Pintora y diseñadora, Alejandra Azpiazu encontró en la técnica de termofundido un modo de expresión y creación. Con pigmentos propios y una gran disciplina formal, crea objetos elegantes y bellos.
Por Luján Cambariere
lAlejandra Azpiazu llegó a la creación de objetos decorativos en vidrio después de mucho andar. Estudió Bellas Artes en la Escuela Nacional Prilidiano Pueyrredón, para dedicarse durante años a la pintura. Trabajó como escenógrafa y vestuarista teatral, en ilustración infantil y, por diez años, fue colorista de una importante fábrica textil. Hasta que el nacimiento de sus hijas la obligó a un alto en el camino que le permitió replantearse la profesión para encarar lo propio. El resultado fue la producción de una amplia línea de platos, fuentes, bols, ceniceros, bandejas y estructuras de vidrio con diseños, colores y técnicas más vanguardistas.
Vidrio fusión
Quería incursionar en algo propio y el vidrio siempre me había
fascinado. Aunque sabía que no quería abrevar de lo más
tradicional, el vidrio soplado o el vitral, cuenta Azpiazu. Fue así
como incursionó en vidrio fusión o termoformado. La idea
de esta técnica es la de crear una pieza nueva a través de materia
prima ya existente. Así, explica, después de cortar, pintar
y estampar componentes, los pega y arma la composición, que vuelve al
horno para dar como resultado una pieza nueva.
¿Lo que la diferencia de otros artesanos? El tema del color. Ella crea
sus propios pigmentos que morterea a base de óxidos naturales con fundentes
de vidrio, de donde salen desde distintos primarios, pasando por blancos y negros
hasta ácidos (verdes, turquesas, rosas) y tierras.
El diseño (curvas, círculos, rayas) es, sobre todo, de una prolijidad
extrema. En general, con el vidrio, la gente se fascina con lo que sale
del horno porque sí. El color que toma mágicamente es porque un
esmalte azul con el calor trocó en violeta o las burbujas o distintas
texturas. Para mí, el diseño siempre está antes, por eso
descarto las sorpresas del fuego. En mi trabajo soy muy disciplinada, lo mío
es más un laboratorio que un taller.
Objeto amado
Del vidrio me enamoró su manipulación, que lejos de
lo que se puede pensar, por lo caliente o cortante, es fascinante. El vidrio
permite múltiples visiones del mismo objeto. Depende de la superficie
donde esté apoyado, de las luces que inciden en él, del color
con el que se lo trabaja. Me gusta la calidad de su superficie, me da la sensación
de algo limpio, me gusta su transparencia y los juegos de luces y sombras coloreadas
que produce.
Por eso sigue investigándolo, ahora en el espacio, más como una
cuestión visual y casi plástica. Una da vueltas, pero siempre
termina retornando a las fuentes, remata.
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