Sáb 25.10.2008
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POR PRIMERA VEZ EN EL MUNDO, UN CLUB GANó EL PREMIO A LA CALIDAD

Un premio al Club de Amigos

Acaba de ocurrir algo francamente inusitado: por primera vez en 58 años, un club ganó el Premio a la Calidad creado en Japón en 1950. El premio se da en decenas y decenas de países, que formaron cada uno una Fundación y le agregaron la palabra Nacional. Siempre lo ganan empresas, de todo tipo y tamaño pero siempre empresas. Pero este año, el Premio Nacional a la Calidad va a quedar en el Club de Amigos.

El presidente honorario del club, Hugo Masci, sigue encantado con el record. En Argentina, el premio fue a parar a firmas como Xerox, Unilever, Volkswagen, Telecom y Siderar, y la única entidad no empresaria en ganarlo alguna vez fue el Grupo Educativo Marín. “Pero nunca un club, nunca en todo el mundo”, repite Masci.

El presidente –que era ejecutivo hasta 2005 y ahora es honorario– es uno de los fundadores del Club que sigue activo en su directorio y cuenta que hace rato que tenían ganas de hacer el experimento. “Empezamos en 2006, pensando si era posible que una asociación sin fines de lucro ganara un premio a la calidad de gestión. Nos presentamos, descubrimos que era muy complejo, hicimos cursos, leímos el manual que nos dieron... en fin, fue un gran trabajo.”

El premio fue inventado en Japón cuando su industria renacía y comenzaba a aspirar a mercados internacionales. En 1950, los productos japoneses eran baratos y malos, competitivos sólo por precio. Sus autos, por ejemplo, eran motivo de bromas en varias lenguas y un sinónimo de fealdad. El premio fue una de las tantas herramientas que ayudaron a mejorar el nivel general, y se generalizó a más de cien países. En Argentina, la Fundación que lo otorga se formó en 1992 y desde 1994 es tradición que sea el presidente quien lo entrega: en cosa de días, Cristina Fernández de Kirchner lo hará al Club de Amigos.

Para competir por el premio hay que escribir un relatorio de 75 páginas de largo explicando la calidad que uno tiene en gran detalle. Un primer jurado lee estos relatorios y elige los que pasan a la segunda etapa. Entonces, la Fundación nombra a nueve evaluadores para cada candidato, que se dedican a estudiar el caso. La tercera etapa es la visita al candidato, que dura cuatro días e implica absoluta libertad de los evaluadores de circular, quedarse, hablar, preguntar, participar. Hasta una oficina hay que darles. Cada equipo de evaluadores redacta un informe con su opinión, y estos informes van a un nuevo jurado, de siete miembros, que vota el ganador.

Todo este proceso es muy riguroso, lo que explica los varios premios que fueron quedando vacantes en estos años. El jurado se fija en cosas como el impacto comunitario del candidato, su trascendencia social, su liderazgo, su planeamiento, su gestión y administración, su creatividad, su cuidado del medio ambiente, su capacidad de transmitir conocimiento y los resultados finales del proceso. Masci destaca algunas cartas ganadoras del Club, que nació en un departamento hace 23 años cuando se reunió un grupo que se veía venir una crisis sin remedio del sector clubes. Para estos fundadores, el club como se lo conocía era un paradigma sin remedio, agotado y sin más parches. Lo que resultó cierto: desde 1985 desapareció el 45 por ciento de los clubes del país.

Lo que hicieron los fundadores fue pensar un club básicamente para chicos con un fuerte énfasis en la introducción al deporte. Comenzaron subalquilando el predio de Palermo, que estaba concesionado por la ciudad a una entidad religiosa. En 1992, vencida la concesión, se presentaron y la ganaron ellos. Así nacía el Club de Amigos como se lo conoce hoy en Palermo, que es el único concesionario deportivo cuya gestión no terminó en abandono, desastres, instalaciones saqueadas y escandaletes.

“Eramos contraculturales”, medio que bromea Masci. “Cuando los clubes estaban en decadencia, nosotros arrancábamos con un club. Y creo que supimos ser coherentes con lo que nos propusimos hacer y formamos a más de 100.000 chicos, cada vez tenemos más socios, no sólo nos sustentamos sin ninguna subvención sino que cada inversión es con recursos propios, y nuestras encuestas nos dan resultados notables.” Una que cita Masci es llamativa: el 98 por ciento de los socios habla bien del club, cifra a la que sólo puede aspirar alguna que otra escuela de la ciudad. No hay empresa que jamás haya registrado semejante porcentaje de satisfacción entre los clientes.

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