”, detalla García Maure.
Así el trabajo partió de una investigación minuciosa llevada a cabo por De Casas, quien viajó a Laguna del Rosario y a la localidad de La Asunción en Lavalle, en búsqueda de registros históricos que en la ciudad de Mendoza eran muy pobres. De dichos viajes surgen también los primeros contactos con los artesanos y la posibilidad de emprender un proyecto común uniendo su artesanía de altísima calidad a un diseño contemporáneo. “Los huarpes viven en pleno desierto de Lavalle con el único servicio que es la luz. No tienen teléfono (existe sólo una radio comunitaria). El agua la toman de napas freáticas realizando pozos de mucha profundidad que encajonan con troncos de algarrobo para evitar el desmoronamiento, dado que el suelo es sumamente arenoso. Sus casas son de ramas de tamarindos y barro construidas con el sistema de enramada que consiste en levantar paredes de vegetación y cubrirlas con barro en sucesivas capas logrando levantar muros. Sus pisos son de tierra apisonada y una vez por semana los visita un avión sanitario. Existen una capilla muy antigua, una escuela y un caserío de aproximadamente unas 500 familias en total. Condiciones totalmente distintas a las de la ciudad de Mendoza, que se encuentra a tan sólo 40 km (27 por ruta nacional asfaltada y luego 13 km por huella de tierra transitable sólo si el río Mendoza no desborda sus aguas)”, cuenta García Maure. Así, la concepción de un mobiliario de características contemporáneas (en sus formas y funciones) y el aporte de sus técnicas y materiales resultaba una posibilidad para ambos. “Por medio de este rescate se produce un intercambio multidisciplinario, donde el diseño se fusiona con la técnica y el espíritu del artesano. Estamos convencidos de que la identidad de una cultura se mantiene viva si es posible la continuidad en el tiempo y si esto se da permitimos que las nuevas generaciones se sientan parte de ella”, señalan.
“El concepto de la línea es muy mínimo, muy puro. Tomamos como referencia la concepción neta propia del diseño huarpe, así como también el efecto visual que generan sus texturas, despojándonos de la iconografía propiamente dicha. Se toma el espíritu, la actitud y se recrea mediante la combinación de materiales y texturas, omitiendo elementos figurativos. De este modo invitamos al usuario a descubrir sensaciones y evitar réplicas obvias. A diferencia del mobiliario de otras culturas donde se aprecia mucho lo decorativo, escultórico y figurativo (México-India) el diseño huarpe se sustenta mucho en la funcionalidad. Es por ello que decidimos reivindicar este concepto. Quizá dicho espíritu responde a su soledad frente al desierto y a la falta de influencia cultural y eso es lo que quisimos plasmar”, explican.
Así su primer diseño fue la consola Mitina Ar (Tener alma). Un mueble de guardado en madera compuesto de partes móviles que permiten ir armando configuraciones según las necesidades, anexando desde una bodega a puertas o cajones con detalles en totora o cuero trenzado. “Fue el primero, el que inicia la saga, por eso es el ‘alma’ de nuestra línea”, señalan. Chema Chu (dar todo) es otro mueble de guardado hecho también en madera con detalles en junco, totora y telar. Completan la colección, Pek (Más) una silla de líneas muy puras con apliques en cuero crudo en sus superficies de apoyo. “Además esta silla tiene como característica la posibilidad de agruparse e ir formando pequeños sillones o áreas de descanso”, agregan. Distintos bancos como el Peñeñe (Hermano menor), un cubo de 50x50x50 que puede usarse como banco o mesa baja, hecho en dos tonos de madera y con detalles de cuero trenzado en dos de sus caras. Y mesas con detalles de tramados en caña y tapas en cuero crudo, materialidad y espíritu del lugar.
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