El inexpresable proyecto del Paisaje Cultural de la Humanidad porteño acaba de quedar en un muy conveniente limbo ante la Unesco. Como se recordará, el proyecto fue un intento de las administraciones Ibarra-Telerman de hacer como que hacían algo para cuidar el patrimonio, mientras no hacían nada. Fue muy agradable para los involucrados, ya que no tocaba ningún interés concreto, permitía viajes, ponencias y contactos, y habilitaba un presupuesto especial. Las Chicas Superpoderosas la pasaron bien y dijeron cosas como que la Unesco declarando a Buenos Aires como dueña de un Paisaje Cultural iba a permitir por fin frenar las demoliciones. Curiosamente, la Unesco no declaró nada por acá pero las demoliciones se están frenando. Era cosa de tener un poquitín de voluntad política y coraje.

En estos días, la Unesco se reunió en Canadá para atender varios proyectos. El porteño era apenas uno de varias decenas pero tenía un destaque desagradable: un informe muy cortés pero muy negativo del Icomos, la institución internacional del patrimonio y la arqueología. El Icomos no se había comprado ninguno de los argumentos de los gobiernos porteños que presentaron el bodrio. La idea de lograr una proclamación de una ciudad del siglo XIX como patrimonio internacional ya es jugada hasta hecha desde la mayor pureza mental. Pero presentar una capital de este tamaño, que no tiene siquiera una ley de preservación seria, y destacar como Paisaje Cultural una zona donde se demuele a lo loco y se erigen torres es un papelón que el Icomos tuvo la cortesía de no subrayar.

Por suerte, el tema no se trató y quedó suspendido hasta más ver, para alivio de los delegados del gobierno porteño y Cancillería, que se veían venir un rechazo formal (la fórmula, muy diplomática, es “no inscribir”). Curiosamente, una de las Chicas Superpoderosas, Silvia Fajre, que protagonizó el bochorno y ahora trabaja a nivel nacional, no fue de la partida.