Sáb 25.10.2008
m2

Un proyecto para los grandes

La ley que regulará la publicidad en vía pública en la ciudad sigue dando que hablar. Después de que m2 revelara la escandalosa manera en que los lobbies del sector se instalaron en la Legislatura porteña, el complaciente proyecto que impulsaba la diputada Silvia Majdalani tuvo que ser cambiado. El mejunje que armó la diputada del PRO no sólo contradecía lo que envió su propio partido desde el Poder Ejecutivo, sino que despertaba fuertes resistencias dentro de su bloque, por no hablar de la oposición. Ahora circula otro que parece cortar por lo más delgado: se acerca al proyecto original en lo que hace al “chiquiteo”, pero les preserva y amplía el negocio a las grandes empresas del sector.

La cosa empezó en la dirección general de Política y Desarrollo del Espacio Público cuando su titular Tomás Palastanga envió a la Legislatura un notable proyecto de régimen de publicidad basado en el de Madrid. La capital española era la más saturada de la Unión y para limpiarse de carteles y cartelitos se puso drástica, aunque no tanto como nuestra vecina brasileña San Pablo, que prácticamente prohibió todo cartel.

Con consenso y apoyo del Ejecutivo, Palastanga envió su proyecto que, como marca el reglamento, comenzó a ser tratado en las comisiones correspondientes. La central, en este caso, es la de Protección y Uso del Espacio Público que preside Majdalani y parece más dedicada a la parte de Uso que a la de Protección. El bello edificio de la calle Perú se llenó al instante de lobbistas carteleros y publicitarios, que son muchos porque es un sector muy dividido, con varias cámaras y asociaciones. Para sorpresa general, los lobbistas se sentaban a la mesa y hablaban como si fueran parte del debate, algo prohibido hasta en el reglamento de la casa. La semana pasada recorrían los despachos dejándole a cada diputado y diputada un escrito con las correcciones que deseaban a la ley, escritas por abogados y listas a votar. Nadie puede negar que estos lobbistas son de lo más prolijos.

Tal chantada indignó a más de uno y resultó que era más que dudoso que Majdalani consiguiera un número digno de firmas para el proyecto. Las leyes nacen con despachos de comisiones, unos escritos donde se redacta la ley y se agregan considerandos y comentarios, firmados por sus miembros. Esto lo debaten primero los asesores, formalmente constituidos, y luego sus diputados, y la fuerza del proyecto es directamente proporcional al número de firmas, que refleja un consenso. Un proyecto unánime muestra acuerdo entre partidos y le da buena chance a la ley. Un proyecto con lo justo es políticamente débil y puede tener costos.

Esto le pasó al de Majdalani, que hubiera salido rengo. De hecho, era preferible dejar las cosas en el caos actual que votar su proyecto, tan permisivo era. Por eso ya circula la versión dos, a media agua entre el de Palastanga y los sueños de las cámaras. El proyecto deja en paz los gigantescos outdoors que completan las alturas de edificios o cubren huecos en las cuadras construidas, y agrega el caramelito de autorizar torres de publicidad –esos gigantescos tubos iluminados con un cartel encima– en baldíos, idea digna de Nigeria. Estos dos soportes de publicidad, groseros y gigantescos, tienen en común que son caros: sólo unas pocas empresas grandes se dedican a ellos. Qué casualidad...

Habiendo garantizado el negocio para los grandes, el proyecto actual cede a los pequeños. El resto sigue más o menos el original enviado por el PRO y el único toque majdalánico es la ambigua mención a las benditas marquesinas que afean la entrada de cada local de la ciudad. Están mencionados en los considerandos pero no en el articulado. No se entiende si es un error de redacción, una concesión a medias a la diputada Inés Urdapilleta, fan de las marquesinas, o una avivada para crear un vacío legal que las permite pero no las regula, un piedra libre para consolar al sector.

También llama la atención que se autoriza la publicidad en los telones provisorios que cubren andamios de obras y restauraciones. Esa idea circulaba en un proyecto de la Comisión de Patrimonio exclusivamente para edificios catalogados y viviendas sociales, una forma de subvencionar esos sectores especiales. Majdalanizado, el tema es un nuevo negocio.

Los carteles están ahora en una interna del PRO, entre los que apoyan el proyecto desde el Ejecutivo y el Legislativo, y los que atienden a lobbistas y empresarios. Estos últimos no parecen percibir que terminó una era: los porteños quieren una ciudad más limpia y mejor, y la cartelería arisca, exagerada, de bazar, no tiene el apoyo de nadie. La cosa se resolverá entre los que escuchan y los que quieren atender a los de siempre, por las razones de siempre.

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