Sáb 30.08.2008
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Una obra perfectamente inútil

Contra viento y marea, y contra los vecinos de San Telmo, la ciudad quiere hacer peatonal la calle Defensa de Yrigoyen a Brasil. La idea quiebra leyes que protegen los empedrados y tiene al barrio en armas.

› Por Sergio Kiernan

Algún día habrá un Freud que explique la compulsión local por cambiar lo que está bien. Con tanta cosa rota, sucia y necesitada en esta noble ciudad, se plantean cada tanto obras de alto perfil, dudosa necesidad y prensa garantida, como si lo realmente importante fuera dejar la marca y sacarse la foto. El recientemente anunciado proyecto para hacer peatonal la vieja calle Defensa promete convertirla en otra Florida de baldosas estandarizadas, piedras maquinadas y equipamientos Made in China olvidables. Por alguna razón esotérica, parece que esta pasteurización sería atractiva a los turistas...

El proyecto surgió como de repente, anunciado como si lloviera la semana pasada y sin lujo de detalles. La idea del gobierno porteño es nivelar la calle, poniendo bolardos para limitar el tránsito a emergencias y taxis ocupados, y dejar una vereda virtual, distinguible de la calzada sólo por su textura. En los cruces de Defensa con otras calles, esta nueva calzada más alta que la calle a cruzar servirá como un gran lomo de burro para el tránsito transversal, mientras que en las avenidas se cortará para no frenar el tránsito.

Esto es, más o menos lo que ya vemos en Florida pero en el estilo internacional –por lo desangelado y soso– de la Cortada Tres Sargentos. La diferencia es que la célebre cortada es, justamente, una cortada de apenas dos cuadras y que está en el centro más central, mientras que este plan afecta un barrio de verdad, con vida más allá del turismo y con decenas de miles de personas que hacen cosas como tomar el colectivo.

Estas previsibles objeciones surgieron a borbotones en una reunión organizada por el periódico barrial El Sol de San Telmo en la inmobiliaria Giesso. Este miércoles a la noche se juntaron vecinos –gente que vive en el barrio, arquitectos que viven en el barrio, el presidente de la República de San Telmo–, la diputada porteña Teresa de Anchorena (CC), su asesor Facundo de Almeida y la directora de la Comisión Especial de Patrimonio de la Legislatura que ella preside, la arquitecta Laura Weber. Por el lado del Ejecutivo estaba el director de Casco Histórico, arquitecto Luis Grossman, solito su alma por el faltazo anunciado poco antes de la gente del Ministerio de Desarrollo Urbano, autores de la iniciativa. Moderaba el encuentro Catherine Mariko Black, directora de El Sol.

Mariko Black explicó que la reunión era chica para que no se transformara en una protesta contra funcionarios sino en un diálogo. Explicó también que Desarrollo Urbano no vino porque querían mostrar un video sobre las obras que no estaba listo, y habían pedido una postergación del encuentro. Pero como la obra es inminente, la reunión se hizo igual. El primero en hablar fue un ex funcionario al que San Telmo ya le debe su misma existencia, el arquitecto José María Peña, creador tanto del Museo de la Ciudad como del APH 1 que salvó al barrio de la demolición total. Con su manera amable, Peña fue directo al grano: San Telmo puede perder su carácter propio con ciertas intervenciones porque “hay rasgos físicos como el ancho de las calles que hacen al lugar”. Peña agregó que una vez hecho el cambio, será imposible recordar excepto por fotos cómo era/fue el lugar alguna vez. El arquitecto detalló que el problema no es la obra en sí, que “queda bien en otros barrios”, sino el lugar elegido para hacerla.

Los vecinos fueron bastante menos amables. Un frentista de Defensa se preguntó airado por qué habían hecho el proyecto “sotto voce, sin avisar ni discutirlo con los vecinos”. Otro explicó, francamente airado, que la gente del lugar usa sus colectivos y que no se puede andar mandando por aquí y por allá a los chicos a tomarlos, sobre todo al anochecer. Una vecina contó su íntimo temor de que el resultado sea una calle Defensa “palermizada”, transformada en un gran restaurante al aire libre repleto de mesas, saturado. La señora agregó que en el barrio nunca habían hablado de hacer algo así y que no veían la menor necesidad de gastar tanto en una obra tan disruptiva de la identidad del barrio.

Como suele ocurrir en este tipo de reuniones, parte de la pasión era bronca, parte la rara oportunidad de hablar con un funcionario y parte ideas fijas como que en alguna parte del proyecto debe haber alguien lucrando de manera indebida. En este caso, parece que el programa Prioridad Peatón –el nombre publicitario del proyecto– se ganó el sobrenombre de Prioridad Lucro.

El presidente de San Telmo contó con más calma que los ciudadanos de su República venían escuchando rumores sobre la obra desde hace rato, y que lo hablaron bastante. El consenso es que es una obra para turistas, ya que Defensa sólo se satura los fines de semana y de lunes a viernes “nos alcanza perfecto”. También que es un peligro porque “una peatonal llena de bancos y faroles termina siendo un mercado, una feria”. El presidente, muy serio, declaró al barrio “totalmente en contra del proyecto” y pidió que se limpie y se arreglen las veredas en lugar de hacer estos gastos.

La diputada Anchorena explicó que todo el asunto es, de todos modos, contra la ley. Sucede que la ley 65 prohíbe levantar adoquines, mientras que el Código de Planeamiento Urbano ordena que se conserven los empedrados existentes en el APH 1 y se reinstalen los ya perdidos en toda ocasión que haya que hacer reparaciones. Para peor, señaló la diputada, el pliego de preadjudicación de las obras indica que la empresa que gane el contrato puede quedarse con los materiales retirados. Esto puede parecer una zoncera hasta que uno piensa que un adoquín vale tres pesos y que una cuadra tiene casi 45.000. Esto sólo significa un pago de 150.000 pesos, sin contar los piedrones de los cordones originales, que valen todavía más. Anchorena explicó que una obra semejante, para ser legal, necesita una ley propia que modifique las de protección, lo que implica una doble lectura en la Legislatura.

Santiago Pusso, del grupo Basta de Demoler, explicó brevemente que esta película ya la había visto en otros lugares altamente turísticos del país y del extranjero donde se pasteurizó el paisaje. Como le resulta evidente que el gobierno porteño no piensa prestar atención a los vecinos, Basta de Demoler va a presentar un amparo para frenar todo.

Luis Grossman, flamante funcionario, encajó las críticas con una calma que no mostraba cuando estaba en el sector privado. Ni siquiera un señor agresivo de más que lo interrumpió varias veces logró disparar su proverbial mal carácter. El ahora director de Casco Histórico dio precisiones sobre puntos del proyecto, concordó con que hay que limitar los bares y sus mesas de vereda y hasta discutió los detalles legales con Anchorena. No convenció mucho con su argumento de que sólo cuatro cuadras de Defensa exhiben sus empedrados, ya que los vecinos le contestaron que las otras lo tienen tapado bajo el asfalto y que sería mejor restaurarlo y no levantarlo. Tampoco con su observación de que en las calles estrechas de la ciudad vieja –mencionó a Esmeralda y Maipú– es un verdadero peligro caminar porque la saturación es tal que uno tiene que bajar a la calzada a cada rato, esquivando colectivos. Los vecinos respondieron simplemente que Defensa no tiene semejante concentración y que nunca percibieron el problema.

Lo que despertó franca hilaridad es la Teoría Grossman del Abuso del Auto, que el arquitecto viene repitiendo en donde lo escuchen, como en el coloquio sobre patrimonio en el Museo Nacional de Bellas Artes. La Teoría señala que ya no somos homo sapiens sino homo autos, gente que “va al kiosco en automóvil” y jamás camina sino del garaje al ascensor. Acaso correcta para describir un suburbio de Chicago, de los que no tienen ni veredas, la Teoría cayó mal en San Telmo, donde ni siquiera hay tantos vecinos con auto. Y de todos modos no alcanza para justificar la peatonalización de la calle Defensa, que según Grossman funcionaría como “un ágora” y una manera de que los homo autii caminen algo más.

En fin: adoquines en peligro, explicaciones esdrújulas, inminente pedido de amparo y hasta posibles acusaciones de incumplimiento de deberes de funcionario público al que levante los empedrados de un ámbito histórico. Y todo por una obra que nadie pidió y que parece que nadie quiere.

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