La resistencia abierta al proyecto de semipeatonalización de la calle Defensa forzó al gobierno porteño a convocar a los vecinos y por fin hablar con ellos. Como se recordará, la idea es transformar Defensa en una suerte de mall, con tránsito limitado y un drástico cambio de superficies. Quienes viven sobre esa calle o en su zona de influencia, lo que equivale al casco histórico, cuestionan con dureza el proyecto en tres niveles. El primero es simplemente la falta total de transparencia, ya que se enteraron por los diarios de que les querían cambiar completamente su realidad. Lejos de ser zonzos, todos saben que éste es el tipo de iniciativa con que ciertos funcionarios creen que se lucirán, aunque terminan creándole al jefe de gobierno legiones de opositores. El segundo nivel es el cambio de rutas de transporte y el énfasis en que Defensa se llene de bares y locales, una “palermización” que no quieren en San Telmo. Para peor, una peatonal de hecho –pese a los juramentos técnicos de la Ciudad, será una peatonal de hecho– en una zona de grandes carencias sociales se transforma necesariamente en dormitorio al aire libre. Y tercero, está la tosca resistencia oficial a entender que las veredas, los cordones, los faroles y los adoquinados son tan parte del patrimonio como las casas y los monumentos.
Este viernes, a las 18, funcionarios del Ministerio de Desarrollo Urbano escucharán a los vecinos en el Centro Cultural Plaza Defensa (Defensa 535). Para poder hablar hay que inscribirse previamente en el CGP de Uruguay 740, en Avenida de Mayo 191, primer piso, o en Carlos Pellegrini 291, 9º piso, siempre de 11 a 18. Será interesante ver qué dicen los funcionarios de Desarrollo Urbano, que faltaron puntualmente a todas las reuniones con los vecinos. Sólo el director general del Casco Histórico, Luis Grossman, dio la cara para hablar de un proyecto que no surge de su oficina y que no puede modificar si quisiera. De hecho, lo defendió bastante: Grossman es un arquitecto con una larga carrera docente y de columnista defendiendo la más pura ortodoxia moderna, la que dice que sólo lo nuevo es válido, con lo que los cambios raramente le parecen malos.
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