Este jueves se iba a realizar una sesión conjunta de las comisiones de Planeamiento y de Presupuesto de la Legislatura porteña. Es raro que las comisiones sesionen en grupo, cosa que sirve únicamente para acelerar un trámite que le interese a alguien con poder. Y eso, en la Legislatura, significa centralmente el jefe de Gobierno.
El proyecto a tratar era la venta de tres terrenos en la manzana de oro de Catalinas Norte. El gobierno porteño quiere venderlos para hacer caja y destinar los fondos a obras nuevas para el Ministerio de Educación. De hecho, el presupuesto de ese ministerio para el 2009 ya incluye 300 millones de pesos de esta venta futura, lo que explica la urgencia.
Sin embargo, la reunión no se realizó porque esta semana aumentó la reluctancia del Frente para la Victoria en votar esa venta. Es que el proyecto tiene un par de cosas bastante cuestionables, que pueden generar todo tipo de problemas.
Los tres terrenos están en la manzana de rascacielos que arranca frente a la plaza de Retiro, con el Sheraton, y termina en la avenida Córdoba, entre Madero y Alem. Dos terrenos son poco visibles, ya que están ocupados por estacionamientos bajos y tienen frente sobre Madero, con uno beneficiado por una callecita que permite acceder a Alem. El terreno más valioso es el que da a Córdoba, donde una estación de servicio de YPF ocupa sus 100 metros de frente sobre la avenida, con accesos a Alem y Madero.
El Ejecutivo ya presentó dos proyectos de ley sobre el tema. Uno simplemente pide que se retiren del dominio público los terrenos, de modo que se puedan vender. El otro es mucho más complicado, ya que cambia totalmente la zonificación y usos de esa tierra. Por un lado, se desecha el uso actual, limitado a estaciones de servicio o garajes. Por el otro, se permiten los usos del resto de la manzana, básicamente para oficinas y comercios anexos. El detalle llamativo es que se altera explícitamente la altura máxima permitida para la construcción de torres: en los terrenos sobre Madero, más chicos, se habla de 110 metros; en el de Córdoba, el mayor, de 150 metros.
Con esta excepción, Educación considera que los lotes deben venderse por cien millones de dólares, más o menos, pero según un especialista consultado por Página/12, los terrenos valen el doble. La cuenta se pone estremecedora si se considera que dos edificios de 110 metros de altura y uno de 150 completan un metraje a vender que llega a los 500 millones de dólares. La más básica aritmética indica que un “descuento” de cien millones de dólares significa un 50 por ciento en la primera fase –venta del terreno– y un 20 por ciento en el precio final de las torres.
Como si no alcanzara, como si hubiera miedo de que nadie compre los lotes, el proyecto agrega maravillas como una galería en planta baja de hasta seis metros de altura y seis de profundidad que no se descontará del metraje total a construir. A esta yapa se le suma la posibilidad explícita de “donar” los jardines perimetrales a la Ciudad para que sean espacios públicos. Linda avivada: tus torres terminan ajardinadas gratis, con mantenimiento a cuenta del erario, iluminación incluida.
Pero estas son, justamente, yapas. El centro del tema es el valor real de los terrenos, que serían subastados por el Banco Ciudad. Como sabe cualquiera que vaya a remates, una subasta implica un muy buen precio para el comprador a cambio de pagar cash y enseguida. Sea un campo o una silla, el rematador no entrega nada sin el pago total, exige una fuerte reserva en el mismo momento de la subasta y ni siquiera escucha posibilidades de crédito, cuotas o trueques. Para el vendedor, la subasta es una manera de hacer caja rápido, aunque con un fuerte descuento. ¿Tan rápido necesita el dinero el gobierno porteño? ¿El Banco Ciudad no tiene otra manera honesta de vender un terreno?
Estas preguntas ya circulan por la Legislatura, que tiene que poner los dedos para aprobar la venta.
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